Ni ‘virus FIFA’ ni gaitas

La abrumadora superioridad de Barça, Madrid y Atlético es tal que golean pese al agobiante engorro de las selecciones, con Messi lesionado, 50 minutos de CR y media hora de Diego Costa

Benzema su gol al Almería con Zidane. Daniel Tejedor (AP)

No llega a lo de las soporíferas vueltas al ruedo de Sebastian Vettel, pero el abismo de esta Liga cada vez más clasista resta emotividad, sustento capital en toda competición deportiva. En tan solo 14 jornadas, en la zona de la Liga Europa ya transitan a 20 puntos del líder. En el horizonte de los tres grandes de nuevo los 100 o más puntos. En la Premier, entre el primero (Arsenal) y el sexto (Manchester United) hay siete puntos; en la Bundesliga, 14.

Ni virus FIFA ni gaitas. El rodillo es total, es cosa de tres. Ya no dan tregua ni después del siempre engorroso parón internacional. Se...

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No llega a lo de las soporíferas vueltas al ruedo de Sebastian Vettel, pero el abismo de esta Liga cada vez más clasista resta emotividad, sustento capital en toda competición deportiva. En tan solo 14 jornadas, en la zona de la Liga Europa ya transitan a 20 puntos del líder. En el horizonte de los tres grandes de nuevo los 100 o más puntos. En la Premier, entre el primero (Arsenal) y el sexto (Manchester United) hay siete puntos; en la Bundesliga, 14.

Ni virus FIFA ni gaitas. El rodillo es total, es cosa de tres. Ya no dan tregua ni después del siempre engorroso parón internacional. Sentadas las bases con el transcurso del tiempo, no se vislumbran angustias como las pasadas por el Barça en Pamplona, el Atlético en Cornellà o el Madrid en Elche. Los tres de cabeza juegan contra sí mismos. El único gancho pasa por su propio espejo, contemplar si Cristiano puede mejorar a Cristiano, si Neymar cubrirá el vacío de Messi o cuándo cambiará Simeone su discurso de cordero. No es a él a quien aburre esta competición. Al contrario. Es él, su Atlético, el gran animador de la Liga por el campeonato, el único en meter una cuña en la perpetua partida entre Barça y Madrid. En sí mismo, el Atlético es un aliciente en un torneo falto de encantos, con permiso de Carlos Vela, Sergio García y otras intermitencias.

El Barça es resolutivo pero ha perdido gracia, el Madrid crece y el Atlético no es una visión

Sin Messi, con media hora de Diego Costa y 50 minutos de Cristiano, Barça, Atlético y Real Madrid fueron demoledores. No necesitan estar en plenitud, tampoco contar con su mejor alineación. Alguno, como el equipo de Martino, ni se acerca a su mejor versión. El Tata quizá se deslumbre y tire confetis, pero el Barça viene de donde viene y hoy es un conjunto con muchos grises. Suma como nadie, pero ya no fascina. Es eficaz, resolutivo, sin más. Contra el Granada le bastó un poco de Iniesta, pero flojeó Neymar, lo que no tendría mayor calado de no ser porque debía hacer de Messi en el eje del ataque. Estuvo tan incómodo como irascible.

Si el Barça ha perdido gracia, el Real Madrid cada vez tiene más. En Almería certificó un excelente partido. Con el insaciable Cristiano ni se concede gandulear un rato de inicio. Fue un equipo decidido, coral, autoritario, con fases de juego muy brillantes. Cristiano le anticipó la victoria y sin el genio portugués la respuesta gremial fue magnífica. Alonso e Illarramendi dieron equilibrio, Benzema e Isco brindaron dos golazos, Bale se ganó el suyo con pillería y tenacidad, Jesé puso la chispa, Carvajal fue un puñal por su banda, Morata puso el lazo con un tanto de violinista y Casemiro dejó más de quite, un disparo al poste y una asistencia sublime en el quinto gol. Y un guiño de la nacionalización madridista: hacía ocho años que no jugaban unos minutos juntos nueve españoles (Diego López, Carvajal, Ramos, Arbeloa, Alonso, Illarra, Jesé, Morata e Isco). Y en el banco: Casillas, Nacho y José Rodríguez. Con Modric reservado y sin Khedira, Varane, Marcelo y Coentrão, todos internacionales en selecciones que estarán en el próximo Mundial, el Madrid tiene recursos infinitos. Ya lo sabe Ancelotti, que en Almería cambió de sistema y obtuvo resultados exitosos.

Mientras gana tiempo el Barça y crece el Real Madrid, el Atlético no cede. Del apretón en Vila-real —también allí sufrió el Madrid— al desmelene ante el Getafe, al que apabulló por completo con un amplio repertorio. Salvo Alderweireld, hasta 12 futbolistas rojiblancos pusieron picante en el área de Moyá, lo que subraya la voracidad de la plantilla de Simeone. El técnico argentino ha enchufado a todos y, a excepción quizá de Adrián, no hay jugador del Manzanares que no haya dado un estirón. El último, Raúl García, capaz de dar un respiro al mismísimo Diego Costa, cuyo gol de museo revela que este delantero es algo más que un corsario. Ante el tijeretazo del brasileño, Simeone puso cara de incrédulo. Era lo que tocaba, pero en el fondo del Cholo anida una fe ilimitada en un grupo con pruebas más que evidentes para creer en sí mismo, en sus apuntes individuales para la mejora del colectivo, lo que tiene encumbrado a este Atlético que, hoy por hoy, va muy en serio. Lo de Simeone ya no cuela. No coló ante la última final de Copa ni ahora. En una Liga tan desvirtuada, el Atlético no es una visión. Ha hecho de la necesidad virtud. Otros equipos ni se lo pueden permitir. Su Liga nada tiene que ver.

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