Muguruza: “No estaba preparada para este gran vacío”

La tenista escribe una profunda carta en la revista ‘Vogue’, en la que transmite sus inquietudes más personales y dice vivir rodeada de un mundo superficial con el que no se siente identificada

Garbiñe Muguruza, durante un partido del último Open de Australia, el pasado enero en Melbourne. / GREG WOOD (AFP)

Como a todos y todas las demás, el estallido de la pandemia le cogió a Garbiñe Muguruza a contrapié. “Mi mánager [Olivier van Lindonk] me dijo que los organizadores de Indian Wells estaban teniendo una reunión urgente sobre la posible cancelación del torneo por un caso de coronavirus en una ciudad cercana. Yo pensé que era imposible, pero ocurrió. Y me quedé blanca…”, relata la tenista, de 26 años, ...

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Como a todos y todas las demás, el estallido de la pandemia le cogió a Garbiñe Muguruza a contrapié. “Mi mánager [Olivier van Lindonk] me dijo que los organizadores de Indian Wells estaban teniendo una reunión urgente sobre la posible cancelación del torneo por un caso de coronavirus en una ciudad cercana. Yo pensé que era imposible, pero ocurrió. Y me quedé blanca…”, relata la tenista, de 26 años, a través de una carta en la revista Vogue en la que explica cómo está viviendo el confinamiento y la transformación del mundo.

Muguruza, campeona de Roland Garros (2016) y Wimbledon (2017), hace un profundo ejercicio introspectivo y escribe en primera persona desde Ginebra, adonde aterrizó después de coger un avión a la carrera desde los Estados Unidos, antes de que Donald Trump cerrase las fronteras y cortase el tráfico aéreo. Entonces, antes del colapso, el curso pintaba muy bien para ella. Había sido finalista en Australia, primer grande de la temporada, y decía tener verdaderas ganas de hacer algo importante otra vez. Quería reverdecer los buenos tiempos y para ello se había aliado de nuevo con Conchita Martínez.

Medios, cámaras, gente interesada... Eso es vacío, soledad, placeres efímeros

Sin embargo, la vida hizo stop. En seco. “Y nos ha puesto en nuestro sitio”, escribe en un texto que va mucho más allá del tenis y en el que mira a su interior, después de un trastoque radical para una mujer que lleva toda una vida de un lado a otro, raqueta en mano. “Mis maletas llevan más de dos meses en casa y, para mi sorpresa, no tengo prisa por rehacerlas”, dice. Y es que hacía siete años, 2013, cuando tuvo que operarse del tobillo derecho, que Muguruza no estaba parada en un mismo sitio durante tanto tiempo.

No estaba preparada, sobre todo para el gran vacío que he sentido al no poder hacer lo que mejor sé: jugar al tenis”, prosigue. Entonces, ¿qué hacer? “Desde los tres años, he vivido por y para un único objetivo. Cuando todo eso desaparece por fuerza mayor, la vida te da un codazo y te dice: “Eh, hay muchas más cosas que el tenis, quizás sea un buen momento para que te prepares para cuando ese día llegue. Para cuando tengas que colgar la raqueta”, continúa.

Rebobina la deportista hacia sus raíces. Por sus venas corre sangre española, vasca y latina. “Represento una mezcla de culturas allá donde voy. Me siento de todo, menos de un sitio. Soy ciudadana del mundo”, explica la exnúmero uno –lo fue del 11 de septiembre de 2017 al 8 de octubre de ese año–, que describe la ascensión al Kilimanjaro que hizo a finales del año pasado como el episodio más duro de su vida. Una vida que, en buena medida, no termina de satisfacerle del todo. “La mayoría del tiempo estoy rodeada de un mundo superficial: medios de comunicación, cámaras, gente interesada o la famosa sociedad donde lo más importante es el Bentley que tienes. No me siento identificada con ese mundo, es vacío, es soledad, placeres efímeros”, dice.

Mantener la naturalidad puede ser un reto cuando ves que algunos solo están esperando un desliz

Muguruza se descubre y cuenta que siempre le gustó escribir, que es cabezota, aventurera –le gustaría participar en una de las expediciones de National Geographic– e impulsiva; que su afición por la moda tal vez le lleve a aprender de costura y que su profesión le ha convertido en una “mujer libre”. También, que siente una conexión especial con África y que la cuarentena le ha permitido retomar los estudios y hacer cuatro cursos: “Dos de nutrición y salud, de la Universidad de Stanford; uno de psicología, de la Universidad John Hopkins; y uno de ciencia del ejercicio, por la Universidad de Colorado”.

La tenista ha pasado la mayor parte de su vida en Barcelona, hasta que trasladó su residencia a Suiza hace cuatro años. Hija de un empresario de Azkoitia y de madre venezolana, es la menor de tres hermanos (Igor y Asier también iban para jugadores profesionales) y dice que, pese a todo, tratará de ser siempre la misma, Garbiñe hasta el final: “Mantener la naturalidad puede ser un reto cuando ves que algunos solo están esperando un desliz. No hay que perder la esencia, quien tú eres, porque para bien, o a veces para mal, esa eres tú. Hay que cultivar la personalidad y, sobre todo, tu carácter”.

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