El teatro de Mestalla

Solo falta que se pronuncie el secretario de Estado para que a partir de un gol se visualice la trifulca entre Cardenal, Tebas y Villar

La celebración de los jugadores del Barça en Valencia.David Ramos (Getty Images)

Alrededor de la celebración de un gol se ha montado una traca tan monumental en el fútbol español que ahora mismo alcanza ya al secretario de Estado para el Deporte. Aunque el tanto llegó de penalti en la última jugada y supuso la victoria visitante en un partido de rivalidad, como es un Valencia-Barça, circunstancia que abona un escenario de una gran carga emocional, no se recuerda un juicio sumarísimo como el que viven los implicados en los sucesos de Mestalla. La imagen se ha convertido en el cald...

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Alrededor de la celebración de un gol se ha montado una traca tan monumental en el fútbol español que ahora mismo alcanza ya al secretario de Estado para el Deporte. Aunque el tanto llegó de penalti en la última jugada y supuso la victoria visitante en un partido de rivalidad, como es un Valencia-Barça, circunstancia que abona un escenario de una gran carga emocional, no se recuerda un juicio sumarísimo como el que viven los implicados en los sucesos de Mestalla. La imagen se ha convertido en el caldo de cultivo preferido por la industria del espectáculo para alimentar el gas sentimental y hacer girar la rueda del circo mediático, más a gusto con los gestos de Neymar que con dianas como la de Messi.

El Comité de Competición se equivocó cuando, sin venir a cuento, reprobó el comportamiento “ridículo” de los jugadores del Barça, a los que acusó de fingir, después de juzgar y sancionar al Valencia. La argumentación de un organismo que nunca tuvo como cometido opinar ni interpretar sirvió de excusa al club de Mestalla para reclamar penas para el rival después de pagar 1.500 euros de multa y detener al hincha que tiró una botella de agua sobre los futbolistas azulgrana que festejaban el 2-3. Nadie en Valencia se dio por enterado de los varios objetos que cayeron sobre el campo ni de las declaraciones fuera de tono de empleados cualificados como el director deportivo García Pitarch.

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Una vez se dio con el cabeza de turco, pidió perdón y se entregó a la justicia, prescribe cualquier falta y se deja de discutir sobre el caldo de cultivo del partido y la línea que separa la pasión de la agresividad verbal, tan fina que permite declaraciones a favor de corriente del presidente de la Generalitat, Ximo Puig. No ha habido precisamente un club que se mueva mejor en el victimismo en situaciones de inestabilidad institucional que el Barça. Hay pocos ejemplos mejores que el de Figo. Ahora es el Valencia el que se ha hecho el ofendido con la complicidad del presidente de la Liga.

Tebas se manifestó curiosamente en la misma línea que después se pronunció Competición. No ejerció de patrón de los clubes sino de censor del tridente desde la misma Valencia durante una gala a la que no acudió ningún miembro del plantel ni del cuerpo técnico del Barça. Y al club azulgrana no se le ha ocurrido nada mejor que judicializar el caso, acostumbrado como está a remitirse a los tribunales y a los comunicados, como si no tuviera voz ni voto: el Barça ha pedido al Tribunal Administrativo del Deporte (TAD) que abra los procedimientos disciplinarios que correspondan a Tebas, al que retira su confianza, y a los miembros del Comité de Competición.

Ya solo falta el pronunciamiento del secretario de Estado para que a partir de la efusividad de un gol se visualice la trifulca que hay en el deporte español entre Cardenal, Tebas y Villar. Ya no interesa la agresión sino la celebración —se entiende que desmesurada—, la provocación —se dice que a la afición y no a un sector que insultaba—, la falta de autoridad del Barça —por no reprender a Neymar— y el enredo Liga-CSD-FEF. El teatro permite culpar tanto o más al provocador que al francotirador, quizá porque nadie simboliza mejor el tinglado mediático que Neymar.

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