La Real Sociedad se despide de Europa

El cuadro donostiarra acaba en inferioridad numérica y cae tras una mala segunda parte en la que no pudo imponerse a un Salzburgo joven y correoso

Remate de Raúl Navas que supuso el gol de la Real Sociedad.KRUGFOTO (AFP)

El fútbol es un juego de errores, decía Johan Cruyff. Cuantos más hay mayor divertimento para el espectador, asi que es más que probable que el partido perfecto acabase con empate a cero. Real Sociedad y Salzburgo son buenos equipos, pero no están del todo bien acabados. Les duele atrás, cuando tienen que defender cerca de su portería. Por ahí vino la salsa de una eliminatoria entretenida que se llevó el Salzburgo falló menos y tuvo el acierto de golpear en...

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El fútbol es un juego de errores, decía Johan Cruyff. Cuantos más hay mayor divertimento para el espectador, asi que es más que probable que el partido perfecto acabase con empate a cero. Real Sociedad y Salzburgo son buenos equipos, pero no están del todo bien acabados. Les duele atrás, cuando tienen que defender cerca de su portería. Por ahí vino la salsa de una eliminatoria entretenida que se llevó el Salzburgo falló menos y tuvo el acierto de golpear en instantes clave. Lo hizo en Anoeta para empatar en la ultima jugada del partido y llevarse la manija para emplearla en su casa. Lo repitió en esta segunda cita en un inicio de partido a cara o cruz o en el momento de la resolución, cuando la Real trataba de lanzarse a por el triunfo y se encontró con una expulsión, un penalti, un gol y una lesión de su portero. Y fuera e Europa.

La Real Sociedad llegó a Salzburgo con la obligación de marcar gol tras el empate a dos de la ida, detalle que le invitaba a abrirse y gestionar el partido con una cierta alegría. Lo hizo desde que dibujó la alineación, con siete variaciones respecto al duelo de la semana anterior, con Canales, Zurutuza, Januzaj, Oyarzabal y Agirretxe en el mismo once. Se encontró a un rival que de nuevo fue a buscarle bien arriba, pero recibió el envite y respondió. Nunca volvió la cara el equipo donostiarra, generoso en el esfuerzo, sin gasolina en un doloroso epílogo en inferioridad numérica al que aún así llegaron vivos y a un gol de forzar una prórroga. No llegó ese alargue que casi fuerza Januzaj en una postrera acción en la que se disfrazó de nueve para manejarse de espaldas a la portería y sacar un zurdazo que estrelló en el cuerpo del porterio austriaco.

A la Real Sociedad le dolió el primer giro del partido. A los siete minutos una recuperación en campo del rival finalizó con un buen centro de Zurutuza que Oyarzabal cabeceó al larguero. Fue tan franca la oportunidad que pareció sencillo imaginar que pronto iban a llegar más, que la Real iba a tener argumentos para someter al Salzburgo. Pero mientras los donostiarras rumiaban el remate de Oyarzabal, dos pases del equipo centroeuropeo encontraron un latifundio en la banda izquierda para que el lateral Lainer habilitase al israelí Dabbur, que marcó con una sutil finalización. Sonó como una sinfonía que hubiese firmado el propio Mozart.

El cuadro austriaco tiene un punto indomable, el de la juventud, el que se deriva de atesorar una prole de futbolistas sobre los que es fácil intuir que en pocos años tendrán detrás interesantes carreras. Esta suerte de equipo nodriza plurinacional de Red Bull es un filón para los cazatalentos y a día de hoy un rival estimable. El malí Samassekou tiene 22 años, su compatriota Haidara dos menos, los mismos que el motorcito austriaco Schlager. Conforman un centro del campo que define al Salzburgo, dinámico, activo, novel, pero no por ello de pierna débil. Pero la Real encontró también un oponente irregular, con las tachas propias de muchos futbolistas que inician camino y que además están acostumbrados a manejarse en una liga en la que dominan con sencillez muchos partidos.

Por eso cuando apretó la Real sintió que tuvo el gol cerca. Le costó, con todo, coger el hilo al partido porque el Salzburgo lo viró primero hacia el frenesí que le convenía y luego lo trabó. En la pausa crecieron los chicos de Eusebio, impusieron su categoría. Cuando el partido caminaba hacia la media hora sentían que el partido era suyo. Justo entonces llegó el empate, en el momento del mayor acoso, tras un córner botado por Canales que cabeceó Raúl Navas a la red en una posición nada sencilla.

La inmediata respuesta del Salzburgo pudo acabar en penalti tras un error defensivo de la Real, pero el árbitro aplicó bien el reglamento en un balón que se estrelló en el brazo de Illarra cuando el mediocentro vasco trataba de recogerlo. Quedaba una hora de partido, pero a partir de ahí el reloj comenzó a pesarle a la Real, más que nada porque sintió la incomodidad de que todo su trabajo no le acercaba a la meta. Algún detalle de Januzaj, alguna subida de Odriozola, detalles de Canales y algunos menos de Oyarzabal. Se incomodó el equipo de Eusebio y el partido se trabó hasta que ya enfilando la recta final el coreano Hwang, un vivales, forzó la segunda tarjeta amarilla de Raúl Navas y en la jugada siguiente provocó un penalti que transformó Berisha.

Fue entonces cuando Rulli se fue lesionado y Eusebio tuvo que emplear su tercer cambio en un portero. Ya había gastado otro en el descanso en suplir a un lateral, De la Bella. Semejaba agotada la Real Sociedad, pero encontró un último aliento en la debilidad defensiva del Salzburgo y en su propio coraje. Con una pizca de fútbol directo y de balones al área hizo temblar a los sus inexpertos rivales. Demasiado tarde.

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