Lo del Girona no es un cuento

El equipo de Machín, impulsado por la voracidad goleadora de Stuani, descompone a un Athletic sin ideas ni pegada

El larguero escupió la chilena de Iñigo Martínez.Robin Townsend (EFE)

El Girona ya no sueña sino que compite, ya no fantasea sino que anhela, ya no es una ilusión sino una realidad. Tampoco es Cenicienta sino que se alinea más con La Bella y la Bestia porque impone su fútbol frente al rival más pintado como lo fueron, entre otros, el Atlético —dos empates— y el Madrid. También bajó la cabeza el Athletic en Montilivi, equipo irreconocible desde la pizarra, tan simplón en su idea como ramplón en la ejecución. Y esas deficiencias ante ...

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El Girona ya no sueña sino que compite, ya no fantasea sino que anhela, ya no es una ilusión sino una realidad. Tampoco es Cenicienta sino que se alinea más con La Bella y la Bestia porque impone su fútbol frente al rival más pintado como lo fueron, entre otros, el Atlético —dos empates— y el Madrid. También bajó la cabeza el Athletic en Montilivi, equipo irreconocible desde la pizarra, tan simplón en su idea como ramplón en la ejecución. Y esas deficiencias ante el Girona, que penaliza como pocos los despistes rivales, fueron su condena. También, claro, la picaresca de Maffeo, que sacó un penalti donde no lo había.

El Athletic jugó con una zaga de tres y dos carrileros, algo bien extraño, pero seguramente lógico si se atiende a que la patente pasaba por contrarrestar al Girona y su usual 3-5-2, quizá el mejor de los halagos para un equipo que acaba de ascender. Pero la propuesta de Ziganda chirrió porque no supieron salir limpio desde atrás, por lo se remitieron al pelotazo en busca de las segundas jugadas, un improbable porque no estaba (de inicio) Aduriz para bajar esos esféricos huérfanos de dueño y porque al Girona nadie le gana los balones divididos, intenso como es y bien colocado como está. Así, de poco sirvieron los desplazamientos de Iñigo Martínez —que se estrenaba con la camiseta del Athletic cuando siempre llevó la de la Real— y de Yeray Martínez, que no disfrutaba de un partido oficial desde el 21 de mayo de 2017 por su heroica lucha y victoria ante un cáncer testicular. A la que jugaron por dentro y al toque, sin embargo, se expresaron con más fluidez, como en ese pase de Beñat que continuó Williams con un disparo ajustado pero un tanto torcido. También lo probó con la estrategia y casi canta bingo Iñigo Martínez con una tijereta que el larguero escupió.

Las andanadas vascas, en cualquier caso, fueron ocasionales porque el partido lo gobernó el Girona y así lo aclaró de buenas a primeras, cuando un centro de Granell fue prolongado por Portu y Maffeo, que no pudo controlarlo, se venció sobre la lona con el contacto de Andoni López. Stuani no erró el tiro y Maffeo no se contentó con una travesura porque tras el rechazo de una falta lateral, conectó un zambombazo que solo la cruceta se negó a validar.

No se rindió el Athletic, feliz por jugar bajo una lluvia plomiza. Pidió el balón y el protagonismo, pero se encasquilló de nuevo en la medular, donde los tres medios del Girona, tres jugadores box to box [de área a área] impusieron su fútbol y ley. Pero no solo eso porque también eran los crupieres, casi siempre inclinados hacia la izquierda, hacia un Mojica que parecía el diablo de Tasmania por sus quiebros y velocidad, también por sus centros. Y cuando atendieron al otro costado, cuando encontraron a Portu, bien valió esa jugada hasta línea de fondo para sacar un centro a la testa/imán de Stuani, que firmaba su gol número 12 —iguala su récord en Primera— y doblegaba la nueva apuesta de Ziganda, que acababa de regresar al 4-4-2. Resulta que el Girona ya no sueña sino que compite, ya no fantasea sino que anhela, ya no es una ilusión sino una realidad.

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