No hay círculos rojos

Serge Ibaka lanza ante el serbio Bjelica.EFE

En este Mundial, España no descansa nunca. La teoria de los círculos rojos dice que los equipos, durante un campeonato, marcan los días importantes y en los otros, se dejan llevar un poco en aras de guardar energías para las jornadas señaladas. Pues bien, en este torneo, el equipo español los ha marcado todos. Da igual que el partido sea ante un rival potente como Brasil o Francia o limitado como Irán o Egipto. Que sea importante para la clasificación o intrascendente al estar todo el pescado vendido...

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En este Mundial, España no descansa nunca. La teoria de los círculos rojos dice que los equipos, durante un campeonato, marcan los días importantes y en los otros, se dejan llevar un poco en aras de guardar energías para las jornadas señaladas. Pues bien, en este torneo, el equipo español los ha marcado todos. Da igual que el partido sea ante un rival potente como Brasil o Francia o limitado como Irán o Egipto. Que sea importante para la clasificación o intrascendente al estar todo el pescado vendido. A España le da igual, se emplea con la misma intensidad, mantiene las mismas rotaciones y finalmente, apabulla a todo el que se pone por delante.

La causa de este comportamiento ejemplar hay que buscarla en que además de competir, los jugadores españoles, a pesar de los años y todos los metales conseguidos, conservan la ilusión de jugar juntos y disfrutan al encontrarse en una pista de baloncesto. Esto les hace inmunes a cualquier tipo de relajación y complacencia. Lo volvieron a demostrar ante una Serbia que como otros antes, jugaron sin ninguna convicción de ser capaces de una hazaña que por otro lado, no les iba a hacer variar el camino que tienen a partir de ahora.

Hace cinco años, en el Europeo de Polonia de 2009, Serbia presentó un equipo jovencísimo que en el primer partido derrotó claramente a España y finalmente llegó a la final, donde cayó ante nuestro equipo. Parecía el principio de algo posiblemente grande, que cinco años después se ha quedado en casi nada. El máximo exponente de esta decepción podría ser Teodosic, un talento para jugar a baloncesto pero sin el carácter, compromiso y capacidad para que su equipo sea realmente competitivo. Ayer hizo algunas cosas de mérito, pero juega con una displicencia que terminó con un montón de pérdidas, castigadas rápidamente por España.

Total, cinco partidos, cinco victorias, cinco demostraciones de buen juego, carácter, ánimo y ambición

Como es costumbre, España salió a todo trapo, repitiendo quinteto y mecanismos. Los robos de Ricky, las rápidas transiciones, la finura de Navarro y el apabullante dominio de los hermanos Gasol colocaron el partido en el escenario habitual, el del dominio absoluto español, plasmado en los treinta y cuatro puntos que anotó en el primer cuarto. A partir de ahí, con el comienzo de rotaciones y ese momento en el que coinciden Sergio Rodriguez, Calderón y Llull, una tripleta que no termina de resultar operativa, España bajó el pistón y Serbia pudo mostrar alguna de sus cartas. Pocas fueron, porque como ocurrió el día de Brasil, me quedó la sensación que Djordjevic no quemó todas sus naves. Sospecho que unos y otros llegaron a la misma conclusión, la que no merecía la pena estando todavía en la fase de grupos. Si la lógica dice que estos equipos sólo serían capaces de ganar a España uno de cada diez partidos, pues mejor intentarlo en los cruces.

Sorprendió que a medida iban pasando los minutos, se hiciese palpable que Orenga no iba a variar su rotación habitual y que los que disponen de pocos minutos, no los tendrían tampoco en esta ocasión. Los habituales acumularon muchos minutos y finalmente, fuese por fatiga o por un lógico destensamiento, el equipo perdió fuelle, lo que fue aprovechado por Serbia para hacer una labor de maquillaje. Destacar el aparente enfado de Ibaka al ser sustituido, seguramente provocado por el poco juego que pasa por sus manos en ataque. Un apunte menor por el momento, pero recomendable de ser subsanada en el futuro.

Total, cinco partidos, cinco victorias, cinco demostraciones de buen juego, carácter, ánimo y ambición. La fase de preparación ha concluido y el equipo viaja a Madrid dispuesto a seguir un camino en el que sólo contemplan un final. El del oro.

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