LIGA EUROPA

La sonrisa del Hannover

El equipo alemán se escapa tras mucho esfuerzo del trauma de la muerte de Enke en 2009

Los futbolistas del Hannover celebran un gol.FABIAN BIMMER (REUTERS)

Dos futbolistas del Hannover treparon a las gradas y pidieron una pancarta que sujetaban con orgullo los aficionados. Era una fiesta; una fiesta incompleta. Era el 8 de mayo de 2010 y el equipo se acababa de salvar del descenso a Segunda en la última jornada tras golear (0-3) al Bochum. Pero el alborozo se entremezclaba con las lágrimas. Robert RIP, rezaba el cartel, ya sujetado por toda la plantilla, que dio la vuelta al rectángulo de juego entre aplausos y sollozos. Era el siempre penúltimo recordatorio del portero Robert Enke, su compañero hasta el 10 de noviembre de 2009, cuando d...

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Dos futbolistas del Hannover treparon a las gradas y pidieron una pancarta que sujetaban con orgullo los aficionados. Era una fiesta; una fiesta incompleta. Era el 8 de mayo de 2010 y el equipo se acababa de salvar del descenso a Segunda en la última jornada tras golear (0-3) al Bochum. Pero el alborozo se entremezclaba con las lágrimas. Robert RIP, rezaba el cartel, ya sujetado por toda la plantilla, que dio la vuelta al rectángulo de juego entre aplausos y sollozos. Era el siempre penúltimo recordatorio del portero Robert Enke, su compañero hasta el 10 de noviembre de 2009, cuando decidió quitarse la vida arrojándose a las vías del tren víctima de una depresión.

Desde ese trágico día, el club se sumió en la oscuridad —perdió 11 de los 12 encuentros siguientes y el otro solo lo empató—, volteada de diversas maneras, con palos de ciego, con más o menos tacto, con las personas indicadas al frente del área deportiva, hasta llegar a hoy, en los cuartos de final de la Liga Europa frente al Atlético (21.05, Canal+) y quizá en el momento más efervescente de su época moderna, por más que en 1938 y 1954 ganara la Liga alemana, por más que en 1992 diera la campanada desde la segunda categoría y conquistara la Copa.

Digerir el trauma de la muerte de Enke —jugó en el Barcelona de 2002 a 2003 y en el Tenerife en 2004— resultó por momentos imposible, hasta el punto de que, deportivamente, se daba por descontado el descenso. “La afición se quedó en estado de shock”, confirma Ronald Reng, biógrafo de Enke —Una vida demasiado corta. La tragedia de Robert Enke—, “y el club, consternado, no supo cómo reaccionar, cómo afrontarlo, cómo encontrar un equilibrio entre el no olvidar y el seguir adelante”.

Flores y velas bajo un retrato de Robert Enke.REUTERS

Mientras la hinchada se esmeraba en recordar a Enke, desde la directiva se trataba de zanjar el dolor. Joerg Schmadtke, el director general, tomó la sartén por el mango. Fue él quien decidió al final del curso y sin consultarlo con la familia, lo que supuso una polémica pública con ella, quitar el pequeño número 1 de la parte frontal de las camisetas. Fue él, también, quien, tras un par de encuentros, exigió que se extrajera una camiseta enorme del portero que colgaba en el estadio, detrás de la zona de los ultras.

No tuvo mucho más tacto el presidente, Martin Kind, cuando soltó: “Ojalá Robert me hubiera dicho lo de su depresión. Quizá le habríamos salvado”. Fue otro debate nacional y otra ácida polémica con su familia.

“Querían borrar la huella, algo difícil cuando el Ayuntamiento de la ciudad decidió poner a la calle que lleva al estadio el nombre del guardameta”, cuenta Reng.

Pero Kind y Schmadtke decidieron también despedir al técnico Andreas Bergmann. La decisión viró la trayectoria deportiva y, pasado el tiempo, ha devuelto la sonrisa al club. Pero también costó horrores.

Resulta que Schmadtke, que se define a sí mismo como un bicho raro y solitario, que dice no saber conversar con la gente de temas nimios, tiene tanto carácter como capacidad para detectar ese algo más en los futbolistas. Fichó desconocidos como los medios Stindl y Schmiedebach y los delanteros Abdellaoue y Ya Konan, que son el eje y el remate, toda vez que el equipo renuncia por completo a la posesión del balón y solo sabe desplegarse con el mejor contragolpe de Alemania, previo permiso del Bayern Múnich.

Pero que funcionara el engranaje y cuajara como nuevo técnico Mirko Slomka fue complicado, enzarzados ambos en una discusión interna, hasta el punto de que un día, en un entrenamiento del Reid, austriaco, se encontraron en la banda para ver a Royer, a la postre fichado. “¿Qué haces aquí?”, le preguntó el uno al otro.

Aunque se asentó el contragolpe, Slomka demostró que tiene el manual para el Hannover y Schmadtke siguió con su política acertada de fichajes.

Octavo tras perder ante el Bayern y a dos puntos de los puestos de la Liga Europa, el Hannover vive ahora momentos de felicidad, como anticipó al principio de curso cuando eliminó en la fase previa del torneo al Sevilla.

Enke sigue en la memoria de todos, como demostró el entrenador de porteros, Jörg Sievers. “Permíteme que te llame solo Ron porque los recuerdos son demasiado fuertes”, le dijo a su pupilo Ron-Robert Ziele. Ahora quedan 12 compañeros que algún día compartieron el equipo o los entrenamientos con él, pero nadie duda de que el Hannover siempre será el club de Enke, a quien ya se le recuerda con una sonrisa.

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