El predestinado Egan Bernal, contra todos en el Tour

El joven colombiano atrae todos los focos de la ‘grande boucle’, que comienza este sábado en Bruselas con una etapa de 194 kilómetros

Bruselas -
Egan Bernal, este jueves.AFP

A la sombra del Atomium los periodistas, contaminados por el optimismo de uno de los símbolos de los tiempos en que se creía en el milagro europeo y que el futuro tendría que ser impepinablemente mejor, y que la ciencia solo estaría al servicio de la humanidad, piden un campeón atómico para el Tour y miran a Egan Bernal.

Quieren a uno que si no llega al menos sea digno de mirar al Merckx que hace 50 años ganó el Tour el mismo día que Neil Armstrong pisó la luna, y los belgas aún dudan cuál de los dos acontecimientos fue más importante para la humanidad, y han zanjado la cuestión decidie...

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A la sombra del Atomium los periodistas, contaminados por el optimismo de uno de los símbolos de los tiempos en que se creía en el milagro europeo y que el futuro tendría que ser impepinablemente mejor, y que la ciencia solo estaría al servicio de la humanidad, piden un campeón atómico para el Tour y miran a Egan Bernal.

Quieren a uno que si no llega al menos sea digno de mirar al Merckx que hace 50 años ganó el Tour el mismo día que Neil Armstrong pisó la luna, y los belgas aún dudan cuál de los dos acontecimientos fue más importante para la humanidad, y han zanjado la cuestión decidiendo que el 20 de julio de 1969 Eddy Merckx pisó la luna con su maillot amarillo solar. Quieren todo eso y le preguntan al elegido, al joven colombiano que maravilla, si no es mucha presión tener 22 años y salir a ganar un Tour tan excepcional. Y Egan, con su mirada inteligente, de sabiduría antigua, mira a los periodistas y les responde. “No sé, no sé”, dice con dulce ironía Bernal, convertido ya en un personaje elegido por el destino. “Por las veces que lo habéis preguntado parece que la prensa sufre más presión que yo”. Y luego reconoce que siente vértigo, que mira fotos suyas de mountainbiker hace cuatro años, el chaval que quiere llegar al menos a correr un Tour, y sabe entonces que es imposible. “Y aquí estoy, sí”, dice un ciclista que marcará una época, “pero si me pongo a pensar dónde estaba hace cuatro años no me lo creo”.

Los periodistas quieren la luna y David Brailsford se la regala. “Egan está preparado física, mental y completamente para ganar el Tour”, dice Brailsford, el patrón del Team Ineos (pronúnciese timinios), un galés que puede arrogarse cierta capacidad para cumplir con tales demandas. Liderando su equipo, el antes llamado Sky, tres corredores de Brailsford, tres británicos de los que en el momento de su llegada al profesionalismo nadie habría podido sospechar que alguna vez fueran siquiera capaces de ganar una etapa, han ganado seis de los últimos siete Tours. Wiggins ganó en el 12, y Froome, segundo aquel año, tendría ya seis, los seis siguientes, si no se hubiera caído en el 14 (ganó Nibali) y si no hubiera llegado agotado al del 18 después de ganar el Giro.

El año pasado, su hueco lo cubrió su amigo Thomas, su más fiel gregario durante años. En el 19 tampoco estará Froome, caído hace un mes y muy roto (ayer abandonó el hospital y fue trasladado a su casa, donde puso, por primera vez en un mes, un pie en el suelo unos instantes, dijo Brailsford), y, vista la escasa importancia de la contrarreloj (27 kilómetros) y las siete montañas por encima de los 2.000 metros, no parece que el recorrido que empieza hoy en Bruselas sea el más apto para uno como él, más rodador que escalador.

Para escalador, Egan, que está en la nómina de Brailsford, por supuesto. El colombiano de Zipaquirá es el único que parece capaz de marcar la diferencia en ascenso respecto a todo el grupo de favoritos que apelotonados acechan, Bardet, Fuglsang, Yates, Kruijswijk, Mas, Porte, Pinot, Landa, Nairo… Lo demostró ganado la Vuelta a Suiza de la misma manera que cuando ganó la París-Niza mostró, junto a sus amigos Kwiatkowski y Rowe, un absoluto dominio de los abanicos y el llano con lluvia.

Hace unos meses, Fuglsang, el danés de 34 años que ganó la Dauphiné y la Lieja y es para muchos uno de los grandes favoritos del Tour si falla Egan pese a que aún no ha pisado el podio de ninguna grande, le llamó a Eusebio Unzue ofreciéndose para su Movistar porque, le dijo, solo en un equipo como el suyo, con ese sentido de la paciencia y del trabajo, se veía capaz de dar lo mejor en las pruebas de tres semanas. Unzue, que estaba ganado el Giro con Carapaz, apreció el elogio, agradeció la llamada y no le fichó. El futuro de su equipo que conoció el Tour en el 83, otro año de los llamados sin patrón, y los dominó casi una década con Perico e Indurain, pasa por Mas, a punto de fichar, y por Marc Soler. El presente son Landa y Nairo, cuyas acciones no emocionan a los inversores. Ambos, podría decirse, son las más grandes víctimas del extradominio de los equipos de Brailsford, y han llegado a los 29 años y el sentimiento de frustración por el Tour se les ha hecho ya grande.

Hace seis años, en el Tour de 2013, Nairo fue Egan, fue la luna, el joven escalador colombiano que le cayó al Tour sin avisar, fue la emoción con la que acabó seco y fulminante Froome en la subida más lunar del Tour, justamente, en el Mont Ventoux. Nació aquel día una relación de dependencia con respecto al británico que el colombiano solo pudo superar mínimamente derrotándolo en la Vuelta del 15. Landa, antes de liderar el Movistar, sufrió una frustración similar, haciendo de gregario para Froome.

La empinada Planches des Belles Filles (jueves próximo), las siete montañas gigantes, las tres llegadas en alto (una en Pirineos, Tourmalet, dos en Alpes, Tignes y Val Thorens), la contrarreloj por equipos de mañana, domingo, y la individual del viernes 19 de julio en Pau, serán los lugares en los que se marcarán diferencias, pero también se ganarán segundos en las bonificaciones en meta (10s, 6s y 4s) y los novísimos puntos bonus, que ofrecerán 8s, 5s y 2s a los tres primeros que pasen por lugares tales como las cimas monumentales del Galibier (2.642m) o del Iseran (2.770m), o repechos como el Muro de Péguère o la Hourquette d'Ancizan.

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