Tradición frente a dinero

El Bayern defiende el peso de su historia ante un Chelsea que persigue el sueño de Abramóvich

Juan Mata, del Chelsea, en el entrenamiento previo a la final.ADRIAN DENNIS (AFP)

La estación principal de trenes de Múnich, la Hauptbahnhof, era ayer el hervidero habitual de gentes, salpimentada por algunos hinchas del Bayern venidos de otras partes de Alemania y unos pocos ingleses recién llegados de Londres para apoyar al Chelsea. Como reclamo de la final de esta noche en el Allianz Arena (20.45, TVE-1), un poste en blanco y negro de una foto de hace 40 años, donde un juvenil Franz Beckenbauer sonríe acompañado por su barbudo compañero Paul Breitner, que da cuenta de un puro en alguna celebración. La tradición va por delante y el Bayern recurre a sus felices años 70, cu...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

La estación principal de trenes de Múnich, la Hauptbahnhof, era ayer el hervidero habitual de gentes, salpimentada por algunos hinchas del Bayern venidos de otras partes de Alemania y unos pocos ingleses recién llegados de Londres para apoyar al Chelsea. Como reclamo de la final de esta noche en el Allianz Arena (20.45, TVE-1), un poste en blanco y negro de una foto de hace 40 años, donde un juvenil Franz Beckenbauer sonríe acompañado por su barbudo compañero Paul Breitner, que da cuenta de un puro en alguna celebración. La tradición va por delante y el Bayern recurre a sus felices años 70, cuando se coronó tres veces campeón de Europa (1974, 75 y 76), para imponer el peso de su historia. En su banquillo, curiosamente, Jupp Heynckes, uno de los principales rivales domésticos de aquel Bayern, delantero de un Borussia Mönchengladbach también inolvidable. El cuarto título, el de 2001 frente al Valencia en la tanda de penaltis, fue un paréntesis de un equipo liderado por Effenberg y perfectamente prescindible. Jupp Heynckes, a los 67 años, ha logrado devolver al club a la cita decisiva buscando recuperar el esplendor perdido del Bayern, además de cerrar la herida personal provocada por su despido del Real Madrid en 1998 tras haber conquistado la Copa de Europa.

EL PAÍS

Desde su aterrizaje en Stamford Bridge, en 2003, el dueño ruso del Chelsea, Roman Abramóvich, ha invertido en fichajes cerca de 800 millones. Antes de él, el club del oeste de Londres había conquistado dos Recopas: una frente al Madrid en 1971 y otra ante el Stuttgart con un gol de Zola en 1998. Pero a partir de Abramóvich, el dinero ha corrido por Stamford Bridge con tal de vivir noches como esta, la segunda final en estos nueve años, después de la perdida en 2008 ante el Manchester de Cristiano Ronaldo, en la tanda de penaltis. Aquel día, en el estadio Luzhniki de Moscú, se resbaló en el tiro decisivo el defensa y capitán John Terry, ausente hoy por sanción junto a Ivanovic, Ramires y Meireles, damnificados de la agónica semifinal frente al Barcelona. Sí está presente esa vieja guardia formada por Lampard, Cole, Cech, Essien y Drogba, protagonistas de seis semifinales, siempre a las puertas de la gloria. En 2008, hubo un técnico interino, Avram Grant, como hoy lo es Roberto Di Matteo, artífice este de levantar en dos meses un vestuario resquebrajado por el técnico titular, Vilas-Boas. Pese a su mérito, Abramóvich le busca recambio porque solo le gustan los grandes nombres. Y Di Matteo no es uno de ellos.

La quinta o la primera

Bayern y Chelsea pugnan en Múnich por levantar la ‘Champions’ y Alemania e Inglaterra por dar lustre al palmarés por países.

Si vence el Bayern, lograría su quinta Copa de Europa (tras las conquistadas en 1974, 1975, 1976 y 2001), empataría en el podio de la competición con el Liverpool —solo por detrás de Real Madrid (9) y Milan (7)— y alcanzaría el séptimo título para Alemania en la clasificación por países.

Si gana el Chelsea, lograría su primera Liga de Campeones y daría a Inglaterra su 12º título, con lo que igualaría a Italia, segunda en el palmarés por países por detrás de España, que suma 13 trofeos.

La trayectoria del Bayern en el torneo ha sido impecable desde el inicio, marcando el paso en aquel grupo feroz con el Manchester City, el Nápoles y el ahora descendido Villarreal. Respecto al finalista caído hace dos años con Louis Van Gaal en el Bernabéu, ante el Inter de Mourinho, este Bayern es más sólido y versátil. Mario Gómez en plenitud ofrece más variantes a la imaginación de las alas, Ribèry y Robben. Kroos siempre encuentra los pases en profundidad mientras Schweinsteiger le da equilibrio y personalidad. Sus bajas —Gustavo Luiz, Alaba y Badstüber— son relevantes en cuanto a las recuperaciones de balón del mediocentro brasileño y a las constantes subidas al ataque del lateral zurdo austriaco, los dos clave ante el Madrid en semifinales. Con Neuer en la portería, la zaga duerme más tranquila.

Si bien se le pueda reprochar su forma de tumbar al Barça, el Chelsea ha entendido que su fuerza aparece en los torneos por eliminación, allí donde sus veteranos suelen dar lo mejor de sí. Campeón de la Copa inglesa ante el Liverpool, el cuadro de Di Matteo ha neutralizado en la Champions a rivales tan diferentes como el Nápoles, el Benfica y el propio Barça. Ha sabido conciliar el toque de Mata con la pegada de Drogba y la velocidad de Torres. Cech vuelve a ser infranqueable y Lampard, tras anunciar hace dos meses su propia decadencia, siente de nuevo el sabor de un buen pase de gol. El Chelsea llega a la cita como le gusta, de víctima, sin la responsabilidad de llevar el peso del encuentro, y con la esperanza de imitar al Liverpool de 1984, único campeón en casa del anfitrión, ante el Roma en el estadio Olímpico. A la espera de un maracanazo en una de las cunas del fútbol europeo.

Archivado En