Balaídos contempla unas bellas tablas entre Celta y Espanyol

El cuadro perico frustra en los instantes finales con un gol de Gerard Moreno la remontada local cimentada en la posesión de la pelota y dos tantos de Maxi Gómez

Diego López, meta del Espanyol, trata de despejar la pelota ante Maxi GómezQuality Sport Images (Getty Images)

Un magnífico partido acabó en tablas, empataron dos equipos que entendieron el partido de manera opuesta y extrajeron fruto de ello. Celta y Espanyol sumaron tras un carrusel de emociones y alternativas que culminaron con un gol de Gerard Moreno en los instantes finales de partido. Así rescató el Espanyol un punto trabajadísimo y se le escapó al Celta, que juró en arameo con el pitido final porque se vio ganador tras remontar un partido gracias a un despliegue que le dio una posesión de la pelota durante casi tres cuartas partes del partido. Al final quedó claro que el fútbol tiene diferentes ...

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Un magnífico partido acabó en tablas, empataron dos equipos que entendieron el partido de manera opuesta y extrajeron fruto de ello. Celta y Espanyol sumaron tras un carrusel de emociones y alternativas que culminaron con un gol de Gerard Moreno en los instantes finales de partido. Así rescató el Espanyol un punto trabajadísimo y se le escapó al Celta, que juró en arameo con el pitido final porque se vio ganador tras remontar un partido gracias a un despliegue que le dio una posesión de la pelota durante casi tres cuartas partes del partido. Al final quedó claro que el fútbol tiene diferentes caminos para el éxito.

El Celta tuvo un inicio abrupto, de esos que ponen a prueba la estructura mental de un colectivo. Comenzó mandón, con dominio y llegada, con argumentos para someter y encerrar a su rival, pero de manera inopinada sin previo aviso El Espanyol le golpeó y muy duro. Marcó en su primera conexión y desnudó al Celta, un equipo al que da gusto ver jugar con la pelota en los pies, pero que sufre sin ella porque entre sus virtudes no figura la de la ferocidad. El gol que le puso cuesta arriba el partido delata su blandura, su falta de codicia en los balones divididos incluso en zonas sensibles del campo. A una serie de rechaces en la medular llegaron tarde todos los futbolistas celestes que intentaron oponerse a los del Espanyol. La pelota cayó a pies de Gerard Moreno, que no solo opera como goleador sino que engancha. Lo hizo con Leo Baptistao, un especialista en la búsqueda y la explotación de los espacios que no dudó en el mano a mano ante Rubén Blanco.

El gol asentó al Espanyol. Y lo necesitaba. Había comenzado tibio, sin poder asentarse con la pelota, en un bucle perseguidor. Fue a más y el partido lo agradeció porque el Celta no perdió el oremus, fue paciente y aplicó su plan de juego. Es una delicia ver jugar al equipo que prepara Juan Carlos Unzué porque ya no es que tenga las ideas claras y es capaz de exponerlas sino que ese boceto es agradable a la vista del aficionado pelotero. Sus partidos están plagados de magníficos gestos técnicos, de controles excelsos, de combinaciones precisas, de golpeos como los de su meta, excepcional en los desplazamientos para dar salida a su equipo por los flancos ante la presión del rival. Con esas bases, y en cuanto el Espanyol se vino arriba, el partido viró hacia un bello espectáculo.

Le faltó pegada, con todo, al equipo perico, que acechó a la contra, pero no llegó a culminarlas en los poco más de veinte minutos que estuvo en ventaja en el marcador. Era un plus porque bastante tenía con trabajar para taparse. El Celta construyó a un ritmo elevado, juntó pases para avanzar metros y que se jugase en campo del rival, que todo pasase allí, las llegadas o las transiciones. El Espanyol minimizó errores, pero acabó golpeado por dos conexiones entre Hugo Mallo y Maxi Gómez. La primera la detuvo Diego López, la segunda acabó en la red. En ambas remató el fornido delantero uruguayo de cabeza. Y aún tuvo otro gol, este en sus botas, antes del descanso tras una espectacular conducción de Iago Aspas y ulterior respuesta del meta espanyolista.

El Celta espesó en el descanso. Regresó con la misma vocación que antes del receso, buscó el frenesí, pero no lo encontró porque el Espanyol acertó a tapar mejor las bandas, ofreció más ayudas por ejemplo a Marc Navarro ante Pione Sisto y detectó mejor las subidas de Hugo Mallo por la derecha del ataque celeste. Porque siempre que encontró amplitud hizo daño el Celta. Por ahí nació ya superada la hora de juego una nueva oportunidad para que Maxi Gómez mostrarse de nuevo su testa, para que también Diego López exhibiese su excelente nivel bajo palos, felino, con jerarquía. Insistió el Celta, que dirimió todo el partido con una fe inquebrantable. Para entonces ya había dado cancha Quique Sánchez Flores a Sergio García en sustitución de Jurado. Con ese movimiento desplazó a Leo Baptistao a la derecha para apoyar en la guerrilla contra Sisto. Mediada la segunda parte le relevó por Piatti y reforzó el otro costado para que Didac Vilà trabajase por delante de Aarón.

Quique hizo la lectura que correspondía. Gastó los cambios para tapar la fortaleza del Celta en el partido. A esas alturas el partido ya solo iba en una dirección, la que señalaba la portería bajo la que estaba el inconmensurable Diego López. Y ya estaba Emre Mor sobre el campo. Se le espera, se aguarda por su talento bien pagado por el Celta, que abonó 12,5 millones de euros al Borussia Dortmund para incorporarlo. Entró por Pione Sisto con apenas un cuarto de hora para mostrarse y en la primera oportunidad que tuvo realizó una frenética conducción por la banda derecha, ante tres rivales. Sacó un centro y encontró a Maxi Gómez, que engañó a todos. Parece un tronco, una enorme sequoia, pero en realidad se movió como un junco, se giró sobre sí mismo para sacar un remate que tropezó levemente en Aarón para envenenar a Diego López.

Todo parecía escrito, pero Gerard Moreno volvió a gritar que está en el mejor momento que se le recuerda. Bastó un balón en largo desde la zaga de Víctor Sánchez, el fútbol directo de toda la vida que también hay que trabajar y ejecutar, un control y un remate cruzado desde la frontal. Tan fácil y a la vez tan complicado.

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