Serena contra la historia

La estadounidense gana su 17º grande, se queda a uno de Navratilova y Evert, y con casi 32 años sueña con el récord de 22 de Graf

Serena Williams celebra su victoria sobre Azarenka.STAN HONDA (AFP)

Mientras el viento le azota y su vestido se contorsiona, Serena Williams saca dos veces para ganar el Abierto de Estados Unidos, y las dos veces pierde el servicio. “Relájate”, se dice. “Cálmate”, se exige. “Juega más inteligente”. Luego, tras 2h 45m de combate, la número uno mundial tumba 7-5, 6-7 y 6-1 a Victoria Azarenka, la número dos, una competidora total que termina llorando en su banquillo. La victoria de la estadounidense adquiere entonces múltiples dimensiones, convertida en un diamante que refleja el peso de la carrera de la ganadora: Serena, a un paso de los 32 años, se convierte e...

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Mientras el viento le azota y su vestido se contorsiona, Serena Williams saca dos veces para ganar el Abierto de Estados Unidos, y las dos veces pierde el servicio. “Relájate”, se dice. “Cálmate”, se exige. “Juega más inteligente”. Luego, tras 2h 45m de combate, la número uno mundial tumba 7-5, 6-7 y 6-1 a Victoria Azarenka, la número dos, una competidora total que termina llorando en su banquillo. La victoria de la estadounidense adquiere entonces múltiples dimensiones, convertida en un diamante que refleja el peso de la carrera de la ganadora: Serena, a un paso de los 32 años, se convierte en la campeona de más edad en Nueva York, que le ha visto triunfar como adolescente, veinteañera y treintañera; suma su 17º grande, tantos como Roger Federer; y se lleva a casa el cheque más abultado de la historia, casi tres millones de euros.

“Creo que mi padre me metió en el tenis por el dinero”, se rió la número uno mundial; “pero como yo soy un poco boba, naíf, nunca pensé en ello”. “Yo solo pensé siempre en una cosa: ‘Quiero ganar. Quiero hacer lo que hace Venus [su hermana]. Quiero ganar y quiero hacer más y más y más”, subrayó. “Hasta ahora, nunca en mi vida he ido a recoger un cheque. Recuerdo en los principios de mi carrera, cuando no existía Internet… me enviaban el cheque por correo, porque se me olvidaba recogerlo”, añadió. “Mi carrera no habría sido lo que es sin Venus. Cuando crecíamos, cada vez que ella perdía, yo perdía. Creo que eso me permitió madurar mucho más rápido porque vi cómo se enfrentaba ella a esas victorias y cómo se enfrentaba ella a esas derrotas, así que no tuve que experimentar esas derrotas yo misma para desarrollarme mucho más rápidamente. Fue una gran oportunidad para mí”.

Williams ha superada la frontera de los 50 millones en ganancias, jamás traspasada por otra tenista

La carrera de Serena ya solo se mide con la historia. Superada la frontera de los 50 millones en ganancias, jamás traspasada por otra tenista, la estadounidense compite ahora con tenistas en blanco y negro, fantasmas del pasado en tecnicolor, competidoras retiradas. En tiempo presente, solo Azarenka parece en posición de discutirle desde el fondo y afrontar su saque sin estar destinada al fracaso: la bielorrusa se había impuesto en los dos últimos precedentes sobre cemento. El resto de rivales de Serena están en el pasado, en las pioneras que hicieron grande su deporte o lo impulsaron a un nivel desconocido. Con 17 grandes en la mochila, la número uno mundial ya está a la caza de los 18 de Martina Navratilova y Chris Evert, y tiene razones para creer que tendrá opciones de igualar o superar el récord de la Era Abierta (desde 1968), los 22 títulos de Graf, solo mejorados por los 24 de Margaret Court. Para empezar, Serena es la mejor de todas las campeonas aprovechando sus opciones en los escenarios más prestigiosos: firma un impresionante 17-4 en finales grandes.

“Me siento muy en forma”, dijo la número uno sobre un reto que afrontará con 32 años. “Nunca me he sentido mejor. Puedo resistir a programaciones muy duras, ganar torneos jugando a la vez individuales y dobles”, subrayó. “No me he sentido así en años. Estoy emocionada por las posibilidades que hay abiertas”, añadió pensando en alto sobre la historia; espoleada por el título y esa relación de tantos matices públicos y privados que ha establecido con Patrick Mouratoglou, su entrenador francés. “Estas tres semanas he podido estar muy concentrada. Como cada vez que no pierdo, he hecho alguna locura: no salir nunca de la habitación e intentar mantener ese espíritu”.

Serena, que alcanzó los 202 kilómetros por hora al saque en la final, no logró solo eso. Una vez más volvió a dejar las señales de una competidora irreductible. Allí donde otra se hubiera deshecho en estrés y miedo tras desaprovechar dos saques para ganar el título y luego minibreak de ventaja en el desempate de la segunda manga, ella se rehízo consiguiendo un 6-1 en un set final que empezó con un 0-30 sobre su servicio. Pura Serena.

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