Rondón: “¿Quién esperaba un 0-0 con Brasil en su casa?”

El máximo artillero en la historia de la selección venezolana confía en dar la sorpresa ante la Argentina de Messi: “No es una cuestión de nombres, sino de hombres”

Rio de Janeiro -
Salomón Rondón, en la concentración de Venezuela en Río de Janeiro. Leo Correa (AP)

“¿Sabe lo que es el juego de las chapitas?”, pregunta Salomón Rondón (Caracas, 29 años); “le tienes que pegar a una tapa de botella con un palo de escoba. Me encantaba”. En un país donde reinaba el béisbol, el único bate al que se acercaba Rondón era al palo de escoba para jugar a las chapitas. No quería sabe nada con el béisbol, ya se había enamorado de la pelota. “Son esas cosas raras de la vida, mi viejo no tenía ni idea de fútbol, pero me llevaba todos los domingos al estadio. Y a mi hermano y a mí nos mandaron a jugar a la pelota para que gastemos energía. Así me quedé, iba con el balón p...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

“¿Sabe lo que es el juego de las chapitas?”, pregunta Salomón Rondón (Caracas, 29 años); “le tienes que pegar a una tapa de botella con un palo de escoba. Me encantaba”. En un país donde reinaba el béisbol, el único bate al que se acercaba Rondón era al palo de escoba para jugar a las chapitas. No quería sabe nada con el béisbol, ya se había enamorado de la pelota. “Son esas cosas raras de la vida, mi viejo no tenía ni idea de fútbol, pero me llevaba todos los domingos al estadio. Y a mi hermano y a mí nos mandaron a jugar a la pelota para que gastemos energía. Así me quedé, iba con el balón para todos lados”, explica el delantero del Newcastle. Sin prisas, después del entrenamiento, recibe a El País en la concentración de Venezuela en Copacabana.

No era fácil, sin embargo, encontrar con quien jugar. El fútbol entre los colegios [fue a una escuela de curas españoles, San José de Calasanz] era más competitivo que entre los clubes. “Llegué a Las Palmas con 17 años sin saber controlar un balón”, recuerda Rondón. Risas para sus compañeros, preocupación para el entrenador. “Pusieron los conitos esos amarillos. Nunca los había visto en vida”. De entrada, arrancó mal. Pero la situación empeoró. “Me dijeron: ‘controla el balón y esquiva los conos”. Rondón terminó por los suelos. “¿Qué me trajeron?”, pensó el entrenador José Manuel Rodríguez. Los fisios fueron más crueles. “Ojalá se lesione todo el año”.

Rondón ni se mosqueó y se puso el mono de trabajo. “Entrenaba dos horas por la mañana con mis compañeros y a la tarde volvía una hora y media más: controles y patear a portería. Controles y patear a portería”, recuerda el delantero del Newcastle. ¿El resultado? Se convirtió en el jugador venezolano más caro de la historia. El Málaga pagó 3,5 millones a Las Palmas. Pasó a Rusia, primero al Rubin Kazan (nueve millones) y después al Zenit (18). Hasta que el West Brom se lo llevó por 17. Una situación completamente inédita para el país caribeño.

“No me considero un símbolo. Sería egoísta de mi parte afirma eso, cuando hay muchos jugadores que lo están haciendo muy bien. Puedo tener más recorrido y he conseguido cosas importantes para mí y para el fútbol venezolano, pero me interesa más transmitir mi experiencia que convertirme en un símbolo”, subraya. Y recuerda a Juan Arango, cinco temporadas en el Mallorca, otro lustro en el Borussia Mönchengladbach. “Hubo un antes y después de Juan. Cuando yo era pequeño, había futbolistas como Dolgetta o Noriega, pero que jugaban en la liga de Venezuela. Todo cambió con Arango”, afirma. Rondón se crio con en una Venezuela en la que los futbolistas eran anónimos. “No era reconocidos porque nadie veía fútbol. Hoy ya empieza ser parte de una cultura. Y a nosotros se nos mira con otros ojos”.

A los futbolistas los respetan en Venezuela, a la Vinotinto en América. La Argentina no le ha podido ganar en los últimos tres enfrentamientos y perdió en marzo en Madrid. “Eso que nos dicen la Cenicienta de Sudamérica es una falta de respeto. Antes nos ganaban todos, ahora no. Fuimos al Monumental, con el estadio lleno, con Messi, Icardi y Agüero y empatamos a uno. ¿Quién esperaba un 0-0 con Brasil en su casa?”, enfatiza. Los colores son invisibles para la Venezuela de Dudamel, que este viernes se enfrenta a la Albiceleste de Messi en el Maracaná. “Messi es el mejor del mundo. Eso es así. Este es un juego psicológico y obviamente el Monumental impone y Anfield aprieta mucho, pero en la cancha somos 11 contra 11 y no importa el color de la camiseta. Se le puede jugar de tú a tú a cualquiera”, insiste. Y pone un ejemplo. “Con el West Brom estábamos muy cerca de descender. Fuimos a Old Trafford y ganamos. ¿Cómo un equipo prácticamente descendido le puede ganar al United en su casa? Y eso pasó. Respeto, sí; miedo, no. Ya no es más una cuestión de camiseta ni de nombres, es una cuestión de hombres”.

Venezuela nunca clasificó para un Mundial. La primera vez que participó en una Copa América fue en 1967 (el torneo se inauguró en 1916), quedó quinta. A partir de entonces, terminaba última o penúltima. En el siglo XXI la cosa empezó a cambiar. Sexta en 2007, cuarta en 2011, novena en 2015 y de nuevo sexta en 2016. Ahora busca dar la sorpresa en 2019, un placebo para el pueblo venezolano. “Es un tema por el que siempre me preguntan. Mis compañeros en Inglaterra, la prensa, todos. Y lo entiendo. No me gusta hablar de este tema porque es tan profundo, que siento que no tengo toda la información necesaria para opinar. Tampoco soy tonto y veo lo que pasa. Es evidente para todo el mundo”, explica Rondón. Manda comida y medicamentos desde Inglaterra. Ahora, el máximo artillero de la historia de la Vinotinto (24), quiere mandar goles desde Brasil. “La gente tiene dos horas de distracción, espero que se lleven una alegría en medio de toda esta marejada”.

Sobre la firma

Más información

Archivado En