Contador y Nairo Quintana se santiguan en Lourdes

Los dos favoritos del Tour afinan su puesta a punto en la Ruta del Sur, una pequeña carrera en los Pirineos

Lourdes -
Nairo Quintana, el 13 de junio en Bogotá.Leonardo Muñoz (EFE)

En Lourdes hay una gruta y una Virgen ante la que se arrodillaba Gino Bartali en 1948 para rezarle. Ganó aquel Tour Bartali, justo entre los justos, un santo, pero no creó escuela. Los ciclistas de ahora, los que corren esta semana la Ruta del Sur, se pasean entre los hipermercados del rosario, las tiendas de garrafas de plástico para el agua milagrosa y cirios de todos los tamaños y las entradas a los hoteles, uno cada dos portales, mirando abstraídos las pantallas de sus móviles. Alberto Contador y ...

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En Lourdes hay una gruta y una Virgen ante la que se arrodillaba Gino Bartali en 1948 para rezarle. Ganó aquel Tour Bartali, justo entre los justos, un santo, pero no creó escuela. Los ciclistas de ahora, los que corren esta semana la Ruta del Sur, se pasean entre los hipermercados del rosario, las tiendas de garrafas de plástico para el agua milagrosa y cirios de todos los tamaños y las entradas a los hoteles, uno cada dos portales, mirando abstraídos las pantallas de sus móviles. Alberto Contador y Nairo Quintana, delante de todos en la pancarta de salida de la primera etapa, se santiguan antes de dar la primera pedalada. Luego hablan un segundín entre ellos, sonríen y tiran para adelante. El Tour comienza dentro de dos semanas. Para los dos favoritos que hablan español ha comenzado la cuenta atrás.

A Quintana los periodistas franceses le preguntan si en Colombia dan valor al Giro o si solo el Tour les importa, Y el ciclista de Cómbita les responde con su gran sonrisa blanca: “Para los colombianos todas las carreras son importantes. Hasta la Ruta del Sur les importa”. A él, que se descubrió ante la afición en esta carrera de los Pirineos franceses un día de Tourmalet y victoria hace tres años, la Ruta del Sur es solo una oportunidad para volver a coger el ritmo de carrera. “No compito desde primeros de mayo y regresé de Colombia el lunes”, dice. “En 2012 gané, pero ahora vengo con otras ideas, aunque el sábado, con las subidas a Val Louron y Balès será un día importante para hacer un buen test, ver cómo está el cuerpo y sacar conclusiones”.

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A Contador, dice, le dolieron las piernas hasta hace tres días, tan duro fue el Giro que ganó y que terminó el 31 de mayo. Sus ideas en la carrera pirenaica son las mismas que las de Quintana: pedalear en carrera, ver cómo está el cuerpo, probarse. “También aproveché para ir a Cauterets, a ver el repecho final de la etapa del Tour”, dice el chico de Pinto en el hotel de carretera de habitaciones minúsculas, entre Lourdes y Tarbes, en el que pasará la semana. Y sonríe cuando se le pregunta si se picará con Quintana el sábado en Balès, el interminable puerto en el que ganó al Andy Schleck averiado el Tour del 10. “Es una etapa dura y será importante hacerla bien, pero siempre sabiendo que nuestro objetivo está aún a dos semanas. Será un buen entrenamiento”. Y el orgullo de ganar a un rival, ¿dónde lo dejamos? ¿Para qué corremos? “Hombre, moralmente puede venir bien ganarle”, dice Contador. “Pero a veces una victoria puede ser peligrosa, pude hacer que te confíes y no acabes de hacer todo el trabajo que debes. En cambio, una derrota, te obliga a seguir…”

Por los altavoces suena Daniel Mangeas, hace calor en Lourdes. Hay ruido de Tour. Ambiente de Tour y el sol del Tour. Pero no es el Tour. En el parking, el más democrático del ciclismo, reposa junto a los autobuses del Movistar o del Tinkoff la pequeña caravana del Murias Taldea, el equipo que Jon Odriozola, su fundador y hombre para todo, quiere convertir en el nuevo Euskadi. A ellos sí les parece importante la Ruta del Sur. “Somos un continental, de tercera, pero gracias a nuestro trabajo podemos competir en carreras como esta, con los mejores del mundo”, dice Odriozola, empeñado en un proyecto que solo el romanticismo da fuerzas para llevar a cabo: partiendo de la nada llevar a sus chavales, que crecen poco a poco, sin sobresaltos, hasta lo más alto, hasta el Tour.

Alberto Contador, en el pasado Giro.LUK BENIES (AFP)

Entre sus chavales está un navarro de Igantzi llamado Beñat Txoperena, un tallo alto, generoso y sonriente, de familia de madereros y pelotaris, que ha estado junio concentrado en La Mongie, la estación del Tourmalet, sin wifi y con tiempo de sobras para lamentar cómo han asfaltado y ensanchado el gigante de los Pirineos. Pocas horas después se le puede ver junto a otros tres en la fuga del día, enseñando el maillot verde a todo el mundo por Eurosport. En la meta de Auch, la ciudad de D’Artagnan y capital del foie, y la antigua Gascuña, reciben al pelotón vestidos de mosqueteros. El grupo de Txoperena, quien se llevó el premio de la combatividad, ya ha sido absorbido. Gana al sprint un francés, Steven Tronet, del Auber 93, un equipo para el que la Ruta del Sur es tan importante como para Colombia y los colombianos.

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