MUNDIALES DE NATACIÓN

Ona Carbonell contra la bomba atómica

La estrella española gana la plata en el solo técnico, únicamente superada por la maravillosa Romashina

Ona Carbonell, durante su ejercicio.CHRISTOPHE SIMON (AFP)

Ni en España ni en Tartaristán. No hay nada comparable a Svetlana Romashina cuando ejecuta la férrea rutina de figuras que establece el reglamento del solo técnico. Ella le añade un fastuoso toque particular. Eso que el manual denomina barracuda, por poner un caso, en Romashina es la tremenda ebullición emergente de caderas contorneándose por encima de la superficie. La rusa, que fuera de la piscina es tan seria que asusta, se ha especializado en alegorías del cabaret clásico. Desde que interpretó a Marilyn en Barcelona, en 2013, su repertorio ha gozado de gran popularidad. Una fama y...

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Ni en España ni en Tartaristán. No hay nada comparable a Svetlana Romashina cuando ejecuta la férrea rutina de figuras que establece el reglamento del solo técnico. Ella le añade un fastuoso toque particular. Eso que el manual denomina barracuda, por poner un caso, en Romashina es la tremenda ebullición emergente de caderas contorneándose por encima de la superficie. La rusa, que fuera de la piscina es tan seria que asusta, se ha especializado en alegorías del cabaret clásico. Desde que interpretó a Marilyn en Barcelona, en 2013, su repertorio ha gozado de gran popularidad. Una fama y una clase que, unido a su poderío atlético, le aseguran el oro de aquí al infinito. No hay cómo competir contra la bomba atómica. Si acaso, se puede brillar. Se puede ser magnífico. Se puede ser excelente y fino, como Ona Carbonell, la primera dama de la natación sincronizada española, que se llevó la plata en el feudo de Romashina.

Ona obtuvo el segundo puesto con 93.128 puntos cuando en las gradas del estadio de Kazán todavía resplandecían las brasas que dejó la explosión de Romashina. Los 95.268 puntos de la rusa pertenecen a otro mundo. Demasiado lejano para Ona y mucho más distante para la joven china Sun Wenyan, que se diluyó en una sopa melancólica de la que su virtuosismo no pudo extraer más que 91.547 puntos. Wenyan fue víctima de una canción de amor. No será ni la primera ni la última que se toma demasiado en serio estas melodías de difícil planteamiento coreográfico. Los sentimientos de un remoto compositor oriental pueden aburrir a las juezas más enamoradas.

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“Me he levantado a las cuatro y media para hacerme el moño”, expuso Ona después de la ceremonia de entrega de medallas de las seis de la tarde, exhausta tras una jornada que obligó a todas las solistas a madrugar para nadar el preliminar a las nueve. Somnolienta, Ona nadó peor por la mañana frente a unos jueces que le dieron 2.000 puntos menos que por la tarde. A Wenyan le pasó al revés y perdió 200 puntos. La brecha situó a la española en la categoría más próxima a la perfección. “Ya iba segunda pero con muy poca distancia”, dijo, acariciando el medallón en su pecho. “Haberle sacado tantos puntos a la china me hace feliz. Creo que he sentido un punto de confianza y serenidad que se ha notado en el agua”.

Dice la RAE que sincronizar es hacer que coincidan en el tiempo dos o más movimientos o fenómenos. En la natación sincronizada, el solo es la rutina que ejecuta una nadadora acompasando sus gestos y figuras a las notas de una pieza musical adaptada. Sea porque es más fácil sincronizarse a uno mismo que sincronizarse con otro, sea porque los miembros del Comité Olímpico Internacional repudian el individualismo acuático, esta disciplina no ha sido admitida en el programa de los Juegos. La Federación Internacional de Natación, que tiene un sentido más revoltoso del espectáculo, sí fomenta el solo. La moscovita Romashina lo explota para su gloria seleccionando temas como Pretty Woman, de Roy Orbison.

“Me he levantado a las cuatro y media para hacerme el moño” ONA CARBONELL

Más discreta, más intensa, Ona eligió Requiem for a Dream, de la banda sonora de la película homónima. “Lo más complejo de la coreografía son los cambios”, dice la catalana. “Alterna mucha rapidez con mucha calma. Me ha costado llegar a hacerlo bien, pero finalmente he podido transmitir la locura y el frenesí mezclada con la serenidad de la música. Estos cambios no se ven tanto en la sincro. No muchas lo pueden hacer”.

El prestigio que brinda el solo es tan personal que quienes lo practican y lo sueñan suelen postergar la medalla olímpica, que únicamente se logra en equipo y en dúo. Romashina y la federación rusa se pueden dar este lujo. No se sabe si España se puede permitir bajar las revoluciones de su equipo. De lo que no cabe duda es de que Ona Carbonell se dio un grandioso homenaje aquí en Kazán. Ahora está a la altura de las españolas más grandes. Junto a Gemma Mengual y Andrea Fuentes, ganadoras de la plata en 2007, 2009 y 2011.

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