Historias de césped y barro

En Barrio Bravo, el lector encontrará numerosas historias de fútbol que lo reconciliarán con el sentimiento original que lo acercaron a este deporte

Portada del libro Barrio Bravo.

Cuando llegó la policía, aquellos dos tipos yacían en el suelo de la calle. La pelea había terminado unos minutos antes. Él había acudido en auxilio de su amigo El Sordo, al que acababan de sacar del bar a empujones. Le estaban dando una paliza. Después de tumbarlos, los escupió y les quitó las carteras: quería seguir bebiendo. La justicia lo condenó a usar un brazalete electrónico, a estar en casa siempre antes de las 18:30 y a no moverse fuera de un radio de 80 kilómetros. Tenía 20 años. Jugaba en un club de la séptima división inglesa. Nueve años después, ayudaba con goles —24, en concreto—...

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Cuando llegó la policía, aquellos dos tipos yacían en el suelo de la calle. La pelea había terminado unos minutos antes. Él había acudido en auxilio de su amigo El Sordo, al que acababan de sacar del bar a empujones. Le estaban dando una paliza. Después de tumbarlos, los escupió y les quitó las carteras: quería seguir bebiendo. La justicia lo condenó a usar un brazalete electrónico, a estar en casa siempre antes de las 18:30 y a no moverse fuera de un radio de 80 kilómetros. Tenía 20 años. Jugaba en un club de la séptima división inglesa. Nueve años después, ayudaba con goles —24, en concreto— a que el Leicester se proclamara campeón de la Premie League.

El Quisco quería ser futbolista. Jugaba en las categorías inferiores del Wanderers chileno. Un día lo avisaron de que iría convocado con el equipo sub-19, que jugaría justo antes de los mayores. “Invita a tu familia, el domingo vas de titular”, le dijeron. Jugaría de volante por la izquierda. Fue una semana de nervios. De ansiedad. La noche anterior no pegó ojo. La mañana del partido, amaneció con dolor de barriga. De camino al campo, el walkman reproducía Suspicious Minds, de Elvis Presley. En el aire flotaba un aroma a oportunidad. Y llegó. Justo al final del partido. No había participado mucho en el juego pero ha se sabe que el fútbol tiene mucho de serendipia. En el minuto 85 le llegó la pelota. Estaba dentro del área. Ahí estaba la oportunidad. En ese balón estaba la dirección que tomaría el destino. Tomó la de la grada. Años después, cuando ve que un jugador falla, le sigue diciendo a su madre: “¿viste que era la cancha?”. Y ella le contesta: “Sí, mi amor”. Y lo abraza con cariño.

En Barrio Bravo (Córner), el lector encontrará numerosas historias de fútbol que lo reconciliarán con el sentimiento original que lo acercaron a este deporte. El escritor chileno Roberto Meléndez escoge y cuenta historias futboleras que abarcan desde los grandes nombres —Maradona, Pelé o Iniesta— a historias que pasaron inadvertidas para el gran público y que, gracias a este libro que se ha convertido en un fenómeno editorial, ya nunca más serán anónimas.

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