Getafe y Espanyol empatan a nada

Getafe y Espanyol firman un duelo destensado y sin apenas juego, un empate a nada

Córdoba trata de zafarse de Valera.Víctor Lerena (EFE)

Patadón y patada. Fórmula tacaña y desdeñosa con el espectáculo; ecuación del Getafe y el Espanyol para rubricar un duelo de fútbol misérrimo, tedioso en grado superlativo. Sin querencia por la pelota ni ambición por el remate, siempre supeditados al axioma de minimizar el error en defensa, ambos equipos dieron más puntapiés que pases, hasta el punto de que al balón, a buen seguro, le salió moratones de tanto maltrato. La consecuencia lógica frente a tanta estrechez fue el empate a cero, el empate a nada de nada.

Apretujadas las líneas y con la exigencia de evitar los errores e...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Patadón y patada. Fórmula tacaña y desdeñosa con el espectáculo; ecuación del Getafe y el Espanyol para rubricar un duelo de fútbol misérrimo, tedioso en grado superlativo. Sin querencia por la pelota ni ambición por el remate, siempre supeditados al axioma de minimizar el error en defensa, ambos equipos dieron más puntapiés que pases, hasta el punto de que al balón, a buen seguro, le salió moratones de tanto maltrato. La consecuencia lógica frente a tanta estrechez fue el empate a cero, el empate a nada de nada.

Apretujadas las líneas y con la exigencia de evitar los errores en la raíz del juego, componer fútbol fue una quimera, toda una ilusión. La idea común pasaba por el zapatazo a seguir sin otro designio que recorrer metros para buscar una segunda jugada, una chiripa, si acaso un milagro. No se dio. El destino de los misiles, en cualquier caso, eran Lafita por el Getafe, desgastado en los desmarques y en las carreras titánicas, y Córdoba por el Espanyol, fiado a unas piernas que le dan para correr pero no para resquebrajar caderas. Se significó, sin embargo, Sergio García en la prolongación, con llegadas por sorpresa, punzante como es. Pero el 9, el genio de la lámpara, apenas cobró el esférico, perdido entre el juego aéreo y las patadas subterráneas, en el fútbol de alcantarilla hasta el punto de que, desesperado, soltó una patada que era de tarjeta naranja por el simple hecho de no querer el balón sino el gemelo contrario.

GETAFE, 0 – ESPANYOL, 0

Getafe: Moyá (Codina, m. 59); Valera, Alexis, Rafa, Roberto Lago; Borja (Colunga, m. 72), Juan Rodríguez; Pedro León, Diego Castro (Sammir, m. 64), Lafita; y Ciprian. No utilizados: Lacen, Sarabia, Gavilán y Escudero.

Espanyol: Casilla; Javi López, Colotto, Sidnei, Fuentes; Torje (Pizzi, m. 68), Víctor Sánchez, David López, Simão; Sergio García y Córdoba (Álex Fernández, m. 57). No utilizados: Germán; Raúl Rodríguez, Capdevila, Lanzarote y Abraham.

Árbitro: Mateu Lahoz. Amonestó a Colotto, Alexis, Sergio García, Córdoba, Lafita, Moyá y Valera.

Coliseum Alfonso Pérez. Unos 4.500 espectadores.

De arriba abajo y vuelta a empezar, tortícolis y castigo para el aficionado, tedio futbolístico y generalizado, por más que el Coliseum Alfonso Pérez enseñará todo su esqueleto, sin afición ni algarabía. Los medios, entonces, eran una frontera transparente, espantapájaros carentes de protagonismo. Por lo que solo las jugadas de estrategia daban juego, un toque de emoción. Es lo que tiene Simão —quizá lo único que tiene porque ni lanza quiebros ni descuenta rivales—, que pone centros envenenados, tensos y a mala (o buena) baba. Como ese córner que Sidnei, que le dio con la espinillera, acertó a malbaratar. O como ese centro desde el lateral que un defensa atinó a desviar a tiempo. Lo mismo intentó y recolectó Pedro León.

No es que el Getafe se personara con más insistencia ni intención en el área rival, atornillado en su campo y desaliñado para el ataque. Tiros desbravados desde lejos que ni siquiera inquietaron al Espanyol, más allá de ese giro de Ciprian que Casilla tosió con el pecho, o esos dos latigazos desde fuera del área de Pedro León, uno fuera y el otro despejado por el firme puño del portero.

Abierto el encuentro en los compases finales, más por cansancio que por anhelo, reclamó de nuevo el protagonismo Sergio García, rebelde con causa porque sin él no hay diversión ni fútbol. Reacio a las tablas, el 9 se inventó una jugada para enmarcar, con dos recortes que descontó a tres rivales y un disparo cruzado que le hizo cosquillas al palo. Le faltó la guinda, el gol. Pero también se las ingenió para protagonizar la jugada más peligrosa, derivada de una bomba de Casilla de saque de puerta que botó hasta su posición. Sergio la tocó con la puntera para romper a Jordi Codina —lesionado Moyá de la rodilla—, pero le faltó tiempo para evitar la corrección de Alexis, su pareja de baile. Otro desatino y el mismo resultado, un empate sin nada de nada.

Archivado En