El empresario que lo dejó todo para recorrer los mares

El mexicano Ramón Carlin ganó en 1974 la primera Vuelta al Mundo

Ramón Carlin, en la sede de Volvo Ocean Race en 2011.IAN ROMAN

Era un próspero hombre de negocios pero lo dejó todo por echarse al mar. Corrían los primeros años setenta y el mexicano Ramón Carlin rondaba los 50 años, tenía una familia, una empresa de electrodomésticos y un pequeño velero que se compró para sorpresa de todos. Algo de aventurero tendría: de vender productos para el hogar pasó a participar en modestas regatas por Acapulco y, de ahí, a ser el único no europeo en la primera Vuelta al Mundo a vela, en 1974 –por entonces denominada Whitbread World Racing–. Y ganó.

De entre los 17 barcos participantes, el Sayula II, el comandado por Carli...

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Era un próspero hombre de negocios pero lo dejó todo por echarse al mar. Corrían los primeros años setenta y el mexicano Ramón Carlin rondaba los 50 años, tenía una familia, una empresa de electrodomésticos y un pequeño velero que se compró para sorpresa de todos. Algo de aventurero tendría: de vender productos para el hogar pasó a participar en modestas regatas por Acapulco y, de ahí, a ser el único no europeo en la primera Vuelta al Mundo a vela, en 1974 –por entonces denominada Whitbread World Racing–. Y ganó.

De entre los 17 barcos participantes, el Sayula II, el comandado por Carlin, era el más pequeño de todos. A bordo de la embarcación, 10 personas de varias nacionalidades y su mujer y su hijo, los menos bregados en asuntos navieros. De los 167 pioneros que partieron de Portsmouth (Reino Unido) en 1973 en la primera edición de la competición, fue este grupo comandado por un intrépido aventurero de México, un país sin excesiva tradición marinera, quien logró la primera victoria.

Cinco personas han muerto dando la vuelta al mundo. Tres lo hicieron ese año

Fueron 133 días y 13 horas. En ese tiempo, el Sayula II recorrió 27.000 millas naúticas –algo más de 50.000 kilómetros–. De Inglaterra a Ciudad del Cabo, Sidney, Río de Janeiro y, más de cuatro meses después, de vuelta a Portsmouth. Un periplo en condiciones extremas no apto para neófitos.

Hace dos años, con motivo de la salida desde Alicante de la última expedición que él inauguró, pasó por España para rememorar algunas de sus experiencias en uno de los desafíos más extremos del deporte. En una entrevista con este periódico recordaba cómo la violencia de los vientos, rumbo hacia Australia, le obligó a cambiar de ruta de forma imprevista. Eran tiempos en los que los tripulantes carecían de toda ayuda electrónica: se bastaban con la rudimentaria y simple observación de las condiciones del mar y del cielo. Carlin, recuerda, se encontró con rachas de viento de hasta 60 nudos, con rugientes y aulladores: corrientes así llamadas por el ruido que generan en plena mar. Ante tal dificultad, Carlin decide modificar el rumbo del Sayula II y abandonar la ruta más corta y sencilla que les llevaba a Sidney y cambiarla por otra más segura.

La edición iniciada en 1973, la que puso al mexicano en el mapa, fue la más dura de todas. Cinco personas han muerto desde entonces dando la vuelta al mundo. Tres lo hicieron ese año, barridos por olas inmensas. Uno de los hombres a bordo del barco mexicano, en el que navegaban seis mexicanos, dos ingleses, un holandés, un australiano, y los familiares del empresario, recordaba que no todo el mundo resistía la vida en pleno océano: Butch Dalrymple-Smith, tripulante del Sayula, recuerda motines en otros barcos, hombres con navajas que se negaban a acatar órdenes y, por supuesto, muchos accidentes... pero también botellas de vino, cócteles, caviar y hasta un guitarrista en el velero.

Detalle del espacio dedicado a Carlin en el museo Volvo Ocean Race.PEDRO FREITAS

Los hombres del barco descansaban un día de cada cinco, jornada que dedicaban esencialmente a labores de limpieza y a reparar las piezas dañadas de la embarcación por las inclemencias de la travesía. En cierto modo, no dejaba de ser un grupo de bon vivants. Durante días y días lo único que veían era mar a su alrededor, amenazas en formas de olas y rumbos inciertos en cada etapa, según el tiempo. Tal vez, en esas ingratas circunstancias, no fuera mala idea tratar de desconectar.

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