Marc Gasol protege el balón ante Splitter.Jorge Guerrero (AFP)

Una de las virtudes más reseñables de este pedazo de equipo que es la selección española no es otra que la pasión que tienen por competir. No se trata solo de ganar, sino de enfrentarse a los mejores, explorar sus límites, renovar sus ilusiones. Los dos primeros partidos frente a Irán y Egipto dejaron a la afición con unos irreprimibles deseos de que llegasen adversarios de mayor enjundia. Viendo cómo salió España, quedó claro que si alguien estaba ansioso por una buena disputa, eran los jugadores de la selección. De nada le sirvió a Brasil un par de buenas combinaciones entre sus dos pívots t...

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Una de las virtudes más reseñables de este pedazo de equipo que es la selección española no es otra que la pasión que tienen por competir. No se trata solo de ganar, sino de enfrentarse a los mejores, explorar sus límites, renovar sus ilusiones. Los dos primeros partidos frente a Irán y Egipto dejaron a la afición con unos irreprimibles deseos de que llegasen adversarios de mayor enjundia. Viendo cómo salió España, quedó claro que si alguien estaba ansioso por una buena disputa, eran los jugadores de la selección. De nada le sirvió a Brasil un par de buenas combinaciones entre sus dos pívots titulares, Splitter y Nené. En cuanto Navarro, Ricky, Rudy, Pau y Marc rompieron a sudar, a Brasil le cayó un chaparrón de aúpa. Con Ricky controlando a Marcelinho, Brasil comenzó a sentirse incómodo por la defensa española, para poco después mostrarse incapaz de parar el vendaval de juego, acierto y talento para este juego que desplegó España.

Pau Gasol y España han venido a ganar el Mundial y el que quiera impedirlo, lo va a tener muy difícil

Al boquete en el marcador, que ya no tuvo remedio, colaboró algo el entrenador brasileño, que quizás hipnotizado por la exhibición española, tardó un mundo en pedir un tiempo muerto e intentar recomponer a su equipo. Cuando lo hizo poniendo en pista a Varejao, su mejor hombre en el partido, el asunto se les había ido de las manos. El ritmo era insostenible durante todo el encuentro, por lo que, durante el segundo tiempo, España se tomó un respiro. Orenga probó alternando combinaciones de bases, Ibaka no era el del día anterior y la dureza brasileña logró enfriar un poco el partido. Hasta que explotó Pau.

El mejor jugador de la historia del baloncesto español ha venido este verano con una única idea en la cabeza. Llevarse el oro. No han sido fáciles para Pau estos dos últimos años, sobre todo el último, al que el desastre de los Lakers se unieron problemas físicos que provocaron, por primera vez en su carrera, que llevase mucho tiempo sin competir.

Como consecuencia, y ya lo dijo el primer día, está fresco y con muchas ganas, combinación letal cuando se tiene un talento superlativo como Pau. En el primer cuarto hizo 12 puntos casi sin despeinarse, pero dejó lo mejor para un tercer cuarto de locura, donde encadenó canastas de todos los colores, de cerca, de lejos y de muy lejos. Brasil terminó sacando la bandera blanca, con su entrenador reservando jugadores y aceptando la superioridad española.

Sobre todo hubo alegría, ganas, velocidad, gritos de ánimo, felicidad en volver a jugar al más alto nivel

Fue una exhibición y un aviso para navegantes. Pau y España han venido a ganar el Mundial y el que quiera impedirlo, lo va a tener muy difícil.

Hubo más, mucho más. Acierto en el juego exterior, buenas transiciones, alguna que otra demostración de poderío físico por parte de saltarines como Ibaka o Rudy, un Hulk como Sergio Llull y la correspondiente ración de chachismo. Pero sobre todo, hubo alegría, ganas, velocidad, gritos de ánimo, felicidad por volver a jugar al más alto nivel.

Estamos en la tercera jornada y el camino es largo, por lo que cualquier pronóstico a largo plazo puede parecer o bien atrevido u originado en un momento de éxtasis después de un gran partido.

Pero cuesta imaginar, al menos hasta la posible final ante EE UU, que haya un equipo capaz de plantearle serios problemas a España. Lo podrán hacer durante un rato, pero son tantos los recursos, tanta la ambición y tan engrasada la maquinaria, que lograrlo durante 40 minutos parece fuera del alcance de todos, llámense Brasil, Francia, Serbia o Argentina.

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