El peor Madrid
Un Real sin fútbol y sin nervio sucumbe ante un Betis superior y el Barça recupera el liderato
El Real Madrid estuvo tan lejos de lo que se le supone a un líder que en el Villamarín nadie definió la derrota mejor que Sergio Ramos: “Justa”. Los de Zidane se despeñaron en un duelo al que nunca llegaron salvo en el último suspiro. Entonces, ya perdido, el Real entró en combustión pelotazo a pelotazo. Antes, le faltó tanto fútbol como pulso y voracidad. Se dejó ir frente a un Betis que entró al partido con una congoja infinita. Se la sacudió el peor Madrid del curso, de puntillas la jornada posterior al clásico. El Barça, tan romo como este Real, hoy lidera esta Liga abocada a un campeón po...
El Real Madrid estuvo tan lejos de lo que se le supone a un líder que en el Villamarín nadie definió la derrota mejor que Sergio Ramos: “Justa”. Los de Zidane se despeñaron en un duelo al que nunca llegaron salvo en el último suspiro. Entonces, ya perdido, el Real entró en combustión pelotazo a pelotazo. Antes, le faltó tanto fútbol como pulso y voracidad. Se dejó ir frente a un Betis que entró al partido con una congoja infinita. Se la sacudió el peor Madrid del curso, de puntillas la jornada posterior al clásico. El Barça, tan romo como este Real, hoy lidera esta Liga abocada a un campeón poco pinturero.
De un primer tiempo de espantos, Betis y Real Madrid se fueron más aliviados de lo que merecieron. Sobre todo, los muchachos de Zidane, que sellaron un empate a segundos de concluir el primer acto tras un periodo de barbecho. Ante un Betis llagado por su extravío en LaLiga y con revuelta popular contra el palco, el Madrid en nada pareció un equipo con el liderato en juego. Tan achatado estuvo que dio vidilla a un Betis estremecido. Tales eran sus angustias que lo mismo Guardado se llevaba un mamporro de su camarada Loren que Canales lanzaba un córner que concluía en los pies de Joel, su portero.
El Madrid iba de paso, sin más nervio que el del revoltoso Lucas Vázquez, que con machaconería buscaba centros sin que se supiera hacia quién. No había volante que se aventurara, con Modric y Kroos en palacio, en las zonas de reposo del campo. Nadie se ocupó de destemplar al becario Edgar, un pivote defensivo con cuerpo de pértiga, carrocería que le resta flexibilidad. Y apenas hubo una pisada de Vinicius, con un disparo raso desviado por dos dedos.
Tan mustio estaba el Madrid que hasta logró animar al Betis. Mediado el primer tiempo, justo tras decretarse la primera falta, Bartra cabeceó al primer anfiteatro ante los morros de Courtois. Un remate errático que hizo espabilar a los locales. El Betis se busca y se busca durante todo el curso. Pero tiene futbolistas de graduación. Por ejemplo, Canales y Fekir. La primera vez que conectaron, el francés, con una fantástica volea, puso en vuelo a Courtois, que mereció un sobresaliente.
Con qué poco se ganó el Betis la invitación a competir. Con qué poco pasaba el Madrid por el partido. Hasta que llegó el 1-0. Un gol tan estruendoso como llamativo. Ramos despejó mal y atropelló a Fekir. El beticismo se abroncó reclamando el penalti... salvo Sidnei. Ajeno a la controversia, el central arreó la pelota con tan malas pulgas que dinamitó la escuadra a la izquierda de Courtois.
Como el fútbol es una catarata de desmentidos, Sidnei se objetó a sí mismo. Quedaba medio minuto para el intermedio cuando el brasileño ejecutó otro zapatazo. Esta vez a una pierna de Marcelo. Ramos, sicólogo, cedió el lanzamiento del impepinable penalti a Benzema, seco desde hace meses.
Ni el empate ni un previsible ejercicio de autocrítica en el camerino hicieron de sonajero para los madridistas. El Real se asomó al segundo tiempo con la misma laxitud. Atónico sin la pelota y anudado con ella. Cada asalto era triunfal para el Betis, al que ya daba hilo Fekir, su mejor noticia. Incluso Joaquín. Con 38 años y 544 partidos en la Liga española —solo por detrás de Zubizarreta y Raúl—, el icónico capitán bético dejó un reflejo exacto de lo que ha sido su extraordinaria carrera. Enfiló a Courtois, le sacó la cadena con un gran regate y con el belga por los suelos y la puerta abierta de par en par, Joaquín prefirió asistir a Canales, pero se interpuso Modric. Siempre tuvo alma de extremo mensajero. Nunca fue un chacal.
Aturdido el Madrid, Zidane agitó el banquillo. Primero, echó el lazo a Mendy, obligado por la lesión de Marcelo. A rebufo del clásico, tiró de Mariano, hoy por delante de Jovic. Y no se olvidó de Valverde a costa de cerrar el partido sin Kroos y Modric. Algo se revitalizó el Madrid, al tiempo que se aflojó el cuadro de Rubi. Mendy cazó un trallazo al larguero. Pero en medio de su aparente arrebato, en un encuentro con tanta bota torcida, hasta Benzema se despistó en una jugada sencilla. Quiso conectar en medio campo con Sergio Ramos, llegó el birle de Guardado y Tello, con piernas de jamaicano, culminó el contragolpe con el 2-1. Nada hizo por otro premio un Madrid repentinamente destartalado, hoy tan lejos del Barça como antes del clásico.