El último salto de un mito

El colombiano Orlando Duque, trece veces campeón del Mundo, dice adiós a sus 45 años en Bilbao

Bilbao -
Orlando Duque salta de la plataforma del puente de La Salve, Bilbao. RED BULL CLIFF DIVING

Orlando Duque (Cali, 1974) procuró contener la emoción subido a la plataforma del puente de La Salve, el más alto de Bilbao; el que une las laderas del monte Artxanda con el museo Guggenheim. Sabía que era su último salto como clavadista profesional, que a los 45 años, como a los 20, la concentración es imprescindible para realizar los movimientos precisos en el aire durante tres segundos, antes de impactar contra el agua de la Ría, a 85 kilómetros por hora. “Tenía que olvidarme de todo. Saltar es muy peligroso. Era mi último salto, pero debía hacerlo como si fuera el primero”.

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Orlando Duque (Cali, 1974) procuró contener la emoción subido a la plataforma del puente de La Salve, el más alto de Bilbao; el que une las laderas del monte Artxanda con el museo Guggenheim. Sabía que era su último salto como clavadista profesional, que a los 45 años, como a los 20, la concentración es imprescindible para realizar los movimientos precisos en el aire durante tres segundos, antes de impactar contra el agua de la Ría, a 85 kilómetros por hora. “Tenía que olvidarme de todo. Saltar es muy peligroso. Era mi último salto, pero debía hacerlo como si fuera el primero”.

Sin embargo, no fue fácil. Cuando accedió a la plataforma, a 27 metros de altura, la multitud comenzó a aplaudir. Cientos de aficionados se colocaron entonces una careta con el rostro del mito de la coleta y la sonrisa permanente. “Cuando supe que mi último salto iba a ser en Bilbao, me alegré muchísimo. Aquí siempre me trataron de maravilla”.

El saltador colombiano comenzó a practicar su deporte muy joven: “Tenía diez años y cuando salía del colegio, era una forma de hacer deporte, de tener una disciplina por las tardes. Allí en la piscina, empecé a aficionarme y a adquirir la técnica, que fue fundamental para mi carrera”. Y poco después, a convertir el deporte en una manera de conseguir unos ingresos. “Entre unos cuantos amigos, montamos un espectáculo que iba de aquí para allá. Entonces no pensábamos que podría convertirse en una profesión, ni que este deporte crecería tanto, ni mucho menos”.

Duque se retira, castigado por las lesiones, “porque no es lo mismo recuperarse cuando eres joven, que a mi edad. Ya tenía planeado hace cuatro años que éste sería el último, era ya el momento”. Lo hace con trece títulos mundiales a sus espaldas y un par de récords Guinness. Se ha lanzado en lugares emblemáticos, como hizo desde un helicóptero junto a la Estatua de la Libertad, o en la Antártida, desde un iceberg, o en las cataratas Victoria, y ya dentro del circuito mundial Red Bull, desde el Puente Viejo de Mostar, sobre el río Neretva. Su mayor gesta, que se inscribe en el libro de los récords, es un salto perfecto en Hawái, en 2000, calificado con 10 por todos los jueces.

En Bilbao, abandona la competición, “pero seguiré saltando, y ligado al circuito mundial, que hace dos décadas parecía impensable, y que ahora tiene una difusión enorme. Trabajaré a través de la Federación internacional de Natación, también para intentar conseguir que los saltos entren en los Juegos Olímpicos. Parece que está más cerca”, aunque “es una lástima que yo no haya podido competir. Después de ganar todo lo que se podía lograr en este deporte, me faltaron los Juegos”.

Orlando es cercano, cálido en el trato con la gente. No rehúye ningún autógrafo, ninguna fotografía, siempre sonriente, y está orgulloso de que a su país se le conozca ahora mucho más por sus deportistas que por los años oscuros del narcotráfico y la guerrilla. “Es una satisfacción. Ahora nombras Colombia, dices que eres colombiano, y en cualquier lugar del mundo te hablan de fútbol, o te nombran a Egan Bernal y Nairo Quintana. Creo que el deporte ha hecho mucho por la imagen de mi país”.

En la última prueba del año del Red Bull Cliff Diving, Orlando Duque acabó en decimocuarta posición en una torneo que ganó el inglés Gary Hunt en hombres y la australiana Rhiannan Iffland en mujeres, y al colombiano le entró un poco de nostalgia. “Es normal. Cuando llega el momento siempre piensas por un instante que tal vez podría haber seguido un poco más; también te lo dicen los amigos, pero hay que poner un punto final, y es este, ya estaba decidido”. El sábado, mientras atravesaba el cielo durante tres segundos para clavarse en las aguas turbias de la Ría de Bilbao, toda la vida del clavadista colombiano pasó por su cabeza, y se emocionó como no esperaba. Ahora volverá a los saltos de aventura, por diversión, “pero no repetiré en la Antártida. Fue un salto de mucho riesgo, que necesitaba una producción enorme. Habrá otros retos”.

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