“No te fíes de quien se cambie de equipo”

Para el actor Ginés García Millán, no hay más deportes que el fútbol

Ginés García Millán.TOMÁS ONDARRA

Es el aficionado en estado puro; al fútbol, no hay más deportes. Ese es su alimento, y hubiera sido su alimento de veras, su oficio, si no se le hubiera cruzado el teatro cuando tenía 17 años. Su ilusión máxima como guardameta era llegar a la portería del Barcelona, que es su pasión. Pero se fue al teatro, al cine, a la televisión, y se ha conformado con ser espectador en los bares, donde grita, apoya, discute, y siente que a veces hay compañeros en ese graderío con los que da vergüenza compartir equipo. “Pero la afición es así, y ser de un equipo es casi una religión de la que no te puedes qu...

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Es el aficionado en estado puro; al fútbol, no hay más deportes. Ese es su alimento, y hubiera sido su alimento de veras, su oficio, si no se le hubiera cruzado el teatro cuando tenía 17 años. Su ilusión máxima como guardameta era llegar a la portería del Barcelona, que es su pasión. Pero se fue al teatro, al cine, a la televisión, y se ha conformado con ser espectador en los bares, donde grita, apoya, discute, y siente que a veces hay compañeros en ese graderío con los que da vergüenza compartir equipo. “Pero la afición es así, y ser de un equipo es casi una religión de la que no te puedes quitar. No te fíes de quien se cambia de equipo”. Es Ginés García Millán, ha sido Adolfo Suárez, Tenorio, Lear, un gitano, miles de caras en el teatro, el cine y la televisión, y nació en Puerto Lumbreras (Murcia) en 1964.

Llega al Café Gijón con el primer sol de la mañana, a punto de irse para su pueblo, a recargar pilas, a estar con su gente, la que lo vio jugar de niño en las porterías de infantiles. “De la mañana a la noche, siempre jugando en los campitos y en la calle”, recuerda. Ahora anda filmando, con el director Rafael Lara, una película en Puebla y en Veracruz, México, y tiene entre manos, “y entre manos está todo, por la crisis”, una serie sobre Alfonso XIII para la televisión.

“Son”, dice corriendo la cortina para que el sol no lo deslumbre, “malos tiempos para la lírica. Es una faena lo que están haciendo con TVE y me parece insólito lo que dijo Montoro del entretenimiento en la televisión del Estado; demuestra desconocimiento y desprecio por nuestra profesión”.

Pero vayamos al fútbol, de donde nunca se fue. “El fútbol no está separado de la vida… Los que no saben de fútbol no lo saben todo de la vida”. Quiso ser portero siempre. “Vi que tenía buenas condiciones, y en ese sitio estuve siempre, en la portería”. A los 13 años hizo una ficha falsa para jugar con los mayores. Dos años más tarde jugaba en el Murcia de juveniles y a los 16 estaba bajo los palos del juvenil del Valladolid, de donde procede la foto que nos envió luego: Ginés, al mando del equipo, un portero con ambición entre juveniles donde “sobresalieron jugadores como Juan Carlos, Eusebio, Fonseca…, algunos de los cuales fueron grandes en Primera después”.

La soledad del portero

Ginés solo quiso ser portero, y solo ha querido el fútbol como deporte. Esa es su pasión, su alma de espectador no la comparte. ¿Y portero por qué? “Porque el portero es un ser muy especial. Esa soledad del portero ante el penalti, como en el título de Peter Handke”. Él era “un gran parador de penaltis”. No, no tenía miedo ante el lanzamiento. Se situaba, y a esperar, ya la presión era del delantero. Lloró, quizá, cuando Messi falló el penalti más arriesgado de su carrera, ante el Chelsea. Ve los partidos en los bares. “Ahí siempre me gustó verlos. Mi grada son los bares. Y a veces, cuando oigo lo que se dice a mi alrededor, me pregunto cómo puedo ser del mismo equipo que algún energúmeno que grita a mi lado”. Uno de sus grandes héroes del teatro, su Messi del teatro, era Bódalo, que escuchaba los partidos (del Madrid) con un pinganillo mientras actuaba. Ginés haría lo mismo, seguro.

Pero no solo quería ser portero. “Veía mucho Estudio 1. Y veía cine, teatro… De modo que ese gusanillo me entró y cuando acabé la etapa juvenil me decanté por los escenarios, con gran disgusto de la familia”. Ayudó un entrenador. “Me dijo que mi sensibilidad no se compaginaba con las necesidades del fútbol”, explica. Eso es algo que solo pueden decir los malos entrenadores, dice. “Por eso creo que a lo mejor hubiera seguido de portero si me hubiera entrenado una persona como Guardiola”.

Se hizo del Barça muy pronto. “Mi padre y mi tío Fulgencio me llevaron a ver el Barça de Cruyff, cuando yo era un crío. Ahí me hice del Barça a muerte, y ahí sigo. El fútbol nace en la infancia, y ahí se queda. Es lo más puro que tiene la vida, y permanece contigo aunque pasen los años, trasladándote, además, los mismos sentimientos de alegría o tristeza cuando tu equipo gana o pierda. Yo creo que no hay que fiarse de alguien que se cambia de equipo”.

En un equipo, además, “aprendes muchas cosas de la vida: quién es generoso, quién se esconde, quién tiene verdadero talento”. Lo que menos le gustaba era lo que resultaba ajeno al juego. “El poder, los intereses… Eso me alejó también del campo de juego; no fue una decisión fácil. Pero en el cine y en el teatro he aprendido también muchísimo”. El fútbol es para verlo, o para recordarlo. Pero si lo miras de cerca puede repeler a quien lo tiene en el alma como un buen recuerdo. “Ahora es sobre todo un gran negocio. Pero en lo que está ligado a la infancia es un placer inacabable. En el campo y en la grada saca lo mejor de nosotros, pero también lo peor. La violencia, la solidaridad, la generosidad, la mezquindad, la bondad, la ruindad”. Vive ahora, como muchos barcelonistas, la melancolía del final de la Liga, la despedida de Guardiola. “Hemos vivido una época de disfrute absoluto ante la belleza del juego, y eso lo debemos agradecer siempre. Hizo del fútbol algo más que un juego. Lo que han hecho Messi, Xavi, Iniesta… ha sido excepcional, y eso no se puede olvidar”.

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