El Leganés araña un punto a una Real que se pone líder

Los donostiarras dormirán en cabeza de LaLiga, pero no dieron buena imagen ante el colista

San Sebastián -
Mikel Merino cabecea el primer gol.Juan Manuel Serrano (Getty)

La aristocrática silueta de Donostia, oculta tras el temporal que azota el Cantábrico desde hace días, se dibuja en la camiseta que estrenó la Real y que se vendía como churros en la tienda de Anoeta, enfrente, precisamente, de una camioneta que vende churros y también tenía su clientela en una noche desapacible. De elegante azul oscuro, el uniforme le daba un aire serio a un equipo alegre. Y su juego fue serio en la primera parte, casi adusto, contra un Leganés apelotonado en su área, que estrenaba entrenador, el Vasco Aguirre, pero no mejores costumbres, y que con una línea de cinco defensas...

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La aristocrática silueta de Donostia, oculta tras el temporal que azota el Cantábrico desde hace días, se dibuja en la camiseta que estrenó la Real y que se vendía como churros en la tienda de Anoeta, enfrente, precisamente, de una camioneta que vende churros y también tenía su clientela en una noche desapacible. De elegante azul oscuro, el uniforme le daba un aire serio a un equipo alegre. Y su juego fue serio en la primera parte, casi adusto, contra un Leganés apelotonado en su área, que estrenaba entrenador, el Vasco Aguirre, pero no mejores costumbres, y que con una línea de cinco defensas intentaba frenar a los donostiarras, a los que el equipo madrileño parecía tener demasiado temor como para soltarse. La táctica dio resultado a los pepineros, que sacaron un empate del nuevo líder, que lo será al menos durante unas horas. No hubo celebración alguna, sin embargo, tras un nuevo tropiezo casero.

Un remate de Merino, que desvió Cuéllar junto al poste, fue el único disparo con fuego real que intentó el equipo donostiarra, amo del balón, pero estancado en su juego, en un campo pesado por la lluvia incesante, y que no podía sacar partido del dinamismo de Portu y Oyarzabal, que apenas tenían espacios. La atolondrada zaga visitante causó más alerta delante de su propia portería que la artillería local.

Toda la primera mitad se jugó en campo del Leganés, que cuando se estiraba lo hacía con timidez, aunque tal vez resulte exagerado calificar de esa forma el juego de ataque del equipo de Aguirre, que se asustaba cada vez que atravesaba el medio campo y que únicamente inquietó en dos acciones a balón parado, en las que la pelota se paseó por el área de Remiro, pero sin que nadie rematara. El empate sin goles les iba bien, era el mensaje que transmitía el juego de un equipo apagado.

Pero frente a una Real que tiene amplios recursos atacantes, ese discurso del miedo puede ser peligroso. Pasó en un saque de esquina como podría haber ocurrido en cualquier otro acercamiento de los que Cuéllar resolvió antes del gol donostiarra. En el minuto 62 no pudo hacer nada con el remate en el primer palo de Mikel Merino, que premiaba el trabajo serio de la Real, aunque su juego no resultara demasiado alegre.

Pero en vez de sentirse segura de sí misma, a la Real le entró la duda. De repente se le observó un punto de fragilidad, en contraste con la solidez que había exhibido hasta ese instante.

El Leganés dio un pequeño paso adelante, mínimo, casi imperceptible, o se soltó, quien sabe, a sabiendas de estar perdido, y mientras bajaba el tono vital de los donostiarras, subían los biorritmos pepineros, que en su única acción lúcida de todo el partido, le abrieron el espacio a Roque Mesa para que pusiera el balón en la cabeza de En Nesyri, que desde el punto de penalti batió a Remiro. Un Leganés de mínimos, igualaba el marcador casi sin argumentos y después defendió ese punto con uñas y dientes. Con el empate, la Real duerme como líder, pero no era eso lo que quería. Acabaron serios, sin alegría.

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