La última muesca de Bielsa

El técnico rojiblanco aplaza la algarabía “para cuando se gane algo” y se muestra “neutro” ante su segunda final de esta temporada

Bielsa, durante el entrenamiento del Athletic en el Calderón.RAFA RIVAS (AFP)

Mientras los futbolistas lloraban sobre el césped del Estadio Nacional de Bucarest, tras ser derrotados por el Atlético en la Liga Europa, Marcelo Bielsa mascullaba su insatisfacción por la diferencia entre lo que esperaba y lo que conseguía. De hecho, se saltó el ritual de lo correcto cuando dijo que en la Liga no había conseguido sus objetivos porque consideraba que el Athletic debía haber sido quinto en el campeonato y probablemente pensaba que la Liga Europa era un título asequible a sus posibilidades. Nada extr...

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Mientras los futbolistas lloraban sobre el césped del Estadio Nacional de Bucarest, tras ser derrotados por el Atlético en la Liga Europa, Marcelo Bielsa mascullaba su insatisfacción por la diferencia entre lo que esperaba y lo que conseguía. De hecho, se saltó el ritual de lo correcto cuando dijo que en la Liga no había conseguido sus objetivos porque consideraba que el Athletic debía haber sido quinto en el campeonato y probablemente pensaba que la Liga Europa era un título asequible a sus posibilidades. Nada extraño en un entrenador de culto al que le faltan muescas de campeonatos en su cartuchera (uno con Newell’s, otro con Vélez y el último con la selección olímpica argentina en Atenas 2004).

La Copa del Rey es el último baluarte que le queda por rendir aunque enfrente esté el Barcelona, aclamado como favorito, y verdugo del Athletic en la final de 2009 en Valencia. Hay quien piensa que el futuro de Bielsa en Bilbao depende de este título, del embrujo de la gabarra surcando la ría, del maremoto sentimental que un triunfo supondría en Bilbao. Se cree que Bielsa sucumbiría al sentimiento, que es tanto como decir que una derrota le alejaría de la capital vizcaína. Bielsa resolvió el crucigrama filosófico hace unos días cuando dijo que ni una victoria significa la continuidad ni una derrota la salida. En el club saben que no hay hada que hablar con Marcelo Bielsa hasta el día después de que expire la temporada. “Incluso, cualquier acercamiento anterior puede ser contraproducente”, aseguran en Ibaigane, donde son más partidarios de que el calendario marque su rumbo, su particular tic-tac.

La presión del entorno no es menor en Bilbao que la que se vivió en la anterior final. Incluso es superior, porque a los afortunados con las entradas se suman unos cuantos miles que no podrán acceder al estadio pero que asistirán al espectáculo en la zona Athletic por el afán de estar en Madrid en un acontecimiento tan señalado. No es una fecha cualquiera. “En acontecimientos como este, el Athletic se hace visible”, manifestó ayer Bielsa, en su habitual tono mesurado, que no quiso que se confundiera con la indiferencia en la traducción de sus sentimientos. “No soy opaco, trato de ser neutro”, dijo, “porque las algarabías se tienen cuando se gana algo”. Hace unas semanas rechazó la oportunidad reclamada por la afición de que repitiera su famoso “¡carajo!”, que le popularizó cuando ganó el título con Newell’s. “Las imposturas se notan”, respondió Bielsa.

En acontecimientos como este, el Athletic se hace visible”

A partir de ahí, a partir de la decepción de Bucarest, el técnico rosarino ha intensificado los entrenamientos, en jornadas inagotables, ensayando defensas contra el ataque del Barça y probando ataques contra la defensa del Barcelona. Dos, tres horas continuas, mimetizando movimientos, utilizando pasillos, defendiendo los centros, calculando al centímetro los pases entre los alemanes (como se les llama a los muñecos que Bielsa utiliza como barreras en los entrenamientos). El trabajo anímico no ha sido menor. Los jugadores se han agrupado para secar las lágrimas y Bielsa ha remarcado que de esas situaciones se sale fortalecido si se interiorizan los errores y se dinamizan los aciertos. Otro problema es Messi, otro rosarino, que según Bielsa “es un futbolista que tiene soluciones para todos los problemas”. “Intentaremos de que no las encuentre”, dijo Bielsa en ese tono tranquilo que precede y sucede a todos los partidos.

En Bilbao, la sensación general es de que hace dos semanas no ocurrió nada. San Mamés volverá a llenarse con 40.000 aficionados que seguirán el partido en las pantallas gigantes; los barrios no se han privado del mismo ingenio televisivo para ver el partido en común. Nadie quiere estar solo, como reviviendo el espíritu del Liverpool. La soledad es cosa de los más nerviosos, los que peor llevan el contraste de sensaciones a los que Bielsa se dirige cuando afirma que “el sentimiento del Athletic es de una potencia enorme”. Tanta que hizo flaquear las piernas de sus futbolistas en Bucarest, pero que ahora, liberados de aquella tensión, se asemeja a la actitud con la que viajaron a Manchester a jugar el mejor partido de la última década. Quizás este sea el último de Bielsa, quizás otro más de su celebrada locura.

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