Harry Kane expone las miserias del Borussia Dortmund

El delantero del Tottenham da una asistencia y mete dos goles en la contundente victoria del equipo de Pochettino en el duelo que decidirá el principal rival del Madrid en el Grupo H

Kane mete el 3-1 al Dortmund.ADRIAN DENNIS (AFP)

Harry Kane es un falso torpe. Su aire anticuado, ese tupé descolorido y esa joroba que disuade a los estetas, invitan a pensar en el típico nueve británico con pies de ladrillo. Pero el fútbol es el juego de las falsas apariencias. En el país del derroche físico, Kane jamás choca; allí donde hace falta dominar un melón, abriga un control inesperado, mide los tiempos, se inventa una jugada. Solo si la situación lo exige, es capaz de lucir un gesto de habilidad. Si Harry Kane hubiera nacido en Rio sería campeón de ...

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Harry Kane es un falso torpe. Su aire anticuado, ese tupé descolorido y esa joroba que disuade a los estetas, invitan a pensar en el típico nueve británico con pies de ladrillo. Pero el fútbol es el juego de las falsas apariencias. En el país del derroche físico, Kane jamás choca; allí donde hace falta dominar un melón, abriga un control inesperado, mide los tiempos, se inventa una jugada. Solo si la situación lo exige, es capaz de lucir un gesto de habilidad. Si Harry Kane hubiera nacido en Rio sería campeón de futvoley. Pero es inglés. Lo puede la flema y el pudor. Parece avergonzado de su clase y solo se exhibe a la hora de la liquidación. El Dortmund —un Dortmund destartalado por el mercado estival— lo sufrió en Wembley.

Había dicho Pochettino en la víspera que el partido contra el Dortmund era “como una final”. El entrenador del Tottenham sabía que no podía perder ni un punto este miércoles. Primero, porque jugaba contra su rival directo en el Grupo H, un cuarteto en el que todos asumen que el Real Madrid acabará primero. Segundo, porque el Tottenham jugaba en casa. Al menos, nominalmente. Porque hasta ahora, ni los jugadores ni los aficionados del Tottenham se sienten a gusto en el estadio nacional. Desde que abandonaron al viejo White Hart Lane empujados por las obras de remodelación, los embarga una nostalgia y un mal agüero. Hasta que debutaron en Champions sumaban 12 partidos, ocho derrotas, dos empates y dos victorias. Más que jugar bien, necesitaban un brujo que rompiera el sortilegio. A la hora señalada se presentó Kane.

Transcurrieron cuatro minutos. El Dortmund hilaba pases y acumulaba gente en el campo rival cuando Sánchez despejó. La pelota cayó llovida sobre Son, que desde la banda izquierda descargó en Dier, que pasó a Kane, que vio la luz por la cerradura y lanzó a su compañero con un pase medido a esa zona extraña a la que no pueden llegar ni defensas ni portero. El flanco derecho del Dortmund fue un agujero negro durante todo el partido. Un sitio en el que los zagueros se tenían que buscar la vida porque ni el extremo ni los volantes ayudaban nunca. En ese baldío se metió Son y el portero Bürki solo pudo gesticular mientras la pelota se le colaba por el primer palo.

Los dos equipos arriesgaron. El Tottenham se expuso partiéndose en dos bloques, tres hombres descolgados en ataque y siete defendiendo. El Dortmund se asomó al abismo atacando con seis y protegiéndose en campo abierto con Sahin y tres defensas. Demasiado poco porque Sahin no tiene alma de vigilante. Nunca fue un mediocentro.Dio la sensación de que cualquier balón largo entre las líneas alemanas haría estragos. El Dortmund, a diferencia de su rival, se expuso a un peligro que no pudo controlar.

La baja de Weigl y Guerreiro hacen muy visibles las carencias del equipo en esta parte del campo. Hay torneos que se definen en el mercado de fichajes. El Dortmund ha salido de la última feria con mal aspecto. La venta de Dembélé al Barça abrió un vacío que el errático Yarmolenko no pareció dispuesto a llenar en Wembley. Las otras compras del verano, Dahoud y Toprak, también se encontraron desorientadas en una noche de golpes inesperados. El Dortmund no había recibido ni un solo gol en las tres primeras jornadas de la Bundesliga. En un cuarto de hora se llevó dos.

La réplica de Yarmolenko, aprovechando una combinación con Kagawa, fue un latigazo desde fuera del área en el minuto 11. Cuatro minutos más tarde, otro balón largo encontró a Kane en la izquierda. El control y la conducción fueron un prodigio. Sahin, Papastathopoulos y Toprak acabaron en el suelo. En la senda del falso torpe. El remate, otro zurdazo al primer palo, pilló a Bürki de nuevo con la guardia baja.

El panorama no cambió en la segunda mitad. El Dortmund procuró desplegarse jugando el balón con muchos hombres implicados en campo contrario, y el Tottenham respondió con contras cada vez menos interrumpidas. Eriksen destacó en el entrejuego, Kane administró los ataques, Serge Aurier encantó a la hinchada dispersa (Wembley no se llenó) en su debut. El lateral izquierdo que acaba de abandonar el PSG se alineó como carrilero en el esquema de 5-2-3, y deleitó a la tribuna con su repertorio de ocurrencias y recursos, técnicos y físicos. Por cualidades es un coloso del puesto. Si Pochettino consigue enfocarlo en el oficio, Aurier vale su peso en oro.

El árbitro anuló un gol legítimo a Aubameyang. Un chispazo en la tiniebla que envolvió al Dortmund según corrían los minutos, cada vez más desordenado, más largo, menos seguro. El terreno apropiado para que Eriksen armara la pierna. El pase fue a Kane, que redondeó el marcador con el 3-1.

Mahmoud Dahoud no hizo nada por interrumpir ese último pase. El joven volante alemán es un reflejo de la dura carga de jugadores intermitentes que soporta su equipo. Cuando entró al campo lo hizo peinado con gomina para varios días. Cuando Bosz lo sustituyó por Castro el hombre presentaba un aspecto impecable, el partido estaba irremediablemente perdido, y quién sabe si la clasificación. Las sensaciones eran las peores en el banquillo visitante. Por primera vez después de cinco temporadas, el Dortmund puede quedarse sin superar la fase de grupos.

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