Ni Sagan le respira a Valverde, que le derrota en Almadén

Segundo triunfo de etapa para el murciano, que se acerca al maillot rojo a golpe de bonificación

Valverde celebra su triunfo en la meta de AlmadénMANUEL BRUQUE (EFE)

Cuando Alejandro Valverde ganó su primera etapa en la Vuelta, hace 15 años, Miguel Moreno aún estaba ahí.

Los ratos muertos se juntaba a charlar con sus colegas Echavarri y Mínguez tan plagadas de sobreentendidos que ningún oyente intencional se enteraba de nada, y cuando quería meter baza para que le explicaran algo, siempre le saltaba Moreno, enfadadísimo. “Estamos aquí disfrutando tan a gusto y ya llegó el sordo y jodió el concierto”. Y todos reían. Moreno dirigía equipos pequeños, de torerillos, como le gustaba llamar a sus ciclistas, les leía a Baudelaire al acostarse, “para enseña...

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Cuando Alejandro Valverde ganó su primera etapa en la Vuelta, hace 15 años, Miguel Moreno aún estaba ahí.

Los ratos muertos se juntaba a charlar con sus colegas Echavarri y Mínguez tan plagadas de sobreentendidos que ningún oyente intencional se enteraba de nada, y cuando quería meter baza para que le explicaran algo, siempre le saltaba Moreno, enfadadísimo. “Estamos aquí disfrutando tan a gusto y ya llegó el sordo y jodió el concierto”. Y todos reían. Moreno dirigía equipos pequeños, de torerillos, como le gustaba llamar a sus ciclistas, les leía a Baudelaire al acostarse, “para enseñarles humildad”, decía, y les pagaba el sueldo sacando billetes morados de 5.000 de la caja de puros en la que transportaba la fortuna del equipo. Tiene 78 años, y está detrás de las vallas que delimitan el sprint especial de Villanueva de Córdoba, que es su pueblo y la capital de los Pedroches y el jamón. Ve pasar veloz a la fuga y al pelotón que persigue y se acerca. Allí entrevé fugaz a Valverde y su maillot verde, y se acuerda de cuando él, que no solo tuvo equipo de torerillos, dirigía a Sean Kelly, y le asistía en los Mundiales poniéndose una camiseta verde con trébol, lo más irlandés que podía encontrar.

Quedan 70 kilómetros para Almadén, que tuvo minas y tiene una plaza de toros hexagonal con viviendas para los mineros. Carreteras estrechas de magnífico asfalto entre encinas de hojas blanquecinas, y el sol que sigue abrasando, y todos piden agua y se quejan del calor, que al menos es seco, y parece que no sudan tanto. Es el paisaje de una película de los años 60, el falso neorrealismo del Soy Minero y si se pone de fondo la taranta de Antonio Molina hasta parece que el pelotón pedalea en alegre marcha hacia la cuesta que coronan las estructuras del parque minero, donde se extraía, como enseñaban en la escuela antaño, mercurio para todos los termómetros del mundo.

En la cuesta, a Valverde le dice su director que coja la rueda del que le había ganado la víspera, Sagan, y Valverde obedece. Se sobresalta porque a falta de 500 metros su rueda roza las patas de una valla, y parece que pierde el ánimo, pero da la vuelta, y se recupera, es barrenero porque a él nada le espanta, recuerda, y persigue de nuevo a Sagan hasta que alcanza al tricampeón del mundo y le supera fácil. A Valverde, 38 años, 11 etapas ganadas en la Vuelta ya, nadie le respira. Ni Sagan, por supuesto. El líder, Molard, al que tiene 37s, dbería dejar el maillot rojo el domingo en La Covatilla. "Yo no sé si lo heredaré", dice Valverde, que gracias a los 10s de bonfificación ya está a 37s solo. "Pero La Covatilla seguro que nos dice si puedo luchar para ganar la Vuelta. Y Nairo también está muy bien".

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