El Giro se despide de los sprints en la casa de Fausto Coppi

Segunda victoria de Caleb Ewan la víspera del comienzo de la montaña

Ewan se impone en Novi Ligure (Italia). ALESSANDRO DI MEO (EFE)

El ciclismo necesita como el aire de sus héroes, que le legitiman y le dan sentido, y cuentan la historia de la sociedad en la que nacen.

Necesita rememorar a Coppi, que este 2019 habría cumplido 100 años, y a su vecino y ancestro Girardengo, que nació en Novi Ligure, donde termina la etapa, premonitoriamente la noche de marzo de 1893 en la que la ciudad del Piamonte inauguró sus primeras farolas y dejó de estar iluminada solo por la luna. El Giro se acuerda de ellos, sus primeros campionissimi, y les homenajea y en la cena del Movistar los ciclistas comparten charla con Adrian...

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El ciclismo necesita como el aire de sus héroes, que le legitiman y le dan sentido, y cuentan la historia de la sociedad en la que nacen.

Necesita rememorar a Coppi, que este 2019 habría cumplido 100 años, y a su vecino y ancestro Girardengo, que nació en Novi Ligure, donde termina la etapa, premonitoriamente la noche de marzo de 1893 en la que la ciudad del Piamonte inauguró sus primeras farolas y dejó de estar iluminada solo por la luna. El Giro se acuerda de ellos, sus primeros campionissimi, y les homenajea y en la cena del Movistar los ciclistas comparten charla con Adriano Malori, su héroe privado, que les ha visitado como hace siempre que el Giro pasa cerca de su casa. Malori era uno de ellos, ayudó a Nairo a ganar su Giro y hasta un día de enero de 2016 en el que una caída pavorosa, en la que se golpeó fuerte la cabeza, le dejó en coma varios días y con secuelas en el habla y en los movimientos de su cuerpo para el resto de su vida, y tiene 31 años. “Estás fino como un pincel”, le dicen, y él sonríe y contesta que sigue saliendo en bici y ayuda a personas que sufren accidentes neurológicos como el suyo y les motiva para que nunca se rindan. Los compañeros padecen con él y conviven con la idea de que ellos también pueden ser víctimas también, pero se la quitan rápidamente de la cabeza, prefieren pasar por inconscientes que juegan con el riesgo, y se suben a la bici para sentirse Coppi y Girardengo a la vez, miembros de una especie única.

Así sobreviven, engañándose, cuando se lanzan a la carretera lisa, lisa, 220 kilómetros, infinita por la orilla sur del padre Po que se desliza perezoso por la llanura padana fértil al ritmo de la canción de Paolo Conte, y lo remontan hacia sus fuentes, hacia las fuentes del ciclismo también. Están a mitad de camino del Giro, la etapa 11ª, 10 pasadas, 10 por llegar, por una carretera que recorre de este a oeste el paralelo 45, la línea que coarta la tierra a mitad de camino de ecuador y polo norte. Al norte están las montañas, donde nace el Po, donde el Giro dibujará por fin recorridos dignos de su leyenda. Entre aprensivos y ansiosos, deseando y temiendo, los corredores miran a las montañas, al primer primera, el Montoso (1.248m), que ascenderán hoy poco antes de pelearse en Pinerolo en una cuesta de 500m al 20%, y de piedras. Pero antes hay que llegar a Novi Ligure, donde el ciclismo es un museo, donde Coppi se hizo ciclista repartiendo en bicicleta los pedidos de la charcutería en la que trabajaba de aprendiz junto a una fábrica de chocolate.

Han salido de Carpi, donde les cuentan que Dorando Pietri era camarero que corría entre las mesas de la terraza sirviendo cafés antes de ser el héroe insólito del maratón de los Juegos Olímpicos de Londres de 1908, descalificado después de terminar primero porque le ayudaron a levantarse cuando se cayó agotado, y Cima, Frapporti y Maestri tienen ante sí un desafío épico. Los tres modestos italianos se disputan el premio de la Fuga, 4.000 euros que recibirá el que más kilómetros recorra escapado el Giro, y cuando se va uno, los otros están obligados a seguirle. Suman 195 kilómetros más en una clasificación que Frapporti (815 kilómetros fugado en las 11 etapas disputadas) lidera con holgura. Y una vez absorbidos, a 25 kilómetros de la llegada, deben seguir vigilándose; el que termine primero la etapa se llevará 150 euros.

Tampoco le falta espíritu (y algo de mala leche) al duelo entre Démare y el vendado Ackermann por el maillot ciclamen que comienza en una meta volante y termina en el sprint final, y el viento de cara. Allí gana Ewan, su segunda victoria, y aumenta la depresión de Viviani, cuarto tras Démare (ahora vestido de ciclamen) y Ackermann. El campeón italiano, ganador de cuatro etapas el pasado Giro, cree que se le ha olvidado esprintar.

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