El VAR auxilia al Valencia en el Coliseum

Un gol de penalti de Parejo decretado tras una revisión arbitral acaba con el Getafe en un encuentro tenso e intenso

Garay trata de rematar en presencia de Bruno.Denis Doyle (Getty)

En la mayoría de casos los empates no se merecen. Son consecuencia directa del desacierto de uno de los dos equipos, o del mismo modo, del acierto de ambos, cuando sucede que las fuerzas de uno anulan las del otro. Ayer en el Coliseum Alfonso Pérez se fraguaba un reparto equitativo entre Getafe y Valencia hasta que una revisión televisiva dio al traste con él. El agarrón de Bruno sobre Gameiro, tan incuestionable como inútil, pues el balón a por el que corría el francés ya estaba en manos de Soria cuando las primeras fibras de su camiseta empezaron a estirarse, acabó por entregar la victoria a...

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En la mayoría de casos los empates no se merecen. Son consecuencia directa del desacierto de uno de los dos equipos, o del mismo modo, del acierto de ambos, cuando sucede que las fuerzas de uno anulan las del otro. Ayer en el Coliseum Alfonso Pérez se fraguaba un reparto equitativo entre Getafe y Valencia hasta que una revisión televisiva dio al traste con él. El agarrón de Bruno sobre Gameiro, tan incuestionable como inútil, pues el balón a por el que corría el francés ya estaba en manos de Soria cuando las primeras fibras de su camiseta empezaron a estirarse, acabó por entregar la victoria al Valencia. Parejo no engañó a Soria desde los once metros, pero el balón se coló bajo sus brazos y rebotó en las redes de la portería de un Getafe que hizo tantos méritos como su rival para llevarse algo a la boca.

El ímpetu físico del equipo de José Bordalás logró contener el mejor pie del Valencia. Parejo y Coquelin remaron a contracorriente para tratar de ordenar el juego de su equipo frente al frenesí azulón. Corre por obligación y por gusto el Getafe, armado como está para no jugar con el tiempo y exprimirse permanentemente. Con Amath y Ángel recorrió millas en ataque una y mil veces para alcanzar la portería de Neto. Jorge Molina se ocupó de todo lo demás para lo que no hace falta pisar el acelerador.

Eso sí, quien dispuso de las ocasiones más claras para hacer gol fue el Valencia, y de todo el Valencia, Rodrigo Moreno. Por tres veces se plantó solo ante Soria el atacante zurdo, a escasos metros de la línea de gol, y en todas ellas le ganó la partida el portero del Getafe, verdadero artífice del cerrojo y uno de los jugadores más destacados de su equipo. Tampoco vivió tranquilo Neto al otro lado, especialmente cuando el balón venía golpeado desde alguna acción de estrategia y las cabezas de Cabrera o Bruno asomaban por su portal. Un testarazo del central uruguayo llegó a chocar contra el poste, con mucha menos intensidad, eso sí, con la que lo hizo minutos después un disparo de Jorge Molina desde el área pequeña, que se dio de bruces con el larguero.

Jugaba en largo el Getafe con Molina y en corto a partir de Portillo, mientras el Valencia intentaba permanentemente sacar del letargo a un Guedes de desempeño insípido. Errado en el mano a mano, Rodrigo cayó a la banda derecha y desde ahí acertó a comprometer a un Antunes en permanente estado de excitación. Porque el Getafe es fútbol sin masticar, y al Valencia, de momento, el control de la pelota se le hace bola.

Sin pausa

Sin goles en el marcador los púgiles seguían golpeando, demostrando que la posibilidad de noquear al rival no era una estrategia a abandonar. Transcurrían los minutos de un lado al otro, con el centro del campo como zona cero del desastre creativo. Un muro de contención incapaz de dominar a la corriente en ninguna dirección. A Arambarri se le cargaban tanto las piernas corriendo detrás del balón como le ocurría Coquelin tratando de atrapar la pelota. Igual que a Paulista y a Garay remendando cualquier espacio libre en la retaguardia, de la misma forma que funcionaban sus colegas Cabrera y Bruno. Mientras tanto, en la delantera, las escenas ocurrían a toda velocidad.

Quizás por eso, cuando Gameiro entró al campo y su par de piernas frescas amenazaron tormenta a Bruno se le ocurrió agarrarle incluso cuando su presa no tenía ninguna oportunidad de llegar a un pase interior demasiado largo. El árbitro del encuentro, De Burgos Bengoetxea, se acercó al monitor para revisar una jugada que en directo no le llamó la atención y señaló el punto de penalti después de mostrarle la segunda tarjeta amarilla al central azulón. Parejo, que no había disparado a puerta en todo el encuentro, no falló y cerró la segunda victoria de la temporada para su equipo.

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