El Eibar gana a la Real Sociedad en el descuento

El conjunto armero remonta después de que los donostiarras se adelantaran de penalti

Marc Cardona celebra el primer gol del Eibar.Javier Etxezarreta (EFE)

Los autocares de los equipos de la Liga, esos artefactos diseñados para viajar con todas las comodidades de acá para allá, pero que sólo se utilizan para trayectos cortos, –del aeropuerto al hotel, del hotel al campo–, aparcan en Ipurúa en una cuesta pronunciada, el comienzo de la subida al puerto de Elgeta, de segunda categoría en las carreras ciclistas.

En el campo del Eibar no hay parkings subterráneos, ni zonas exclusivas. Sólo una carretera estrecha, unos conos y un par de vallas. Los jugadores pasan al lado de una docena de aficionados. Se puede olfatear la colonia que usan. De ma...

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Los autocares de los equipos de la Liga, esos artefactos diseñados para viajar con todas las comodidades de acá para allá, pero que sólo se utilizan para trayectos cortos, –del aeropuerto al hotel, del hotel al campo–, aparcan en Ipurúa en una cuesta pronunciada, el comienzo de la subida al puerto de Elgeta, de segunda categoría en las carreras ciclistas.

En el campo del Eibar no hay parkings subterráneos, ni zonas exclusivas. Sólo una carretera estrecha, unos conos y un par de vallas. Los jugadores pasan al lado de una docena de aficionados. Se puede olfatear la colonia que usan. De marca. En Eibar todo es cercanía. Desde lo alto de la grada también se huele la hierba, que tiene problemas como los de Zorrilla, aunque más leves. Huele a tortilla de patatas en la pausa; se aprecia de cerca el sudor de los futbolistas, se escuchan sus gritos.

Es otro fútbol en la misma Liga de los grandes coliseos, aunque hace un par de años que ya no se rifa el jamón en el descanso, sino una camiseta. Se cae Theo Hernández y no encuentra los seis metros que estipula la UEFA para un estadio de cuatro estrellas, sino que se queda encajonado en la cueva de la cámara de televisión, entre el operador y las cajas amontonadas. Le cuesta salir. Así es el fútbol en Ipurúa, más en un derbi.

La Real sabe que la rampa de la carretera de Elgeta, donde estaciona su autocar, no es nada al lado de lo que le espera en el césped, un Eibar en tromba, lo que menos le gusta a un equipo de media cocción como el de Asier Garitano, exquisito de medio campo hacia delante, pero que sufre cuando el rival muerde. Y el Eibar muerde. Por la banda de Orellana, que se recrea en exquisiteces; por el centro, donde bullen Marc Cardona y Enrich, dos pesadillas. Sin embargo, los desajustes se pagan.

Por eso llega el primer gol del partido. Se lía la defensa del Eibar, muy adelantada, y permite el contragolpe de Oyarzabal, que juega en ventaja para Juanmi. Dmitrovic le derriba en una de esas acciones que no tiene que dirimir el VAR. Por cristalinas. Pero tirar un penalti, que parece un asunto sencillo, visto desde la tribuna, exige templanza, tino y técnica. Cuando lo tira la Real Sociedad, la acción se convierte, además, en un elemento de alto riesgo.

A principios de año, Xabi Prieto sufrió una lesión al lanzar una pena máxima contra el Levante. Retirado el gran capitán, William José tomó el relevo. Marcó, ajustado al poste, sin opción para el guardameta, y apenas lo celebró. Notó una molestia, se tiró al suelo y pidió el cambio. Los contratos de la Real tendrían que llevar un plus de peligrosidad para los lanzadores. El gol, pese a todo, desanimó más a la Real, que perdía a su goleador, que al Eibar, que lo interpretó como una oportunidad para tirar de orgullo y mirar hacia delante. Incomodó a los blanquiazules, les arrinconó en su campo, hasta que Arbilla remontó la banda hasta la línea de fondo y centró para que Enrich dejara pasar y Cardona fusilara a Rulli. El partido se desactivó con el empate.

A la Real no le funcionaba el contragolpe y al Eibar se le estropeó Orellana en el último minuto de la primera parte. Dos de los actores principales quedaron fuera de combate antes de la pausa. Tras ella, el partido se dislocó y perdió ritmo. Sólo Juanmi le puso picante con un remate en plancha a dos metros de la portería, que Dmitrovic rechazó con una espectacular parada. Tras esa ocasión no hubo más durante muchos minutos.

El partido caminaba paso a paso hacia el empate hasta que a la Real, que se enreda casi siempre en los instantes finales, se le vino el mundo encima. En el 87, el joven Martín Merquelanz, una de las promesas de la cantera de Zubieta, sustituyó a Illarramendi en lo que parecía un cambio testimonial. Apenas un minuto más tarde, el chaval se rompía junto a la banda en una acción intrascendente, una desgracia, que se agigantó todavía más cuando poco más tarde, ya sobre el descuento, Jordan centró desde la derecha y Charles, lanzándose de cabeza, batió a Rulli para darle los tres puntos al Eibar. La Real sabía que Ipurúa está en una cuesta, pero llegó sin aliento a los últimos metros. El “sprint” fue para lo de casa.

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