El embrujo de Turquía

El menudo Emre, que comparte agente y toque de pelota con su compatriota Arda Turan, se convierte en el segundo refuerzo del Atlético para el próximo curso

Madrid -
Arda y Emre celebran un gol con la selección turca.Murad Sezer (REUTERS)

Sellado el curso, las entrañas del estadio Calderón continúan siendo un hervidero. Menos de 24 horas después de anunciar su primera incorporación para el próximo curso, la del extremo uruguayo Cristian Cebolla Rodríguez, el Atlético anunció ayer un nuevo refuerzo y también a coste cero.

Se trata del centrocampista Emre Belözoglu (Estambul, 1980), que, una vez finalizado su contrato con el Fenerbahçe tras cuatro temporadas en él, aterrizará mañana, jueves, en Madrid par...

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Sellado el curso, las entrañas del estadio Calderón continúan siendo un hervidero. Menos de 24 horas después de anunciar su primera incorporación para el próximo curso, la del extremo uruguayo Cristian Cebolla Rodríguez, el Atlético anunció ayer un nuevo refuerzo y también a coste cero.

Se trata del centrocampista Emre Belözoglu (Estambul, 1980), que, una vez finalizado su contrato con el Fenerbahçe tras cuatro temporadas en él, aterrizará mañana, jueves, en Madrid para pasar el reconocimiento médico pertinente y estampar su firma por dos años con el club rojiblanco.

En su plan de restricción económica, el Atlético no abonará traspaso alguno por el turco, un veterano fogueado en tres campeonatos diferentes —ha desfilado por su país, el calcio y la Premier— que atenderá además el deseo del técnico, Diego Pablo Simeone, de alistar un jugador con dotes de líder y que eleve la media de edad del equipo, 24,7 años, el segundo más imberbe de la Liga, tras el Espanyol.

“Con Emre incorporamos un nuevo perfil. Buscamos su calidad en el pase y la conducción del balón”, matiza el director deportivo del Atlético, José Luis Pérez Caminero, embrujado por la vía turca abierta hace un año con Arda Turan.

Tiene una zurda diabólica y una visión periférica que le permite llevar la batuta en el centro del campo

“Para mí, es como un hermano mayor”, desliza el menudo atacante rojiblanco, que encontrará un aliado perfecto en el vestuario y en el tapete. En la línea de su compatriota, aunque muchos metros por detrás, el juego de Emre es eléctrico y está aderezado con una visión periférica que le permite llevar la batuta en el eje y una zurda diabólica en ocasiones, terminal en el lanzamiento de las faltas. “Lo tiene todo para triunfar aquí. Ha demostrado personalidad para llevar las riendas de grandes equipos y su experiencia puede ayudarnos mucho en los partidos clave”, agrega Arda, cuyo agente, Ahmet Bulut, también asesora al propio Emre.

Emre se marcha del belga Fellaini durante un partido.M. OZER (AFP)

No detalla el 11 rojiblanco, sin embargo, el carácter volcánico que ha traicionado a su amigo en más de una ocasión. Por ejemplo, hace un mes, cuando profirió insultos racistas contra Zokora, del Trabzonspor, y fue castigado con dos partidos, o varios años atrás, cuando tuvo un careo elevado de tono con Luis Aragonés nada más llegar el preparador español a Turquía.

Ese ímpetu fue, no obstante, uno de los atributos que sedujo a Fatih Terim, que le reclutó en 1996 para el Galatasaray, con el que ganó cuatro Ligas, una Copa de la UEFA y una Supercopa de Europa contra el Madrid en 2000. Emigró después al Inter, donde los tifosi le denominaron El Maradona del Bósforo. No terminó de encontrar acomodo en el Giuseppe Meazza y más tarde puso rumbo al Newcastle, donde encandiló a los supporters con sus quiebros y sus tackles, pero en el que las lesiones le pusieron freno y le invitaron a volver a su país.

Cerebro de la selección turca en la última década —contabiliza 71 internacionalidades y la participación en el Mundial de Corea del Sur y Japón 2002—, Simeone recluta un sabueso de cuádriceps poderosos y el punto de gravedad bajo —mide 1,70 metros— para su centro del campo. No quiere dejar un solo cabo suelto El Cholo. Tampoco el Atlético, cuya mirada a la hora de sacar la chequera apunta ahora al territorio otomano.

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