El Baskonia se atasca en Milán

El recital de Larkin es insuficiente ante un Armani más regular y acertado. Tercera derrota del equipo español en Euroliga

Barnagni lanza a canasta.MATTEO BAZZI (EFE)

Lo que mal acaba, da igual que empiece bien. No fue el caso para el Baskonia, que empezó mal cada cuarto ante el Armani Milan y lo acabó aún peor. Nada peor que aparentar debilidad para que jugadores como Hickman o Sanders se regodeen en sus habilidades y trituren la canasta a veces con la elegancia de una bandeja, a veces con la precisión de un triple o sencillamente con un ejercicio de buena colocación. Y así hasta el el 88-76 final, aunque el Baskonia supo ya en el descanso (49-35) que sus posibilidades de perder eran muy superiores a las de ganar.

Porque funcionaba a estrincones y l...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Lo que mal acaba, da igual que empiece bien. No fue el caso para el Baskonia, que empezó mal cada cuarto ante el Armani Milan y lo acabó aún peor. Nada peor que aparentar debilidad para que jugadores como Hickman o Sanders se regodeen en sus habilidades y trituren la canasta a veces con la elegancia de una bandeja, a veces con la precisión de un triple o sencillamente con un ejercicio de buena colocación. Y así hasta el el 88-76 final, aunque el Baskonia supo ya en el descanso (49-35) que sus posibilidades de perder eran muy superiores a las de ganar.

Porque funcionaba a estrincones y lo mismo daba dos pasos adelante que tres pasos atrás mientras el equipo de Repesa paseaba por el Palabancondesio (su cancha estaba ocupada por un concierto de Placebo), frío como un témpano, con el espíritu rutero de los vehículos pesados. Desde el principio se vio que era un partido malo, o sea dìifícil de jugar, con los tres árbitros empeñados en calcular en que medida la uña de un jugador arañaba la camiseta de su rival. Y, por ejemplo, en dos minutos, Hanga ya tenía dos personales que le enfriaron el corazón. Con diez puntos abajo (27-17), el Baskonia supo que había que ser muy fértil con las ocasiones, pero le venció la infertilidad. Su atasco era palmario y los errores a cada final de periodo parecían accidentes inesperados.

Al término del segundo cuarto, la desventaja de 14 puntos parecía un desierto demasiado largo que un ca se atrevió a cruzar.

De poco valió la aportación soberbia de Larkin o la reacción tardía de Vaugtmann, los dos máximos anotadores. Fueron artificios que nunca quemaron las manos del Armani, siempre encomendado a Sanders y Hickman para retorcer la muñeca de sus opositores, Jamás bajó de doce puntos la ventaja italiana. Jamás sintió el Baskonia la posibilidad de ganar. Agotado, impreciso. Porque lo que mal acaba da igual que empiece bien. No sirve para nada.

Archivado En