Negredo, un cirujano cabreado

Pitado por la grada, el delantero se enfada tras marcar el gol de la victoria del Sevilla ante el Athletic

Negredo celebra su primer gol.TONI RODRIGUEZ (DIARIO AS)

Puede ser normal que un delantero poderoso les gane la posición a los centrales poderosos, que les robe el aire y les engañe con un aliento enfermizo. Puede ser que de tanto mirar al balón que salía de las botas de Rakitic en una jugada ritual te embeleses con las volteretas de los dibujitos en el cuero. Puede ser que concibas que estadísticamente se consiguen muy pocos goles cuando aún los equipos no han roto a sudar. Puede ser que aún el Athletic estuviera dándole vueltas a las últimas indicaciones de Bielsa. Lo que no puede ser es que todo ocurra a la vez, en apenas un minuto, y que tres de...

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Puede ser normal que un delantero poderoso les gane la posición a los centrales poderosos, que les robe el aire y les engañe con un aliento enfermizo. Puede ser que de tanto mirar al balón que salía de las botas de Rakitic en una jugada ritual te embeleses con las volteretas de los dibujitos en el cuero. Puede ser que concibas que estadísticamente se consiguen muy pocos goles cuando aún los equipos no han roto a sudar. Puede ser que aún el Athletic estuviera dándole vueltas a las últimas indicaciones de Bielsa. Lo que no puede ser es que todo ocurra a la vez, en apenas un minuto, y que tres delanteros del Sevilla, a balón parado, elijan quién remata a gol un centro de Rakitic, enroscado sin más, con un solo defensor en el punto de penalti. Misterios de la técnica.

Sevilla, 2; Athletic, 1

Sevilla: Beto; Coke (Cicinho, m. 81), Fazio (Perotti, m. 65), Navarro, Alberto; Del Moral (Botía, m. 45), Medel, Kondogbia, Reyes; Rakitic y Negredo. No utilizados: Palop; Maduro, Hervás y Babá.

Athletic: Iraizoz; Iraola (Ramalho, m. 70), Gurpegui, Ekiza, Laporte; Herrera, San José (Iturraspe, m. 45) De Marcos; Ibai, Llorente (Aduriz, m. 45) y Muniain. No utilizados: Raúl; Toquero, Aurtenetxe e Ismael López.

Goles: 1-0. M. 4 Negredo. 1-1. M. 55. Gurpegui. 2-1. M. 86. Negredo, a pase de Reyes.

Árbitro: Mateu Lahoz. Expulsó a Navarro (m. 73) y a Laporte (m. 80) por dos tarjetas amarillas. Amonestó a Coke, Gurpegui, Herrera, Aduriz, Fazio, De Marcos e Iturraspe.

Unos 25.000 espectadores en el Sánchez Pizjuán.

La historia nació así, ya adulterada por una jugada inesperada. Seguramente los más viejos del entorno rojiblanco recordaron la colección de aquellos viejos centrales que nunca dejaban llover, y si llovía tenían el paraguas en el brazo. Ya no existen. Pasaron. O cambiaron, porque a los 10 minutos de reanudar el partido, tras el descanso, Gurpegui, imputado en el gol de Negredo, se sacó una peinada a centro de Ibai Gómez que igualó el partido con el Sevilla en fila en el área. Quizás también pasaron los centrales en Nervión y los actuales creyeron que con colocarse tenían bastante.

Y el Sevilla, voraz, con un aire volcánico, el que le da el jovenzuelo Kondogbia, impetuoso, y al que le pone la pauta Rakitic, jugaba al gusto del champán: que sabe mejor cada vez que se abre una botella. La botella la abría Kondogbia, la servía Rakitic y la derramaba sobre la mesa, —goles aparte— Negredo, obtuso al principio en las decisiones, tembloroso en el manejo de la botella sobre el vaso, con tantas ganas de agradar como un maitre apresurado, pero finalmente convertido en el camarero perfecto del área.

El Athletic asistía a las evoluciones de su rival como quien asiste a una clase práctica. El Sevilla, viéndose admirado, se gustó tanto que se ensimismó en su juego mientras el Athletic, asustado, perdía uno, dos tres, cuatro balones en cada jugada y le invitaba al equipo de Emery a invadir su sala de estar. Mirándose al espejo, el Sevilla se vampirizó, permitiendo que el Athletic resucitase de sus errores más con el corazón que con la cabeza, a medida que Kondogbia y Medel se guarecían en la defensa y Rakitic parecía una estrella fugaz. Por ahí creció el Athletic, más por el centímetro ajeno que por el estiramiento de sus huesos. Ganó una batallita el Athletic, que parecía menor y no lo era, al convertir el juego en un pasacalles, en una cirugía visceral, sin anestesia ni preoperatorio. Eso le dio un pulso al partido que convirtió el diagnóstico en un servicio de urgencias permanente donde hay mucho que hacer y poco que pensar. Los partidos desesperados, intensos, en los que el miedo se reparte tienen siempre la grandeza del corazón.

Y en esto, en pleno quirófano, cuando el centro del campo es como el médico de cabecera, que acaba donde la cirugía empieza, Reyes huyó por la banda e hizo un corte horizontal con el bisturí de su pierna izquierda para que Negredo empujara a la red con más rabia que alegría. Marcó el gol de la victoria y pareció, sin embargo, que había cometido un delito. Pareció que le había dolido el gol y a quien le dolió fue al Athletic, que daba por hecho que en el correcalles tenía las de empatar. Había mucho sitio en el campo tras las expulsiones de Navarro y Laporte. Con más sitio se opera mejor. Y Reyes fue el cirujano jefe aunque el bisturí estuviese en el pie del cabreado Negredo. Los quirófanos es lo que tienen: son estancias en las que te juegas la vida. Y ambos equipos se la jugaron a corazón abierto. Uno mirando al norte (Europa) y el otro mirando al sur (la permanencia). Y prevaleció el norte, aunque el Sevilla sea el sur.

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