El Eibar empata en el Bernabéu y el Madrid pierde el liderato

Los blancos, con poca chicha, encadenan su cuarto empate, el tercero en Liga, frente a un modesto pero encomiable rival que jamás le perdió la cara. Ni la mejoría de CR y un activo Bale fueron suficientes

Cristiano y Bale se lamentan durante el partido.Carlos Rosillo

Catorce jabatos de un encomiable Eibar provocaron otro bajonazo del Madrid, que ya ha perdido seis puntos consecutivos en Liga, cuatro en Chamartín. Tal contabilidad, en un club con los galones del Real, si no es una crisis está muy cerca. Esta vez, los blancos no se aferraron ni a un toque de corneta final. Porque no hubo arrebato alguno frente a un rival que demostró una entereza extraordinaria en un día épico para la ciudad armera, que se sintió en Marte. Sí señor, los modestos también pueden improvisar la gloria. Una jornada...

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Catorce jabatos de un encomiable Eibar provocaron otro bajonazo del Madrid, que ya ha perdido seis puntos consecutivos en Liga, cuatro en Chamartín. Tal contabilidad, en un club con los galones del Real, si no es una crisis está muy cerca. Esta vez, los blancos no se aferraron ni a un toque de corneta final. Porque no hubo arrebato alguno frente a un rival que demostró una entereza extraordinaria en un día épico para la ciudad armera, que se sintió en Marte. Sí señor, los modestos también pueden improvisar la gloria. Una jornada póstuma para un subversivo Eibar, otra tarde de colapso para un Madrid fundido, gripado, que no mereció más, ni mucho menos, y cerró el primer mes del curso más sonado de lo que cabía suponer.

Previsible, monótono y con cierta pachorra, el Real Madrid se quedó hueco durante toda la sobremesa. Su único recurso, un monocultivo de centros laterales improductivos. Demasiado pedestre para todo un Madrid. Para un equipo reducido a un vaivén ordinario del balón, de tránsito a lo ancho del campo. Fue un conjunto algo ulceroso, poco profundo salvo en contadas aventuras de Cristiano, de nuevo más extremo que ariete, lo que remite a que su físico ya congenia mejor, y, sobre todo Bale, de largo el mejor guionista de los suyos.

Enfrente, con orden y un punto bizarro, el Eibar tardó seis minutos en lograr una cima desconocida, marcar un gol al Madrid en Liga. Un estupendo servicio de Pedro León lo cabeceó Fran Rico, otro exmadridista, como un ángel. Sin Casemiro, no hubo pivote que le pusiera las cadenas. En el Bernabéu, con visitantes del pelotón, un gol tan madrugador no suele tener mayor incidencia. Y menos si el Real iguala pocos minutos después. Lo hizo Bale, un cabeceador de primera, tras una asistencia de CR que pilló a Luna, marcador del galés, en la siesta. No fueron pocas las señales de superioridad del británico frente a su centinela. Pero el Madrid no supo explotar su mejor veta.

Unos problemas musculares de James en el calentamiento dieron paso a un más correoso que efectivo Kovacic, enhebrado en el medio campo con Kroos e Isco, titular por primera vez desde el nueve de agosto, allá por la Supercopa europea. Hasta que se evaporó en el segundo tramo, el malagueño se ofreció a todos como cordón umbilical. Intentó dar fluidez al juego, pero de forma inopinada al Madrid le dio por vaciar el área. Remaban por fuera CR y Bale, se contenían demasiado los volantes y cerca de Riesgo solo anidaba Benzema. No el Benzema futbolista, sino una sombra. Ni una mísera miga dejó el galo, relevado al descanso por Morata, lo mismo que hizo Nacho con Varane. No lo veía claro Zidane, que antes de la reflexión del intermedio asistió atónito al tuteo del intrépido Eibar, que en esa fase llegó a sofocar a su heráldico adversario. Unas manos fuertes de Keylor evitaron otro estropicio tras un disparo de Pedro León, que junto a Capa, sometieron a un flácido Danilo tanto como Bale a Luna por el otro costado.

Los chicos de Mendilibar no perdieron el descaro tras el descanso. Con tanta armonía como entusiasmo, ni se enchironaron ni se hicieron un equipo largo. Cuando le llegó algún esporádico relámpago del Madrid siempre encontró la respuesta correcta de su portero y dos centrales, a los que no les faltó jamás el auxilio de gente como Dani García y Escalante, que tiran de pico, pala y lo que haga falta.

Nunca tuvo marcha el Madrid, salvo cuando los focos recaían en Bale, autor de otro cabezazo, este aún más soberbio que el del gol. Desde fuera del área, el galés se anticipó a Luna y estrelló la pelota en el poste izquierdo de Riesgo. Algún amago de Morata, que con poco fue mucho más que Benzema, y ahí se quedó el Madrid. Con Isco ya sin depósito, a Asensio le tocó ubicarse como interior, no como media punta, y tampoco dejó huellas. Cuando se esperaba el clásico arreón final, la tradicional ventolera local en Chamartín, resulta que el histórico Eibar resistió son mayores sobresaltos. Al Madrid otra vez le faltaron chorros de fútbol. Y, en esta ocasión, hasta el espíritu con el que suele maquillar sus carencias. En cuestiones de alma, la falta de algunos titulares no sirve de coartada.

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