Un pequeñajo de 177 centímetros

Ibai Gómez se ha acreditado como uno de los futbolistas de la Liga con mejor golpeo

Ibai conduce la pelota en el duelo contra el Valladolid.RAFA RIVAS (AFP)

El 27 de octubre de 2010, en el minuto 67, Ibai Gómez (Bilbao, 1989) pasó de ser el hijo de Mitxelo a que Mitxelo fuera el padre de Ibai Gómez. Mitxelo,Miguel Ángel Gómez, era y es un santo y seña del fútbol base vizcaíno desde la atalaya del Santutxu, el club de uno de los barrios más populosos de Bilbao, que controla a no menos de 300 futbolistas de todas la categorías. Su lugar de operaciones, el campo municipal de Mallona (que albergaba el monumento a los liberales que defendieron Bilbao en 1874 del asedio de las tropas carlistas), es un territorio en el que conviven cuatro clubes...

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El 27 de octubre de 2010, en el minuto 67, Ibai Gómez (Bilbao, 1989) pasó de ser el hijo de Mitxelo a que Mitxelo fuera el padre de Ibai Gómez. Mitxelo,Miguel Ángel Gómez, era y es un santo y seña del fútbol base vizcaíno desde la atalaya del Santutxu, el club de uno de los barrios más populosos de Bilbao, que controla a no menos de 300 futbolistas de todas la categorías. Su lugar de operaciones, el campo municipal de Mallona (que albergaba el monumento a los liberales que defendieron Bilbao en 1874 del asedio de las tropas carlistas), es un territorio en el que conviven cuatro clubes con todas sus categorías en dos terrenos de juego en el que se entrena hasta por las esquinas del rectángulo de juego. Su valor, por uso productivo, es incalculable. Ahí se puso por primera vez Ibai Gómez, con cuatro años, la camiseta roja del Santutxu, después de entrenar, con tres años, en el equipo en el que había jugado su padre, futbolista más dotado de técnica que de poderío, y del que luego había sido entrenador y presidente, con algunos escarceos en el organigrama de Lezama. Y ahí estuvo 16 temporadas, midiendo los centímetros que le faltaban, supuestamente, para poder ser un gran futbolista.

En el minuto 67 del partido que enfrentaba al Athletic contra el Zaragoza, el 27 de octubre de 2010, a Ibai Gómez la emoción le duró poco. Sustituyó a Toquero y a los tres minutos sufrió un esguince de rodilla que le obligó a una operación y a seis meses de baja. Joaquín Caparrós, que lo había fichado del Sestao, como antes a Toquero, dictó sentencia: “Esté el tiempo que esté de baja, Ibai va a triunfar en este club”. Había un mensaje de ánimo en sus palabras, pero también la confianza en un chico que destacaba, sobre todo, por su golpeo del balón con ambas piernas.

A Ibai se le cayó el mundo encima. Él había pisado Lezama de forma muy ocasional y le perseguían dos cosas: la sombra de su padre y los problemas con la talla, algo que entonces en Lezama era una nota de corte. Ibai hasta los 17 años, futbolísticamente no dio el estitrón. En Lezama era el pequeñajo, como le llamaba Llorente, cuatro años mayor, y aunque se adivinaban sus virtudes para el golpeo, se observaban más sus carencias tácticas. Por eso tuvo que crecer en el Santutxu, de la Regional vizcaina, y después en el Sestao, de Segunda B. En el primero hizo 18 goles en una temporada, en el segundo, ocho. Hoy, el pequeñajo mide 1,77 metros.

Oficialmente sigue siendo suplente, pero sus seis goles en la Liga no han pasado desapercibidos

Recuperado de su lesión, Marcelo Bielsa lo incluyó regularmente en sus convocatorias llegando (35 partidos la pasada campaña). Participó en la final de la Copa del Rey contra el Barcelona, tres años después de haber estado, bandera en mano, apoyando a su equipo en la grada de Mestalla, también contra el equipo azulgrana.

Oficialmente sigue siendo suplente, entendiendo que Muniain ocupa el costado izquierdo, pero sus seis goles en la Liga no han pasado desapercibidos (es el máximo anotador del equipo). Tampoco ese centro que ha patentado cuando golpea, en carrera, el balón con el exterior de la pierna derecha, en vez de con la zurda con la que tiene también buenas relaciones.

Probablemente, Ibai no sea un extremo regateador porque no lo necesita, un pequeño hueco entre él y su rival le basta para armar el disparo o el centro. La regularidad es su asignatura pendiente: se mueve entre el anonimato y el protagonismo. Lo que parece claro es que su futuro será el de entrenador. Ha entrenado a los infantiles del Santutxu, con los que fue campeón de Vizcaya. Cuando las tareas profesionales se lo impedían, Mitxelo le cubría: para entonces ya era el padre de Ibai y no Ibai el hijo de Mitxelo.

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