Se retira Miroslav Klose, el máximo goleador de los mundiales

El delantero alemán se unirá al equipo de colaboradores de Joachim Löw, entrenador de la selección

Klose y Loew, en la final de Brasil 2014 ante Argentina.P. UGARTE (AFP)

Ya no se prodigaba como antaño con los saltos mortales con los que celebraba cada diana –“los años pasan y ya no tengo tanta agilidad”, confesaba-, pero nunca se alejó del todo del gol Miroslav Klose (Opole, Polonia, 1978) hasta que ahora acaba de anunciar su retirada como futbolista para incorporarse al equipo técnico de Joachim Löw en la selección alemana. No es una decisión aleatoria porque en ella vivió sus mejores días como futbolista y fraguó una leyenda que le sitúa como el ...

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Ya no se prodigaba como antaño con los saltos mortales con los que celebraba cada diana –“los años pasan y ya no tengo tanta agilidad”, confesaba-, pero nunca se alejó del todo del gol Miroslav Klose (Opole, Polonia, 1978) hasta que ahora acaba de anunciar su retirada como futbolista para incorporarse al equipo técnico de Joachim Löw en la selección alemana. No es una decisión aleatoria porque en ella vivió sus mejores días como futbolista y fraguó una leyenda que le sitúa como el máximo goleador de la historia de los Mundiales con 16 tantos, uno más que Ronaldo Nazario, al que superó justamente en el campeonato celebrado en Brasil con un gol en el histórico 1-7 de las semifinales.

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“Con el equipo alemán celebré mis mayores éxitos y es un honor poder comenzar en ella mi formación para poder ser entrenador”, explica Klose, que pasará a la historia más como un futbolista de selección que de club. Apenas ganó dos ligas y fueron durante su poco lustrosa estancia en el Bayern, pero con la Mannschaff fue 137 veces internacional, solo a rebufo de Lothar Matthäus, y anotó 71 goles para erigirse en líder de un listado de realizadores en el que ha dejado atrás incluso a Gerd Müller. “Ni me puedo comparar a él”, apunta. Tiene razón. Klose no fue un futbolista de tanto calado, pero hizo su trabajo como pocos, delantero de área con el don de la oportunidad, dominador de los espacios allí donde casi todos se achican, modelo por pautas de comportamiento, profesionalidad, fiabilidad y honestidad. “¿Es cierto que se acuesta todos los días a las nueve de tarde?”, le preguntaron durante su estancia final de cinco campañas en Roma. “Debo confesar que no, desde que estoy en Italia me voy a cama a las diez”, contestó.

Klose estaba sin equipo tras cumplir contrato el pasado mes de junio con el Lazio, con el que en 2011 había firmado un vínculo de dos años. Hubo un punto, tras el Mundial de Brasil, en el que pareció que iba a perpetuarse en el gol. Allí llegó a sus sueños, no solo desbancó a Ronaldo sino que alzó la Copa del Mundo tras un subcampeonato y dos terceros puestos en las ediciones anteriores. De vuelta a la liga italiana anotó trece veces en la Serie A y volvió a apuntarse un posible regreso a una selección que buscaba un nueve. Pero la última temporada fue dura por las lesiones, tan leves como molestas. Con todo, anotó siete goles en 24 partidos y se sentó a valorar varias ofertas. Le llamaron desde Australia y el Deportivo marcó su número hace mes y medio cuando se lesionó Joselu y antes de fichar a Ryan Babel. Les dio las gracias y les explicó que esperaba un buen contrato en una competición menos exigente, quizás en China, Estados Unidos o en un destino árabe. Su nombre incluso se vinculó al Nápoles como opción para suplir a Milik. En Kaiserslautern soñaban con un regreso a los orígenes. “Si quisiera jugar en Segunda División…”, apuntaba el presidente del club con el que se estrenó en la élite.

Al final prevaleció la otra alternativa, la de ponerse el chándal. “En los últimos meses maduraba la idea de prepararme para desarrollar tácticas y estrategias. Son cuestiones que ya me interesaban como jugador”, detalla. Hacía ahí enfocará su condición meticulosa y su capacidad de superación. Hijo de un futbolista y una guardameta de balonmano, Klose vivió sus ocho primeros años en Auxerre, donde jugaba su padre. Había nacido en un territorio particular, la Alta Silesia que tras la Segunda Guerra Mundial pasó de ser territorio germano a conformar el confín de Polonia. Sus padres decidieron en 1986 aprovechar la oportunidad que se les planteó de cruzar el telón de acero y comenzar una vida en la entonces todavía Alemania Occidental. Sin apenas hablar alemán, Klose llegó a un colegio de Kusel, una localidad vecina a Kaiserslautern, en el que los pequeños inmigrantes tenían problemas para que sus compañeros les admitiesen en los partidos a la hora del recreo. Cuando pudo hacerlo se convirtió en uno de los niños más populares de la escuela. “El fútbol me ayudó a integrarme, pero nunca tuve sentimientos encontrados por mi nacionalidad o procedencia”, explica cada vez que se le pregunta por su origen y devenir. Apela a la naturalidad: polaco de etnia germana por su padre, su madre fue más de ochenta veces internacional con Polonia, él eligió jugar con Alemania porque fue donde creció y, ya como héroe germano, no le duele reconocer que habla el idioma de su niñez en la intimidad del hogar.

A un lado a otro de la frontera, siempre traspasada la del gol, Klose cuelga las botas tras dejar una estela de señorial rectitud. Dos veces rectificó sobre el campo decisiones arbitrales que le favorecían, todavía al final de su estancia en Italia se maravillaba de la laxitud mediterránea en cuestiones que tenían que ver, por ejemplo, con la puntualidad. En su adiós es inevitable detenerse en algunas de sus plusmarcas que figuran en los libros de la historia del fútbol, pero Joachim Löw advierte que hay algo más tras ellas: “Klose es un ejemplo como persona y deportista porque subordina todo el éxito individual al del colectivo”.

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