Muniain rinde al Celta

El Athletic golea 4-0 en una exhibición de fuerza y pegada

Muniain celebra uno de sus goles al Celta. JUAN FLOR (DIARIO AS)

Había miedo al 1-0 de Vigo en Bilbao. Miedo a ese resultado que te deja desprotegido en tu área y te obliga a marcar y a vivir en el alambre. Quizá por eso el Athletic templó las cuerdas de la guitarra, antes de romperlas con cuatro arañazos ante un Celta que estuvo mudo de principio a fin, sin más peligro que el que creaba en su propia área, sin más fe que la que le daba el pasado. Pero el fútbol es como la vida cotidiana: a veces monótona, a veces intrépida. Generalmente, ambas cosas a la vez y alternativamente. Quizás por eso el partido se contagió de la monotonía de la lluvia y de la galla...

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Había miedo al 1-0 de Vigo en Bilbao. Miedo a ese resultado que te deja desprotegido en tu área y te obliga a marcar y a vivir en el alambre. Quizá por eso el Athletic templó las cuerdas de la guitarra, antes de romperlas con cuatro arañazos ante un Celta que estuvo mudo de principio a fin, sin más peligro que el que creaba en su propia área, sin más fe que la que le daba el pasado. Pero el fútbol es como la vida cotidiana: a veces monótona, a veces intrépida. Generalmente, ambas cosas a la vez y alternativamente. Quizás por eso el partido se contagió de la monotonía de la lluvia y de la gallardía de los goles, como cuando en medio de la vía pública alguien toca el violín y se altera la circulación porque lo hace bien. Muniain fue el primer violinista cuando le robó el balón a Krohn-Delhi al borde del área y se lo cedió a Aduriz que se lo devolvió, de espuela, envuelto en celofán. A Muniain le gustó tanto el detalle que lo puso en la escuadra con el embrujo de los toques sutiles, como quien abre el regalo sin romper el papel. Lo curioso es que hasta entonces no había pasado nada. El partido era como el ir y venir del metro un jueves cualquiera. Nada que ver con la épica de la Copa entre equipos de la misma categoría, separados por tan solo un gol, una estación apenas.

ATHLETIC, 4-CELTA, 0

Athletic: Iraizoz; Iraola, Gurpegui (Ekiza, m. 46), San José, Balenziaga; Iturraspe (Morán, m. 83), Rico; Susaeta, Muniain, Ibai Gómez (Herrera, m. 61); y Aduriz. No utilizados: Iraizoz, Toquero, Beñat y De Marcos.

Celta: Blanco; Mallo, Vila, Cabral, Rodríguez; Krohn (J. Rey, m. 72), Madinda, López (Jonny, m. 57); Mina (Orellana, m. 46), Charles y Nolito. No utilizados: Sergio, Mario, Rafinha

Goles: 1-0. M. 21: Muniain. 2-0. M.44. Susaeta. 3-0. M. 80. Muniain. 4-0. M. 86. Aduriz.

Árbitro: T. Vitienes (cántabro). Expulsó a Mallo (M. 53), por doble amarilla. Amonestó a Iraola, Rico, Muniain, Cabral y Toni.

30.000 espectadores en el nuevo San Mamés.

El Celta decidió encerrarse, no en su área sino en el campo, con las líneas juntitas, y Krohn-Delhi como encargado de la trastienda. Nada que ver con el futbolista incisivo que fue y poco que ver con el que Luis Enrique intuye en la posición del medio centro clásico que le viene más ancha que una camiseta XXL. Tan ancha que Muniain con su cuerpecillo le robó un balón imposible para fraguar el primer gol. El listo le robó el asiento al desubicado. Después le hizo aprecio al gol de la mejor manera posible: con elegancia.

Y el Celta sin tirar a puerta, ensimismado con taponar a Mikel Rico y a Iturraspe malgastando a sus futbolistas en tareas muy lejanas al área. Bien es cierto que sus centrales ahogaron a un apático Aduriz, pero el Athletic tenía otra pinta muy alejada de la heroica que busca al nueve. Por las bandas desactivó el primer muro del Celta. El resto entonces era más fácil. Cuando el rival no inquieta, los equipos se hacen atrevidos. Y el Athletic, que ya había hecho sus deberes, aunque un gol del Celta le mandaba al infierno, redujo el campo al territorio del área que defendía Rubén. Y Muniain, en su gran noche, la de su 21 cumpleaños, hizo el tercero en posición dudosa. Y Aduriz hizo el cuarto, aprovechando un centro inteligente de Muniain. La expulsión de Hugo Mallo, con el 2-0 en el marcador, había hundido al Celta definitivamente. Estaba claro que era la noche de Muniain, redivivo, inteligente, batallador, impulsivo. Primero de media punta, después de extremo izquierdo. Era su gran noche. Y el Celta se fue sin verle, sin saber cómo pararle, empeñado en acogotar el centro del campo, sin darse cuenta de que el peligro del Athletic estaba en los costados. Y por ahí se le fue la Copa, por donde le llegó al Athletic que, como siempre, fue metiendo marchas más rápidas a medida que avanzaba el partido. Su más puro estilo.

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