Hermandad contra mezquindad

Juanfran despeja la pelota ante Luis SuárezAlberto Estévez (EFE)

“El uso habitual de la artimaña es señal de una mente pequeña”. Francois de la Rochefoucauld.

Juanfran debería aprender de Marcelo. El lateral derecho español del Atlético de Madrid pecó de un exceso de nobleza durante el partido de cuartos de final de la Champions contra el Barcelona el martes pasado y, como consecuencia, condenó a su equipo ...

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“El uso habitual de la artimaña es señal de una mente pequeña”. Francois de la Rochefoucauld.

Juanfran debería aprender de Marcelo. El lateral derecho español del Atlético de Madrid pecó de un exceso de nobleza durante el partido de cuartos de final de la Champions contra el Barcelona el martes pasado y, como consecuencia, condenó a su equipo a la derrota por 2 a 1. El lateral izquierdo brasileño del Real Madrid no hubiera desaprovechado la oportunidad que desdeñó Juanfran de provocar la expulsión de Luis Suárez, el anotador de los dos goles del Barcelona.

Como medio mundo sabe, en el minuto 34 del partido, con el Atlético ganando uno a cero, Suárez le dio una dura patada a Juanfran. Juanfran no soltó un grito agónico, no se tiró al suelo como si le hubieran pegado un tiro. Se quedó de pie. Y, no solo eso, aceptó, con una ingenuidad asombrosa, la disculpa del uruguayo.

Lo más grande fue el gesto del Borussia Dortmund de transmitir por los altavoces el grandioso himno del Liverpool, You’ll never walk alone

En el segundo tiempo del partido del día siguiente entre el Wolfsburgo y el Real Madrid, que los pequeños lobos alemanes ganaron 2 a 0, Marcelo le dio una patadita con el tacón al centrocampista alemán Max Arnold. Un gesto que recordó al famoso dedo en el ojo de su una vez entrenador, José Mourinho, a Tito Vilanova, entonces asistente de Pep Guardiola en el banquillo del Barcelona. Lo que pasó justo después fue lo bueno.

Arnold respondió como cualquier ser humano hubiera hecho en condiciones similares. Se enfadó. Le soltó una mano a Marcelo. No quedó claro si le tocó pero, en cualquier caso, el contacto fue leve. Pero Marcelo se desplomó, se retorció por el césped, agarrándose la cara como si hubiera recibido un puñetazo de Mike Tyson. La actuación, hay que reconocerlo, no fue muy brillante. Un director de cine le hubiera pedido que repitiera la escena. Pero el árbitro italiano cayó en la trampa. Arnold recibió una tarjeta amarilla; Marcelo se salvó.

Navas, Bale y Sergio Ramos recriminan una acción a Arnold.Stuart Franklin (Getty)

La lección está clara. Si Juanfran hubiera actuado con el mismo profesionalismo que Marcelo, Suárez hubiera sido expulsado, como lo fue el delantero del Atlético, Fernando Torres, un par de minutos después. Ambos equipos se hubieran quedado con 10 y las posibilidades de que el Barcelona remontara se hubieran reducido apreciablemente. Si el Barcelona pasa a semifinales tras el segundo partido de cuartos que se disputará en Madrid el miércoles podemos suponer que ni Juanfran se perdonará a sí mismo, ni le perdonará su entrenador Diego Simeone, tan hábil en sus días como jugador como lo es hoy Marcelo, y lo es también —dicho sea— su compatriota Dani Alves del Barcelona, cuando las circunstancias exigen que uno deje de jugar y se ponga a actuar.

Claro, si nos alejamos del principio de que todo vale en el fútbol con tal de ganar, si nos centramos en el terreno moral, Juanfran se merece un premio. En una semana europea de fútbol definida más por las histéricas reacciones provocadas por las acciones, o no acciones, arbitrales que por la calidad del fútbol, lo del lateral del Atlético fue un inusual gesto de deportividad. En ese sentido, fue lo más admirable que se vio en los ocho partidos disputados.

O casi. La verdad es que lo mejor de la semana, lo que nos ayuda incluso más que la honradez de Juanfran a reconciliarnos con la humanidad, ocurrió justo antes del partido de la Europa League entre el Borussia Dortmund y el Liverpool. Jürgen Klopp, hoy entrenador del equipo inglés, volvió a casa, al estadio donde fue un ídolo durante los siete años más gloriosos de la historia del Dortmund. No le recibieron sus compatriotas alemanes como un traidor, como podría haber ocurrido en otras latitudes, sino con pancartas y cánticos expresivos de afecto y gratitud.

Los aficionados del Dortmund reciben con pancartas a Klopp.Kai Pfaffenbach (REUTERS)

Pero lo más grande fue el gesto del Borussia Dortmund de transmitir por los altavoces el grandioso himno del Liverpool, You’ll never walk alone, que es lo que siempre hacen en Anfield, el estadio del Liverpool, antes de los partidos. Mejor todavía, si cabe, fue que los aficionados del Dortmund entonaron la letra de la canción con el mismo fervor que la hinchada visitante. Pocas cosas más conmovedoras se recuerdan en un campo de fútbol. Los aficionados ingleses y alemanes, varios de ellos soltando lágrimas, pusieron a un lado durante unos minutos sus antagonismos históricos y sus lealtades tribales y celebraron la suerte compartida de pertenecer a la gran hermandad mundial futbolera.

El sentimiento fue sincero y noble, tan sincero y noble como la reacción de Juanfran cuando le atropelló Suárez. Nadie estaba siendo mezquino, nadie estaba fingiendo nada.

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