El discurso de Neymar

Solo queda buscar la causa de la decisión del brasileño en las siempre bienvenidas influencias divinas

Neymar, durante su presentación con e PSG.ALAIN JOCARD (AFP)

¿Quién es el individuo que ha usurpado la personalidad de José Mourinho? Y si se trata de algún hecho para el que la ciencia no encuentra explicación, ¿quién ha abducido al técnico portugués? Vienen a cuento tales sandeces al tener uno conocimiento de las palabras del entrenador del Manchester United, que con una cordura tan sorprendente en él como digna de elogio se ha referido así al fichaje de Neymar por el PSG: “Neymar es uno de los mejores del mundo. El problema no es lo que se ha pagado por él. El problema son las consecuencias”. ¿Y cuáles son las consecuencias? En palabras de Mourinho, ...

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¿Quién es el individuo que ha usurpado la personalidad de José Mourinho? Y si se trata de algún hecho para el que la ciencia no encuentra explicación, ¿quién ha abducido al técnico portugués? Vienen a cuento tales sandeces al tener uno conocimiento de las palabras del entrenador del Manchester United, que con una cordura tan sorprendente en él como digna de elogio se ha referido así al fichaje de Neymar por el PSG: “Neymar es uno de los mejores del mundo. El problema no es lo que se ha pagado por él. El problema son las consecuencias”. ¿Y cuáles son las consecuencias? En palabras de Mourinho, “que algunos lleguen a un determinado nivel sin calidad”, lo que traducido al lenguaje tabernario viene a significar que cualquier patán futbolístico adquiera la categoría de estrella porque así se le pone en la entrepierna al primer jeque, emir o caudillo que doble la esquina. Nadie lo ha sabido explicar de forma más certera que Monchi, actual director deportivo de la Roma y, antes, creador del mejor Sevilla de la historia. “No quiero pensar que estemos construyendo una burbuja que explotará en algún momento, como antes explotó la inmobiliaria, que tanto daño hizo”. Así se ha expresado un señor que a la hora de fichar bien y vender mejor no tiene rival en el planeta futbolístico, capaz de convertir a aquel de los panes y los peces en un becario.

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El fútbol ha conseguido que las cifras, por desvergonzadas que parezcan, apenas nos impacten. Sigamos con Neymar. Aseguran los medios de y del Barcelona, los mismos que antes tenían al que llamaban Ney en una hornacina y ahora hacen vudú con un muñeco del señor Da Silva, que el sueldo neto de Ney, o sea, del señor Da Silva, en el PSG alcanza los 30 millones anuales libres de impuestos. Saquemos pues la calculadora. Al parecer, este chico va a cobrar 2,5 millones al mes, 576.000 euros a la semana, 82.191 al día, 3.424 a la hora o 57 al minuto, elijan ustedes y no olviden que no están incluidos los ingresos por publicidad. Pero el propio Neymar, en sus primeras declaraciones con su nuevo club, a punto estuvo de convertir semejante botín en una bagatela: “Nunca me he movido por dinero”, explicó. “Si me importara el dinero estaría en otro sitio”. ¿Cómo que estaría en otro sitio? Y sobre todo, ¿en qué sitio?

Pero el discurso de Neymar, delirante de principio a fin, nos mostró también a un chaval devoto de los suyos, y los suyos son su padre y esa pandilla de memos que le acompañan a todos lados, y respetuoso con el Barça, donde ha dejado muchos amigos (entre la afición mayormente). Dijo Neymar, en mitad de su ya mundialmente famosa sarta de embustes, que la decisión de irse a París la había tomado “hace dos días”, un hecho sin duda curioso cuando su colega Dani Alves contó horas después que había sido Neymar quien le había convencido de fichar por el PSG, fichaje que se produjo ¡el 7 de julio!

Descartado entonces, porque así lo dijo Neymar, que su llegada al PSG, ese equipo que tantas y tantas noches de gloria ha dado al fútbol mundial (sobre todo la del Camp Nou en la última Champions), esté motivada por el dinero, y asumido como tiene el aficionado culé de bien que el amor del brasileño por el Barça es imperecedero, solo queda buscar la causa de la decisión de Neymar en las siempre bienvenidas influencias divinas. “Dios me ha dicho que debía hacer algo y por eso estoy aquí", desveló mientras se enfundaba su nueva camiseta. Y uno, desde su más profundo y piadoso respeto, se pregunta: ¿Y no tiene Dios mayor preocupación que la de decirle a este individuo dónde tiene que jugar?

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