ATHLETIC, 2 - ELCHE, 2

El coraje iguala al orden

El Athletic tira de su único argumento para empatar ante un Elche con oficio y velocidad

Susaeta pugna con Cisma por el balónrafa rivas (AFP)

En el descanso, San Mamés hizo esa mueca que está a medio camino entre la costumbre y la sorpresa, esa mueca que minimiza un lamentable partido rojiblanco porque ya se sabe que el nuevo San Mamés arranca siempre con el viento en contra. Es lo que toca, lo que sucede, pensaba el sector optimista. Es un desastre, opinaba el sector realista asustado por la exhibición de orden, estrategia y fortaleza de un Elche que le robó el balón al Athletic cuando lo necesitó, se lo dio cuando le intereso (a cambio de organizarse en defensas) y lo escondió entre la nube de piernas que poblaban el centro del ca...

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En el descanso, San Mamés hizo esa mueca que está a medio camino entre la costumbre y la sorpresa, esa mueca que minimiza un lamentable partido rojiblanco porque ya se sabe que el nuevo San Mamés arranca siempre con el viento en contra. Es lo que toca, lo que sucede, pensaba el sector optimista. Es un desastre, opinaba el sector realista asustado por la exhibición de orden, estrategia y fortaleza de un Elche que le robó el balón al Athletic cuando lo necesitó, se lo dio cuando le intereso (a cambio de organizarse en defensas) y lo escondió entre la nube de piernas que poblaban el centro del campo Cuando el Elche quería tenía una bala, Carles Gil, que atravesaba la pradera vacía de San Mamés con la velocidad y la precisión de una flecha lanzada por Guillermo Tell. El Athletic le veía pasar siempre con el rabillo del ojo, preguntándose a donde iba ese muchacho a esa velocidad tan peligrosa. ¡Será loco este tío! Pensaban mientras el valenciano sorteaba defensas y piernas como un vallista de 65 kilos y pierna corta. Para más inri de la parroquia catedralicia, todos y cada uno de los balones que debían dilucidarse al choque los ganaba el Elche trastornando la presunta fiereza rojiblanca.

ATHLETIC, 2 - ELCHE, 2

Athletic: Iago Herrerín; Iraola, Gurpegui, Laporte, Balenziaga; Iturraspe, Mikel Rico (De Marcos, m. 46), Ander Herrera (Beñat, m. 58); Susaeta, Muniain (Aduriz, m. 67) y Toquero. No utilizados: Kepa; San José, Ekiza e Ibai Gómez.

Elche: Manu Herrera; Damián Suárez, Botía, Lombán, Domingo Cisma; Rubén Pérez, Carlos Sánchez; Carles Gil, Aarón Ñíguez (Mantecón, m. 68), Fidel (Javi Márquez, m. 85); y Coro (Manu del Moral, m. 78). No utilizados: Toño; Pelegrín, Rivera y Cristian Herrera.

Goles: 0-1. M. 9. Lombán. 0-2. Aarón Ñíguez. 1-2. M. 55. Susaeta. 2-2. M. 69. Aduriz.

Árbitro: Pérez Montero. Amonestó a Botía, Aarón Ñíguez, Aduriz, Cisma y Laporte.

Unos 30.000 espectadores en San Mamés.

Pero el gol llegó a balón parado, en un saque de esquina que Lombán cabeceó a placer sin que Gurpegui, su presunto marcador, llegara ni siquiera a saltar. También el juego aéreo era ilicitano. ¿Qué quedaba entonces del Athletic? Superado en el juego aéreo, en la presión, en la utilización del espacio, en el choque y en el marcador desde los nueve minutos, quedaba la heroica, apelar a todo aquello que no forma parte del juego sino del ánimo, de la fortuna.

El partido lo gobernaba el Elche con las líneas juntas, jugando con el viento a favor pero sin aspavientos. El Athletic se agarraba insistentemente a Susaeta, el único con ganas de encarar al rival y alcanzar la línea de fondo. Y en esa placidez de la táctica y el orden, llegó el segundo gol del Elche en el colmo del infortunio: un despeje de Laporte dio en la pierna de Aarón, que habilitó al jugador del Elche inicialmente en fuera de juego, para batir a Herrerín.

El equipo de Fran Escriba pensó que el viento sería ya una leve brisa, pero en San Mamés raro es que no haya al menos un ciclón. Valverde retiró a un Herrera inoperante y a un Mikel Rico que ejercía de buen ladrón (todo lo que robaba se lo devolvía al Elche) y dio entrada a De Marcos, un futbolista imprevisible, y a Beñat, tacto puro y duro. Y sonó la trompeta, que no la flauta. Susaeta obtuvo premio a su tesón con un remate a bote pronto que acarició todo el fondo de la red como si no quisiera perderse ni un centímetro. El gol le encendió la sangre al Athletic tanto como se la heló al Elche. Lo que para uno fue fuego, para el otro fue miedo.

El Elche juntó aún más sus líneas, pero 10 metros más atrás, empujado por un Athletic definitivamente corajudo, que había interiorizado la fuerza de la costumbre, la fuerza del destino que juguetea con su suerte a su antojo. Y quiso ese destino que el goleador seco, Aduriz, que había perdido la titularidad en favor del destajista Toquero, marcara su segundo gol de la temporada un minuto después de saltar al campo. Son los caprichos del gol, los caprichos del juego, los caprichos del fútbol. San Mamés se ha acostumbrado a ver dos partidos en uno, como una sesión doble en los cines de barrio (cuando existían). El primero fue una película alemana, con el guion impecable del Elche, bien escrito y bien interpretado y con el Athletic haciendo el papel de malo malísimo de los spaghetti westerns. El segundo fue cine de acción, con el Athletic lleno de munición y el Elche ejerciendo de pianista asustando en el saloon. Y lo uno por lo otro, la contienda se quedó en un empate que dejó mal sabor a ambos: al Elche porque se vio ganador y al Athletic porque superó la depresión y soñó con el éxito. Jugarretas del destino. Lo único que quedó claro es que los futbolistas de ambos equipos no sabían elegir el taco de las botas. Tanto resbalón es impropio de la élite.

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