Liverpool y Manchester United pierden su esencia

Empate sin goles en Anfield entre dos equipos que han transformado su histórico caracter en favor del gusto de sus técnicos

Salah remata fuera de cabeza.PHIL NOBLE (REUTERS)

Liverpool y Manchester United son dos equipos ingleses, que por redundante que suene, tienen fama de ingleses. O lo tenían. O la tienen pero a veces la pierden. El caso es que últimamente, al menos ocurre en Anfield, feudo de los reds, tienden a protagonizar partidos cuando menos poco ingleses, tan tácticos que resultan irreconocibles. Aunque en casi cualquier empate hay pequeñas victorias, que no sirven para pun...

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Liverpool y Manchester United son dos equipos ingleses, que por redundante que suene, tienen fama de ingleses. O lo tenían. O la tienen pero a veces la pierden. El caso es que últimamente, al menos ocurre en Anfield, feudo de los reds, tienden a protagonizar partidos cuando menos poco ingleses, tan tácticos que resultan irreconocibles. Aunque en casi cualquier empate hay pequeñas victorias, que no sirven para puntuar, pero algo dejan a la vista. En el de esta tarde, lo único que el aficionado inglés se habrá llevado a casa serán dos grandes intervenciones de De Gea, especialmente un despeje con el pie izquierdo más propio de otros deportes, y una buena clase de traslado del balón por parte de Matic. Un gigante que tiene convencido a Mourinho, por el que pagó casi 45 millones de euros al Chelsea, donde lo entrenó.

Por segunda temporada consecutiva Liverpool y United empataron a cero en Anfield, y por segunda temporada consecutiva ninguno pareció demasiado disgustado. Con esquemas de juego aparentemente ofensivos (4-3-3 para los de Klopp y un 4-2-3-1 en el lado de Mourinho) el partido se celebró como una partida de ajedrez con el tiempo justo. Movimientos rápidos, pequeñas avanzadillas que topaban una y otra vez contra alguna ficha rival. Coutinho y Wijnaldum se dirigían constantemente hacia De Gea, mientras que Matic y Ander Herrera se les oponían constantemente. Sin el balón en las bandas, al menos de una forma deliberada, el juego se enmarañó por una línea que bien parecía una autopista en hora punta. Pérdidas fruto del intento de pases casi siempre apresurados, y recuperaciones constantes fruto del poco espacio para transitar las zonas.

Lukaku ocupó la posición de delantero centro, como aquel que marcha solo y se adentra en la selva esperando refuerzos. No le llegaron al belga, que sin capacidad de abrir espacios y explotar esa potencia física sin igual en Inglaterra se queda en un armario con buenos pies pero sin demasiada imaginación. Y sin el nueve a punto, el United no tiene una segunda línea ofensivamente dispuesta a generar peligro. Es, en cierta manera, exactamente lo contrario que le sucede al Liverpool. Con Firmino como nueve, generan más peligro Coutinho y Salah unos metros por detrás aunque no ofrezcan un alto porcentaje de eficacia goleadora. En ocasiones llegaron a estorbarse por el ansia de terminar las jugadas, de lo que se benefició De Gea, hasta que tuvo que socorrer a su equipo con dos buenas intervenciones.

Tanto Klopp como Mourinho recurrieron a sus mejores recursos ofensivo en el banquillo, pero ni Rashford, Lindelof, Sturridge o Chamberlain mejoraron sobremanera lo que sus compañeros habían plasmado en el campo.

Terminó el partido y ambos entrenadores se dieron la mano. Ninguno puso gesto de disgusto. Puede que el fútbol inglés sea ahora una mezcla de muchos otros. Pero ver un marcador sin goles sigue siendo un rara avis

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