Porfirio Fisac y el hambre

Su Zaragoza se mostró fuerte física y mentalmente. Cuando se ha nacido en Fuenterrebollo se ha escuchado seguro a los sabios del lugar aquello de “...no hay pan duro”

Porfirio Fisac celebra el pase a semifinales de su equipoacb photo

Fuenterrebollo es una localidad de Segovia de poco más de 300 habitantes. Si internet no engaña, ese fue el lugar de nacimiento de Porfirio Fisac, hoy flamante semifinalista de la Liga Endesa con su Tecnyconta Zaragoza. Contra todo pronóstico, el equipo de Fisac se llevó por delante al Baskonia de Velimir Perasovic, en una eliminatoria de cuartos en la que su equipo se mostró muy fuerte, física y mentalmente, en los momentos importantes de los partidos.

El pabellón Príncipe Felipe de Zaragoza estaba lleno. Cuando el baloncesto propone algo importante, la ciudad siempre responde. Zaragoz...

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Fuenterrebollo es una localidad de Segovia de poco más de 300 habitantes. Si internet no engaña, ese fue el lugar de nacimiento de Porfirio Fisac, hoy flamante semifinalista de la Liga Endesa con su Tecnyconta Zaragoza. Contra todo pronóstico, el equipo de Fisac se llevó por delante al Baskonia de Velimir Perasovic, en una eliminatoria de cuartos en la que su equipo se mostró muy fuerte, física y mentalmente, en los momentos importantes de los partidos.

El pabellón Príncipe Felipe de Zaragoza estaba lleno. Cuando el baloncesto propone algo importante, la ciudad siempre responde. Zaragoza ha sido capaz de albergar hasta dos Final Four de la Euroliga en esa instalación. Fue en 1990 y en 1995, esta última con triunfo del Real Madrid. Por eso sentíamos algo de melancolía en los años duros que ha tenido que atravesar el baloncesto profesional en esa ciudad. Por supuesto lo sentíamos por un equipo que incluso tuvo que desaparecer para volver a fundarse, pero también por una instalación cuya construcción supuso entonces un mensaje nítido de la Liga ACB a todos los aficionados: “estamos hambrientos”.

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Es muy probable que algún seguidor zaragozano estuviera recordando a sus hijos, o a sus nietos, lo sucedido el año en que fue inaugurado el pabellón. Por Europa andaba sorprendiendo un equipo vestido de amarillo, llamado KK Split. El nombre comercial de aquel club era por entonces Jugoplastika. La Jugoplastika —con el artículo femenino delante que también llevaba la Cibona de Petrovic—, había sorprendido a todos sus competidores la temporada anterior, proclamándose igualmente contra cualquier pronóstico campeón de Europa. A Zaragoza llegaba un equipo con hambre de veras. Curiosamente, uno de sus jugadores más sólidos, con el que siempre se podía contar en las grandes ocasiones, era el escolta Velimir Perasovic, autor de 12 puntos en aquella final frente al Barcelona. Empequeñecido el equipo de Aíto frente a la confianza en sí mismos de tipos como Perasovic, y por supuesto como Toni Kukoc, Dino Radja o Dusko Ivanovic, este último ejerciendo de capitán malacara, aquello se entendía del todo conociendo la personalidad del entrenador a los mandos, Bozidar Maljkovic, que si internet no me engaña había nacido en Otoçac, una localidad croata que cuenta hoy con apenas 10.000 habitantes.

Dejamos Zaragoza con Porfi Fisac declarando, sin subir el tono de voz, que estaba contento, pero que “lógicamente” ya estaba “pensando en el siguiente partido”, y nos metimos de lleno en la pugna entre Unicaja y Valencia Basket, dos equipos que necesitan sacar estas eliminatorias adelante para reforzar la autoestima de sus aficionados. Y en los banquillos, otros dos tipos con una historia de admirable impacto en su palmarés. La de Luis Casimiro, ya la contamos en una carta anterior en la que hablábamos de Joan Creus, y es difícilmente igualable —su Manresa campeón de Liga ACB 1997-98 es la película Hossiers de nuestro baloncesto—. La de Jaume Ponsarnau está en un punto álgido de la trama, tras llevar a Valencia al título de Eurocup en su primera temporada como primer entrenador del equipo. En la puerta del vestuario de uno de mis equipos, alguien había colocado un cartel provocador: “aspira a lo imposible para llegar a lo posible. El que solamente aspira a lo posible, nunca llega a nada”. Pero ese cartel sólo tiene efectos sobre un grupo de alto rendimiento cuando se ha paseado antes por las calles de Fuenterrebollo y se ha escuchado bien a los sabios del lugar. “Porfi, acuérdate cuando salgas de aquí; contra el hambre no hay pan duro”. Y Porfi, “lógicamente”, sigue hambriento.

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