La Real Sociedad ya es cuarta

El equipo de Imanol despacha al Eibar e iguala al Getafe en ‘zona Champions’

Los jugadores de la Real felicitan a Willian José tras el 0-2,.LALIGA / Ion Alcoba Beitia (EFE)

¿Quién gritó “arbitrillo paquete” en un Ipurua desolado? Todo se escuchaba como si fuera un entrenamiento. Las voces de los futbolistas, de los entrenadores, y del espontáneo que increpó al árbitro, producían ecos extraños para un partido de LaLiga, el primero a puerta cerrada por el coronavirus. No hubo música, ni se cantaron las alineaciones, ni se saludaron los jugadores. Hay que imaginarse la comida de directivas entre el Eibar y la Real como el banquete en honor a Sancho Panza en la ínsula de Barataria, con los camareros retirando los platos antes de que pudieran probarlos. Lo único de ve...

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¿Quién gritó “arbitrillo paquete” en un Ipurua desolado? Todo se escuchaba como si fuera un entrenamiento. Las voces de los futbolistas, de los entrenadores, y del espontáneo que increpó al árbitro, producían ecos extraños para un partido de LaLiga, el primero a puerta cerrada por el coronavirus. No hubo música, ni se cantaron las alineaciones, ni se saludaron los jugadores. Hay que imaginarse la comida de directivas entre el Eibar y la Real como el banquete en honor a Sancho Panza en la ínsula de Barataria, con los camareros retirando los platos antes de que pudieran probarlos. Lo único de verdad en el campo eibarrés eran los tres puntos. Para el Eibar, según su técnico José Luis Mendilibar, era una bola extra. La posibilidad de sumar tres puntos con retraso de varias semanas (el encuentro estaba aplazado de la 24ª jornada por el derrumbe del verterdero del Zaldibar), pero perdió la partida. Para la Real, otra oportunidad para escalar y encaramarse a la cuarta plaza, con los mismos puntos (46) que el Getafe.

Fueron las dos caras del fútbol guipuzcoano. La del Eibar, desafortunada; la donostiarra, optimista, entre otras cosas porque de unas semanas a esta parte la Real empieza a hacer bien cosas que no hacía, como adaptarse al medio en el que se mueve. Antaño, que en el mundo del fútbol es, como mucho, dos meses atrás, el conjunto de Imanol jugaba casi siempre a piñón fijo. Se le escapaban un buen puñado de puntos por la excesiva rigidez de sus planteamientos, pero el técnico ha dado con la tecla y ha convertido a su equipo en un grupo flexible, maleable, que no lo confía todo a la inspiración de sus jugadores más brillantes. En Ipurua, a Remiro no le costó nada sacar en largo para evitar la presión adelantada del Eibar. Se evitó problemas, igual que la línea defensiva donostiarra, que ahora no se permite veleidades exóticas. La Real tiene paciencia, evita la precipitación. Tal vez ha perdido brillantez, pero ha ganado eficacia.

Lo contrario que el Eibar, precipitado muchas veces, desafortunado otras, como en el episodio del minuto 25, cuando Orellana desperdició un penalti, en una mano de espaldas de Zubeldia. Remiro adivinó la intención del chileno y evitó el empate eibarrés. Se había adelantado la Real también de penalti; también por una mano absurda de Bigas, que no tuvo su noche. Salió en camilla en el minuto 81, con el partido ya vencido. Oyarzabal fue implacable en su lanzamiento para adelantar a los donostiarras.

Apretó y apretó hasta la desesperación el Eibar, pero la Real defendía bien. Mediada la segunda parte, un balón desde el suelo de Portu a Willian José, acabó en el segundo gol txuriurdin, que sentenciaba el partido para el equipo que gestionó sus recursos con más inteligencia. Un penalti transformado por Charles en el minuto 88 y que nadie en la grada pudo celebrar le puso un poco de picante al descuento, pero nada cambió finalmente.

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