Charles Leclerc, de novato a líder de Maranello
El monegasco, de 22 años, es el ganador de una carrera más joven en la historia de Ferrari y en su primer curso superó a Vettel, tetracampeón mundial
Charles Leclerc (Montecarlo, Mónaco, 1997) fue un niño aplicado. Buen estudiante, formal y educado, conserva las buenas maneras ahora que se codea con la élite del automovilismo. Aunque su sencillez y falta de vanidad no le suavizan el colmillo cuando sale a la pista. Ese aire despreocupado de chaval que nunca rompió un plato y los éxitos madrugadores que acumuló en su primer año con la Scuderia le han dado casi sin quererlo la etiqueta de número uno. Solo un año después de fichar por Ferrari, tras apenas unos meses en los que aprendió de Sebastian Vettel, además de comerle la moral con dos vi...
Charles Leclerc (Montecarlo, Mónaco, 1997) fue un niño aplicado. Buen estudiante, formal y educado, conserva las buenas maneras ahora que se codea con la élite del automovilismo. Aunque su sencillez y falta de vanidad no le suavizan el colmillo cuando sale a la pista. Ese aire despreocupado de chaval que nunca rompió un plato y los éxitos madrugadores que acumuló en su primer año con la Scuderia le han dado casi sin quererlo la etiqueta de número uno. Solo un año después de fichar por Ferrari, tras apenas unos meses en los que aprendió de Sebastian Vettel, además de comerle la moral con dos victorias y siete pole position, más que ningún otro piloto de la parrilla, Leclerc ya no podrá competir como un recién llegado, a pesar de sus 22 años, sino como el referente de la fábrica de Maranello.
No es extraño que un niño nacido en Mónaco —ahora pilota un monoplaza rojo por las mismas calles que tomaba para ir a la escuela— crezca con el sueño de convertirse en campeón del mundo de Fórmula 1. Menos en su caso, pues su padre, Herve Leclerc, había sido piloto en su juventud. No empezó a competir hasta los ocho años, pero con cuatro ya le enseñaban a montarse en un coche de carreras. Aunque Charles asegura que su primer recuerdo relacionado con el motor se remonta incluso a unos años antes: “De crío ya jugaba con un bólido de Fórmula 1 de juguete durante el Gran Premio de Mónaco de 2000. Recuerdo el rugido de los motores en la distancia y el tacto de aquel juguete en mis manos”, contaba en una entrevista en ICON.
Leclerc aseguraba el año pasado que no le había costado mucho acostumbrarse a la filosofía de Ferrari. La mayoría de las carreras de karting en las que participaba de niño se celebraban en Italia y todos sus equipos eran italianos: “Hablo el idioma desde hace años”.
Por los resultados cosechados en 2019 tampoco le costó nada adaptarse a su Ferrari, que lo había enrolado en su academia de pilotos con 17 años y gracias a la perspicacia de su representante, Nicolas Todt, hijo de Jean Todt, presidente de la Federación Internacional de Automovilismo. Un año después de debutar con Sauber en el Mundial, Leclerc se convirtió con un triunfo en Spa en el ganador de un carrera más joven de la historia de Ferrari (21 años, 10 meses y 16 días) y el tercero más precoz del certamen (tras Verstappen y Vettel y superando a Fernando Alonso). Para cuando encadenó tres poles consecutivas, en Singapur, no solo había demostrado que Ferrari podía empezar a mirar a la cara a Mercedes, sino también que no erraban los que medían su talento en comparación con los grandes de la Fórmula 1. Vettel vivió 2019 a su sombra. Y no al revés, como hubiera sido lógico estando en juego el cuatro veces campeón mundial. “Nunca he aprendido tanto como lo hice teniéndote como compañero”, le dijo este martes al alemán.
Leclerc, el chico que parece tenerlo todo bajo control, no ha tenido una vida de color de rosa. Perder a su padre en 2017 no le impidió competir cuatro días después. Ganó en Azerbaiyán en F-2 y posteriormente el título gracias a sus seis victorias. Sufrir dos años antes la muerte de Jules Bianchi, su amigo del alma [fallecido nueve meses después de un grave accidente en el GP de Japón], tampoco le había hecho más huraño. Ni le impide hablar de él, aunque con nostalgia. “Crecí a su sombra; siempre fue para mí una referencia vital, el camino a seguir”.
Se dice previsible y aburrido. No es supersticioso, ni aprensivo. No tiene manías, no sigue rituales los fines de semana de gran premio. Escucha música, eso sí. Y se concentra para aprovechar al máximo sus años como deportista. Porque Leclerc es de esos que no tiene miedo a imaginar su vida después de la competición. Siempre tuvo un plan B por si eso de querer ser campeón del mundo no funcionaba. Y piensa en opciones más terrenales, lejos de los circuitos, como diseñar su propia marca de ropa y construir edificios. Total, solo tiene 22 años. El futuro le espera. Ferrari, también, donde tendrá a su sombra al madrileño Carlos Sainz. Al menos, de inicio.