El tono de la ambición

Tito Vilanova aspira a “ganarlo todo”, sabiendo que es peor comunicador que Guardiola

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Vilanova, durante la rueda de prensa de ayer.josep lago

Antes de que se ponga la pelota en juego, hoy contra el Real Sociedad, y las cámaras enfoquen al banquillo local del Camp Nou, la sensación es que nada ha cambiado en el Barça. Los hábitos son los mismos, también se entrena igual, los partidos se preparan de forma parecida, tampoco hay novedad en las convocatorias y el rey del mambo sigue siendo Leo Messi. A la vista de un espectador, no se aprecian diferencias respecto a la pasada temporada. Hay, sin embargo, una variación sustancial, cuya incidencia en el equipo es ahora mismo imposible de calibrar: el entrenador del Barça ya no es Pep Guard...

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Antes de que se ponga la pelota en juego, hoy contra el Real Sociedad, y las cámaras enfoquen al banquillo local del Camp Nou, la sensación es que nada ha cambiado en el Barça. Los hábitos son los mismos, también se entrena igual, los partidos se preparan de forma parecida, tampoco hay novedad en las convocatorias y el rey del mambo sigue siendo Leo Messi. A la vista de un espectador, no se aprecian diferencias respecto a la pasada temporada. Hay, sin embargo, una variación sustancial, cuya incidencia en el equipo es ahora mismo imposible de calibrar: el entrenador del Barça ya no es Pep Guardiola sino que le ha sustituido el que fuera su ayudante, Tito Vilanova.

“La gran diferencia es la persona que transmite, que es mucho peor, como ya os dije durante mi presentación”. Así de directo se mostró ayer Vilanova respecto a su propia persona, consciente de su inferioridad comunicativa respecto a Guardiola, que se ha concedido un año sabático en Nueva York. Aunque el estilo de juego se puede heredar, resulta imposible suplantar o sustituir al personaje Guardiola, cuyo liderazgo solapaba incluso el discurso del presidente, Sandro Rosell.

La gran diferencia es la persona que transmite, que es mucho peor, como ya os dije durante mi presentación”

Guardiola transmitía energía, ilusión y una tensión competitiva que a veces rayaba el dramatismo, por su solemnidad. A menudo, actuaba como un líder religioso. Vilanova, por el contrario, es sencillo, franco y directo, y su tono relativiza el discurso más ambicioso, como el suyo: “Espero ganarlo todo, porque dispongo de un equipo que es capaz de ganar cualquier partido. Yo quiero que la gente esté contenta con el comportamiento de los jugadores dentro y fuera del campo”. Y añadió: “No noto ninguna presión, estoy tranquilo, soy así. Alguien tenía que asumir el riesgo. Si nos hubiéramos parado a pensar en lo ganado de forma exagerada, difícilmente se habría presentado alguien para el puesto”.

El Barcelona, de momento, ha perdido excitación y ganado calma. El técnico no trasciende con su discurso sino que informa: “Siempre nos cuesta arrancar. Ocurrió con el Numancia, el Hércules y el año pasado empatamos con la Real”, aseveró Vilanova, “pero me siento tranquilo después de ver entrenarse a los jugadores. Nos ha beneficiado no tener que hacer gira en la pretemporada”.

La convencionalidad se impondrá incluso en el despliegue del equipo: “El 3-4-3 no va ser una obligación sino una alternativa. Lo que pretendemos es tener continuidad en el juego y en la manera de competir”. Nada cambió en el Barça, a excepción de la comunicación y la transmisión. Habrá que releer a McLuhan y su tesis sobre que el medio es el mensaje. Tito quiere ser creíble. Aunque con la boca pequeña, su reto es tan mayúsculo como el de Guardiola.

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