Jugar y hablar sin complejos

Piqué es de una generación azulgrana que ha perdido el miedo al qué dirán

Barcelona -
Piqué, en la rueda de prensa de este jueves. QUIQUE GARCÍA (EFE)

Piqué no necesitó ni media hora para acabar con las tesis más espurias que se han vendido durante meses para intentar explicar el porqué le han pitado en los partidos de la selección española en León y Oviedo. Habló con naturalidad, sinceridad, inteligencia y sobre todo de manera desacomplejada, como cuando Guardiola acudió al Bernabéu y retrató a Mourinho en vísperas de las semifinales de la Liga de Campeones.

El central forma parte de una generación azulgrana, heredera del dream team de Cruyff, el entrenador que marcó el camino en el Camp Nou a partir de la conquista...

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Piqué no necesitó ni media hora para acabar con las tesis más espurias que se han vendido durante meses para intentar explicar el porqué le han pitado en los partidos de la selección española en León y Oviedo. Habló con naturalidad, sinceridad, inteligencia y sobre todo de manera desacomplejada, como cuando Guardiola acudió al Bernabéu y retrató a Mourinho en vísperas de las semifinales de la Liga de Campeones.

El central forma parte de una generación azulgrana, heredera del dream team de Cruyff, el entrenador que marcó el camino en el Camp Nou a partir de la conquista de Wembley’92, que ha perdido el miedo al qué dirán, a lo que se supone que conviene decir, a una mal entendida servidumbre a unos poderes fácticos que no tienen razón de ser, sobre todo cuando ya se ha vencido al victimismo.

El Barça ya no se recrea en explicar sus derrotas sino que presume de sus victorias y participa del relato de los mayores éxitos de España. No es necesario jurar la bandera cada día ni despertarse con el himno español para ser leal a la Roja. Piqué ha explicado que se puede ser un culé radical, antimadridista por definición, y al mismo tiempo aspirar a volver a ser campeón del Mundo y de Europa con España.

No es seguramente un modelo de deportividad, y hasta se puede discutir sobre su grado de rivalidad, pero no es sospechoso, sino consecuente con su forma de ser

El motor de Piqué es la competitividad, la ambición, la necesidad de retos, una actitud que a veces se confunde con la falta de respeto, sobre todo por parte de quienes se presentan como los jueces del bien y del mal en un mundo en que a menudo se dramatiza lo más trivial y funciona el populismo más banal. A mayor presión, cuanta más grande es la expectación, mejor acostumbra a ser la respuesta de Piqué. Suscambios de orientación del juego son únicos en el fútbol.

No es seguramente un modelo de deportividad, y hasta se puede discutir sobre su grado de rivalidad, pero no es sospechoso, sino consecuente con su forma de ser y sobre todo digno de la camiseta que defiende con el Barça y la Roja; acaso se le puede pitar por la rabia que da, en la misma medida que Cristiano Ronaldo. Al igual que sus compañeros culés, Piqué es hoy un chico feliz porque quiere seguir ganando, en el Barça y en la Roja, después de haber nacido en años de carestía (1987).

La cuestión, a fin de cuentas, es tan sencilla como la de saber que el Madrid tiene a Sergio Ramos y el Barça a Piqué, con lo que representa y es cada uno de ellos. El aficionado elige, pero no le conviene dividirlos cuando jueguen en el mismo equipo, la selección.

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