El Espanyol oscurece al Getafe

Cuatro toques, tres con balón y uno suelto. Una combinación que firmó la sentencia del primero. Una falta, a fin de cuentas, que conllevó una expulsión, una vuelta atrás imposible y un gol como desenlace. Se marchó Fede, marcó Stuani y se ahorcó el Getafe. Le sobraron manos, entre propias y ajenas, y también el verdugo, por más que este tuviera la mañana afilada. Si con diez jugadores a veces se juega mejor, con nueve no salen las cuentas.

Trabajó el Espanyol observando el partido al otro lado de la mirilla, midiendo espacios y distancias, esperando el momento en el que cambiar de ángul...

Cuatro toques, tres con balón y uno suelto. Una combinación que firmó la sentencia del primero. Una falta, a fin de cuentas, que conllevó una expulsión, una vuelta atrás imposible y un gol como desenlace. Se marchó Fede, marcó Stuani y se ahorcó el Getafe. Le sobraron manos, entre propias y ajenas, y también el verdugo, por más que este tuviera la mañana afilada. Si con diez jugadores a veces se juega mejor, con nueve no salen las cuentas.

Trabajó el Espanyol observando el partido al otro lado de la mirilla, midiendo espacios y distancias, esperando el momento en el que cambiar de ángulo. Así, el Getafe, más empeñado en correr por el pasillo central que doblar por los costados, construía el juego sin demasiadas tuercas. Barrada y Pedro León zarandeaban el medio campo, mientras Alcacer ofrecía el desmarque siempre a la espalda de Colotto y Héctor Moreno. Tuvo su mejor oportunidad tras recibir un pase del muleño, que se agigantó con el resbalón de Cristian Álvarez en la salida, aunque tanto cambio de tamaño acabó por cerrarle el plano al delantero y su remate chocó con las piernas del argentino.

La transformación del Espanyol de Aguirre se advierte en su capacidad para no perder el paso por más que no controle tanto la pelota. Más organizado, concede poco margen de maniobra al rival, aunque a veces se pase de revoluciones. Un mal menor, aunque variable en función del estado de ánimo del colegiado. Ayer, perdido entre la sombra gris de la indumentaria visitante, miró más bien al otro lado.

En medio del follón de pausas, tarjetas y reprimendas, Stuani filtró un balón para Sergio García que de cabeza se lo entregó a Verdú y este lo resguardó en la red con un gesto tan plástico como efectivo. Un gol que sostuvo el telescopio del Espanyol, y dio la vuelta al prisma para el Getafe, que vio el horizonte aun más alejado cuando Borja, resbalón del por medio, decidió quedarse con un balón entre sus brazos, también con amarilla de por medio. Así, roja mediante, el Getafe perdió agua y ritmo, y el Espanyol advirtió que podía mirar el partido desde el lado convexo. Más aun cuando Fede vio la segunda amarilla y el universo atrapó a los azulones en la oscuridad del gol de Stuani, en una jugada ensayada.