Messi se queda en casi

El argentino, epicentro del ataque del Barcelona, se enreda en el remate hasta el punto de que también falla un penalti

Messi, cabizbajo, en el duelo ante el Espanyol.JOSEP LAGO (AFP)

Diego López le desafió con los ojos pero se encontró con el vacío porque Messi tenía la cabeza gacha, quizá para no dar pistas, quizá porque los retos no van con. Desde que empezó a jugar a fútbol su gran desafío ha sido superarse a sí mismo ya que nunca hubo uno mejor que él. Pero aunque no se llevó la batalla de las miradas, Diego López venció la guerra porque de inicio aguantó unas décimas de segundo para ver por dónde ejecutaba el argentino el penalti, para tirarse raudo hacia su izquierda y despejar con la manopla el gol c...

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Diego López le desafió con los ojos pero se encontró con el vacío porque Messi tenía la cabeza gacha, quizá para no dar pistas, quizá porque los retos no van con. Desde que empezó a jugar a fútbol su gran desafío ha sido superarse a sí mismo ya que nunca hubo uno mejor que él. Pero aunque no se llevó la batalla de las miradas, Diego López venció la guerra porque de inicio aguantó unas décimas de segundo para ver por dónde ejecutaba el argentino el penalti, para tirarse raudo hacia su izquierda y despejar con la manopla el gol cantado. Todo un éxito del guardameta, capaz de negarle a Leo el pan de cada día: el gol. Ocurre, sin embargo, que no era la noche del 10.

Messi ya empezó a pie cambiado porque Valverde dio descanso a Luis Suárez, su gran compinche en los calentamientos como en su día lo fue Alves y después Neymar. Así que Messi escogió a Paulinho —muestra de lo bien que ha encajado el brasileño en el vestuario— para dar los pases, para ponerse a tono antes de que el colegiado inflara los mofletes para indicar el inicio del encuentro.

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Sucedió que a Messi no le salían las cosas. O, mejor dicho, le salía de todo menos el remate, exigencia máxima del fútbol. Descontaba con sus eslálones a cuantos le salían al paso y en un par de ocasiones logró plantarse en el balcón del área para soltar su latigazo. Uno se estampó en la maraña de piernas rivales que poblaba el área; el otro lo absorbió sin apuros Diego López al tiempo inició una bronca monumental porque ya habían hablado que al 10 no se le daba ni agua, ni medio metro. La idea de Quique Sánchez Flores para frenar a La Pulga no fue novedosa como pudo ser el mediocentro de pega que ponía en su día Pochettino, el central adelantado como probó Ancelotti con Sergio Ramos o el marcaje al hombre que le hizo Maffeo en el último envite frente al Girona. El Espanyol simplificó la tarea; a Messi lo cogía el central que estuviera más cercano y en caso de que bajara a recibir, era Fuego el que desatendía a su marca para hacerle el dos contra uno. Les salió a medias, pero el portero blanquiazul completó la faena.

Ni a balón parado

Y eso que el ataque del Barcelona, casi siempre en estático porque el Espanyol no se daba muchas alegrías en campo ajeno, siempre pasaba por las botas de un Messi que debió acabar el duelo con algún moratón de más. “Un encuentro agresivo sin ser violento”, repetían desde el Espanyol como advertencia de lo que ocurriría en el estadio perico.Y a Leo le cazaron unas cuantas veces, solo sancionado Aarón por una zancadilla a destiempo, por una falta táctica. Pero ni esa ni las otras dos que chutó desde la frontal fueron atinadas, toda vez que una se fue a las nubes y las otras dos, a la barrera. Curiosamente, el 10 también debió ver una cartulina cuando cortó una contra de Moreno, pero el colegiado hizo la vista gorda.

Anulado en la definición, Messi probó con el reparto de caramelos. Como ese que le dio a Paulinho, que trató de prolongarlo con un chut de puntera pero que todavía sigue sin saber con qué superficie del pie la impactó porque el cuero casi se marcha por la línea de banda. O como ese para Aleix Vidal, que por un milímetro no le llegó para dejarle mano a mano con el portero, finalmente despejado por Naldo.

No había tutía pero Messi no pensaba sacar la bandera blanca porque nunca lo hizo. Así que tras sacar una falta lateral y recibir el rechazo, bajó la pelota con el pecho y soltó una volea con la zurda que Diego López, de nuevo, logró desbaratar. Era un cuento sin fin hasta que Granero pisó a Sergi Roberto en el área. Pero el portero se llevó el triunfo (validado también por el gol de Melendo) a falta del prólogo del Camp Nou.

Insultos a Piqué y lanzamiento de objetos a Cillessen

Fue en la segunda parte tras un chut desviado del Espanyol. Cillessen, portero del Barça, fue a buscar el balón extraviado y de camino se llevó un pelotazo en la cara —pareció ser unabola de papel pero Piqué retiró el objeto rápido— que, según las gesticulaciones del holandés, parecieron hincharle el ojo. El colegiado se hizo el longuis (ni siquiera atendió a otro objeto que lanzaron en ese momento que por fortuna no impactó en ellos) y decretó seguir el partido.

Quedaba por ver el acta colegial para saber si Ricardo de Burgos Bengoetxea al menos lo redactó, del mismo modo que también se aguardaba para saber qué pone sobre los repetidos insultos a Piqué. Pero el árbitro no puso nada al respecto y sí que escribió sobre un silbato que molestaba “pero no tuvo incidencia en el juego” desde la grada blanquiazul.

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