Jugársela con Dembélé

Más que el jugador, lo importante es el significado del francés en el Barça: siempre da un paso al frente en un equipo que recula

Ousmane Dembélé.reuters

Admiro la capacidad del Barça para ser protagonista del álbum de cromos cada día, incluso cuando no hay fútbol y se sabe que no queda ni un céntimo en la caja del Camp Nou. Algunos que no son precisamente opositores a la directiva aseguran incluso que el club está a punto de caer en bancarrota y convertirse en una sociedad anónima deportiva. Las cuentas, en cualquier caso, no cuadrarán a final de temporada y se sabe que, de acuerdo al presupuesto, la entidad deberá traspasar antes del 30 de junio a jugadores por un valor de ...

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Admiro la capacidad del Barça para ser protagonista del álbum de cromos cada día, incluso cuando no hay fútbol y se sabe que no queda ni un céntimo en la caja del Camp Nou. Algunos que no son precisamente opositores a la directiva aseguran incluso que el club está a punto de caer en bancarrota y convertirse en una sociedad anónima deportiva. Las cuentas, en cualquier caso, no cuadrarán a final de temporada y se sabe que, de acuerdo al presupuesto, la entidad deberá traspasar antes del 30 de junio a jugadores por un valor de 124 millones y, de momento, la suma no llega a 60.

Así es que conviene estar más pendiente de los que se pueden ir –no extraña que se hable de Rakitic o Semedo— que de los que puedan llegar si no es que entremedio, convertida la institución en club en una agencia de compra-venta, se producen intercambios, ya sea por necesidades económicas –ya pasó con el trueque Neto-Cillessen— o deportivas, como podría ser el retorno de Neymar si se hace más caso de lo que quieren los jugadores que de lo que piensa Quique Setién. El técnico ha dado a entender que está dispuesto a recuperar a Coutinho y a confiar en Dembélé.

El francés tiene a unos cuantos defensores, muy radicales y futboleros, y bastantes detractores, algunos contrariados especialmente porque el club azulgrana le prefirió a Mbappé. El delantero del PSG parecía dispuesto a ir al Barça. Hay intermediarios que lo certifican y no lo niegan desde el Camp Nou. Pero ya no hay marcha atrás y solo queda una duda: deshacerse de él si llega una oferta digna o apostar por su recuperación y vuelta al equipo ahora que tiene el apoyo de Setién. No conviene olvidar tampoco que Bartomeu dijo que Dembélé era mejor que Neymar.

Un argumento más que juega en contra del francés porque ya se sabe que el criterio deportivo del presidente es cuestionado en el vestuario especialmente después de la contratación de Griezmann. Hay, de todas maneras, un aspecto que juega a favor de Setién: Dembélé (22 años) es un jugador valiente en un Barça cada vez más miedoso, seguramente porque sus mejores jugadores se hacen mayores; los que forman la columna vertebral pasan de los 30 años: Piqué (33), Busquets (31), Messi (32), Luis Suárez (33) y Jordi Alba (31).

Dembélé no es un delantero fino; tampoco resulta fiable en el pase; a menudo le cuesta asociarse, más pendiente de la jugada que del fútbol; acostumbra a tomar decisiones equivocadas y tiene tendencia a irse hacia el centro más que a abrirse a la banda como un extremo; no domina la relación especio-tiempo, le falta sentido colectivo y se le recuerda que falló el gol que hubiera supuesto el 4-0 en la semifinal perdida con el Liverpool. Tal vez por el carácter extremista de Dembélé, conozco quien apostó al día siguiente que marcaría el gol de la victoria en la final de la Champions.

A pesar de los defectos, también tiene virtudes, como la velocidad, el desequilibrio, la determinación y la emoción que supone para el espectador cada vez que toma el balón, acelera en campo abierto y regatea por dentro y por fuera de cara a portería, sin necesidad de estar pendiente de Messi. Dembélé siempre da un paso al frente cuando sus compañeros lo dan hacia atrás: Messi he reculado y pide jugar con un 9; a Busquets le cuesta ir deprisa hacia atrás y Piqué es feliz en las áreas, de manera que el Barça no presiona y en cambio se afloja, especialmente fuera del Camp Nou.

El Barcelona teme arriesgar con la pelota porque cuando la pierde no tiene espíritu para recuperarla pronto y replegarse rápido; por eso a veces parece que no juegue a nada. No alcanza con ser técnico y preciso si no se da velocidad, intensidad, profundidad y ritmo de juego al partido. Se trata de conjugar las dos cosas, circunstancia que expresa que el Barça y Dembélé disputan a menudo partidos diferentes: el solfeo y el instinto. Lo explicó Luis Suárez: “Dembélé va muy rápido; Messi y yo no llegamos”. Así lo recordó Albert Blaya en un muy buen artículo titulado Luces y Sombras.

Jugador instintivo, desacomplejado y desintoxicado futbolísticamente, se diría que el problema de Dembélé no está en sus piernas sino en la cabeza. Si se lesiona a menudo, y no encuentra su mejor forma desde que se operó nada más llegar al Barça, sería sobre todo por una cuestión psicológica, vinculada a sus hábitos, a su convivencia y a su vida, de manera que para recuperar primero y entender después al futbolista, antes habría que tratar a la persona, y no se sabe si el Barcelona llegará a tiempo después de tantas decepciones.

En cualquier caso, en un momento en que el cuero aún no rueda y el club no sabe de dónde sacar el dinero, parecería más oportuno ayudar a Dembélé que jugar con los cromos de los fichajes. La ansiedad no le ayuda, tampoco la temeridad, y menos si no se sabe siquiera cuándo podrá volver a jugar. Pero frente a la especulación de unos y la comodidad de otros, sería interesante no renunciar al atrevimiento de Dembélé. Más que el jugador, que también, lo importante es lo que significa; no conviene dar señales de rendición a un plantel que quiere futbolistas a medida, técnicos a medida, directivos a medida, partidos a medida, todo a su medida.

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