El Celta fulmina una bella historia intergeneracional

El equipo vigués endereza el rumbo hacia Europa tras remontar un tanto de Erik Expósito, delantero de Las Palmas que marcó en el mismo estadio que estrenó su bisabuelo con un gol hace 90 años

Erik Expósito controla la pelota ante Roncaglia.Salvador Sas (EFE)

Murió en la orilla Las Palmas, que tuvo cerca el triunfo y se fue de Balaídos con una derrota infligida sobre la hora, dolorosa cuando cada punto cuenta en un contexto como el de la pelea por la permanencia en la que se impone tanta pobreza de resultados. El gol del Celta se cantó en Vigo porque ubica bien a los locales en la lucha por entrar en la Europa League, a tres puntos del sexto puesto que no hace tanto parecía inalcanzable. Pero se gritó también en Málaga, en la Valencia levantinista y… en A Coruña, donde esperan a Las Palmas dentro de dos semanas en un duelo capital.

El partid...

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Murió en la orilla Las Palmas, que tuvo cerca el triunfo y se fue de Balaídos con una derrota infligida sobre la hora, dolorosa cuando cada punto cuenta en un contexto como el de la pelea por la permanencia en la que se impone tanta pobreza de resultados. El gol del Celta se cantó en Vigo porque ubica bien a los locales en la lucha por entrar en la Europa League, a tres puntos del sexto puesto que no hace tanto parecía inalcanzable. Pero se gritó también en Málaga, en la Valencia levantinista y… en A Coruña, donde esperan a Las Palmas dentro de dos semanas en un duelo capital.

El partido dejó además una epopeya sin final feliz en lo colectivo para su protagonista, Erik Expósito, delantero del filial que se alineó con Las Palmas ante la baja por sanción de Calleri. Marcó su primer gol en la máxima categoría, el que adelantó a su equipo y trazó una curiosa línea con la historia, con Graciliano Luis que era tinerfeño y delantero. Jugó en el Celta y apenas tuvo recorrido en el equipo, pero formaba parte del equipo cuando dejó el desaparecido campo de Coia para trasladarse no muy lejos de esa ubicación, a Balaídos. Allí entró en la historia del club cuando el 30 de diciembre de 1928 marcó el primer gol en el nuevo estadio en un partido amistoso contra el Real Unión. Casi noventa años después, su bisnieto Erik Expósito marcó en el coliseo vigués contra el Celta. No le valió para sumar puntos, pero sí para lograr un singular guiño. “Es un gol que recuerda muchas cosas, pero el sabor es agridulce”, dijo el chico antes de irse hacia la ducha.

El partido se planteó como un aparente juego de errores, con un cierto riesgo en alguna toma de decisión sobre el césped que auguraba trabajo pero los porteros. Pero casi nadie se equivocó en la destrucción y sí en la construcción. Parecía que el talento tenía espacios disponibles para poder expresarse, pero lo que se sucedió durante bastantes minutos fue una serie de imprecisiones en los pases o en los desmarques para trabajar al filo del fuera de juego. Todo transcurrió sin chicha, carente de claridad en el inicio de las acciones, sin llegadas al área.

El Celta no acabó de gestionar con acierto el jeroglífico que le planteaba la defensa adelantada de Las Palmas. No le molestaba que el equipo que prepara Paco Jémez fuese a buscarlo bien adelante, pero no encontró la finura para llevar el balón con claridad hasta sus delanteros. Apenas enfiló durante la primera parte la meta que defendía Chichizola en una acción a balón parado que remató Hernández de cabeza. Poco bagaje ante un rival que ni siquiera amagó, que se manejó con la desconfianza propia de un equipo que apenas ha ganado un partido a domicilio en lo que va de Liga. Fue en la tercera jornada en Málaga, desde entonces en once visitas Las Palmas solo había podido marcar en San Sebastián.

Expósito, un delantero a la antigua usanza, propició que Las Palmas diese un pequeño paso para rebasar uno de sus límites. Ya llegaban a Vigo tras lograr sendos empates sin goles en sus dos últimos desplazamientos a Bilbao y Leganés. Ante el Celta tuvieron el partido en la mano cuando poco después de que marcase Expósito, el lateral Aguirregaray recogió un rebote en el área y envió la pelota cerca del palo. Dos goles de desventaja casi seguro hubiesen sido una losa para el equipo que adiestra Juan Carlos Unzué, que no acaba de soltarse porque apunta mucho más de lo que ofrece.

Encontró vida el Celta. Si cuando las cosas salen mal hay que mirar hacia los ausentes, en esta ocasión la mirada debía orientarse hacia Wass, que se quedó en la grada por una lumbalgia. Su equipo echó de menos su dinamismo, su capacidad para asociarse y su verticalidad para romper líneas. Se convirtió en previsible y defendible el Celta, pero el marcador en contra le desató, mal negocio para Las Palmas, que sufre atrás. Empató con media hora por jugar tras aprovechar una excelente maniobra del sutil canterano Brais Méndez, un ejemplo del tipo de futbolista que brota ahora en el vivero celeste, cabeza levantada, categoría, toque, cierta frialdad. Chichizola sacó como pudo un remate suyo tras ganarse un espacio en el área. La acción la había iniciado Hugo Mallo en la derecha y la acabó Jonny en la izquierda, los dos laterales como puñales.

A partir de ahí bastante tuvo Las Palmas con abrir el paraguas. Chichizola se hizo grande ante una rosca de Pione Sisto, que en su rol de suplente salió dispuesto a recuperar galones con una marcha más que el resto de compañeros. Trataron de ir a rebufo del extremo de origen sudanés y lo hicieron. Apareció Iago Aspas, más gris que de costumbre durante toda la noche, para en su última bala derribar la zaga canaria y habilitar a Hernández, que hizo el gol del triunfo local cuando ya no había apenas tiempo para la réplica.

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