Moza de almacén, guardia de obra, dependienta... y olímpica

Conchi Bellorín es eliminada en su primer combate en unos Juegos a los que ha llegado tras años de trabajos para sobrevivir y torneos de segunda

Concepción Bellorín, de Blanco, en su combate con Hedvig Karakas.JOHANNES EISELE (AFP)

Seoi nage es coger al contrario del brazo y lanzarle por la espalda al tatami. Es el ataque especial de Concepción Bellorín (Badajoz, 1980). No le ha salido bien al practicarlo hoy, en su debut en los Juegos, ante la húngara Hedvig Karakas, 16 del mundo, que con un ippon a falta de 12 segundos ha acabado con la ventaja que llevaba la extremeña, que había conseguido neutralizar los ataques de una oponente superior. Se ha acabado el sueño olímpico de Bellorín, al que ha llegado después de trabajar como moza de almacén, guardia de obra y dependienta buscando pagarse la vida desd...

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Seoi nage es coger al contrario del brazo y lanzarle por la espalda al tatami. Es el ataque especial de Concepción Bellorín (Badajoz, 1980). No le ha salido bien al practicarlo hoy, en su debut en los Juegos, ante la húngara Hedvig Karakas, 16 del mundo, que con un ippon a falta de 12 segundos ha acabado con la ventaja que llevaba la extremeña, que había conseguido neutralizar los ataques de una oponente superior. Se ha acabado el sueño olímpico de Bellorín, al que ha llegado después de trabajar como moza de almacén, guardia de obra y dependienta buscando pagarse la vida desde que, a los 18 años, se marchó de Extremadura hacia lugares donde mejorar su yudo. Compitió en torneos de segunda clase hasta su primera salida internacional, hace dos años, mientras los otros cinco yudocas olímpicos españoles ganaban medallas en Europeos y Mundiales. La única que no ha ganado ninguna ha competido por conseguir la única plaza española de su peso (57 kilos), ante Isabel Fernández: cuatro Juegos, oro en Sidney, bronce y abanderada en Atlanta. Cuando se le pide que se describa con una palabra, Bellorín no tarda: “Yudo”.

Concepción Bellorín, de blanco, tras perder ante Hedvig Karakas.SRDJAN SUKI (EFE)

Su carrera deportiva ha sido una lenta progresión. Una vida que le lleva a llamar Ichi (uno en japonés) a su perro. Una paciencia que a punto estuvo de abandonar. Tras un entrenamiento en el Centro de Alto Rendimiento de Madrid, donde estuvo concentrada con el resto de sus compañeros una semana antes de marchar a Londres, cuenta su historia sin dejar de jugar con sus chanclas. 12 años, comienza el yudo. Tres después, primer campeonato de España cadete, donde la parafernalia, el viaje con el equipo, la atención prestada al deportista y que tanto disfruta la captaron. Perdió el primer combate, y no ha dejado de intentar ganar.

Por eso marchó a Madrid al cumplir los 18. Sus resultados mediocres los explica por un trabajo de siete a tres de la mañana descargando golosinas alemanas en una confitería. “El cuerpo no estaba para esos trotes”, dicen esos brazos que realzan las mangas de una camiseta azul. Tan bajita como explosiva, continúa su relato de casualidades basadas en empeño. El nombre de Miriam Blasco, oro en Barcelona 92, la llevó en el año 2001 a Alicante con su cinturón negro primer dan. Allí aumentó su currículum interdisciplinar trabajando como guardia de obra de 11 de la noche a 7 de la mañana, y el deportivo quedando tercera del campeonato de España, donde seguiría haciendo podios hasta ganarlo en 2010. Otro escalón.

A los 28 años se sentó, cansada de tumbos. Pensó en dejarlo y volver a Extremadura

Bellorín volvió a empacar mirando a Pamplona siguiendo a Yolanda Solé, bronce en Atlanta, cuando Blasco pasó a la política. Nueva federación autónoma a la que defender y más trabajos con que pagar su dedicación. A la extremeña le marcaron los horarios: de seis de la mañana a once, tienda de deportes; de una a tres, comedor infantil; pasar el rato en el coche; de cinco a seis, clases de yudo a niños y a las siete y media entrenamiento. Módulo de Tafad y carrera de relaciones laborales hasta segundo, dolorosas tendinitis y operaciones en los hombros, amigos conseguidos por extrovertida, un día se dio cuenta de que sentía rencor consigo misma. A los 28 años se sentó, cansada de tumbos. Pensó en dejarlo, volver a Extremadura para evitarle a otros su travesía aplicando lo aprendido de la estructura del yudo en un centro de tecnificación de nueva creación en el que le ofrecieron trabajo.

La yudoca Concepción Bellorín, en la Residencia Joaquín Blume.Samuel Sánchez

Y en casa llegó el impulso que había buscado fuera de esa tierra extremeña de cerezos, cuya relación con los de Japón simboliza el tatuaje de una flor en su muñeca. Ganó el campeonato de España y empezó a enlazar: un torneo internacional en Londres, una Copa del Mundo en Lisboa en que quedó tercera, número uno de España y entrar en el ciclo olímpico de manera precipitada. La lucha con Isabel Fernández se ejemplificó en la pasada Copa del Mundo de Varsovia: Bellorín perdió en la lucha por el bronce. Llegó el Europeo, el pasado abril, donde terminó por conseguir más puntos que la otra yudoca. Por debajo de Fernández en la clasificación mundial (28), consiguió más puntos en la olímpica tras el Europeo del pasado abril. Llega con plaza europea, precipitada e impulsiva. Ahora que los Juegos se han acabado para ella, se tomará un mes de vacaciones que considera merecido. Luego, el objetivo es Río 2016, algo que descartaba hasta que se clasificó para Londres, su último y breve impulso.

Seis medallas en 20 años

El yudo comenzó a dar alegrías a los aficionados españoles en los Juegos de Barcelona. En aquella cita, Miriam Blasco y Almudena Muñoz sumaron los primeros metales, dos oros, para un deporte que desde entonces vivió momentos de esplendor.

En Atlanta 96, se sumaron tres medallas más. La plata de Ernesto Pérez Lobo en categoría de más de 95 kilos, el bronce de Yolanda Soler en categoría de menos de 48 kilos y el bronce de Isabel Fernández.

En Sidney 2000 Fernández ganó la que, hasta ahora, ha sido la última medalla en yudo para España. Fernández no estará en Londres después de muchos años y de, incluso, haber sido abanderada. Comienza un cambio generacional que ha traído al equipo no solo a Conchi Bellorín, sino también a Cecilia y Oiana Blanco, Ana Carrascosa y Kiyoshi Uematsu y Sugoi Uriarte en categoría masculina.

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