De error en error

La ley de Murphy avanza inexorable en el Rico Pérez. El Hércules ahora ni marca ni gana en su estadio, así que dado que lleva cuatro meses sin ver puerta a domicilio, ha acabado de abonarse al sufrimiento que había podido evitar gracias a su fortaleza como local.

El equipo de Esteban Vigo salió muy arriba y el Getafe con la defensa adelantada hasta la línea de medios, el caldo de cultivo necesario para ver un partido abierto a poco que quienes se encargan en ambos equipos de d...

La ley de Murphy avanza inexorable en el Rico Pérez. El Hércules ahora ni marca ni gana en su estadio, así que dado que lleva cuatro meses sin ver puerta a domicilio, ha acabado de abonarse al sufrimiento que había podido evitar gracias a su fortaleza como local.

El equipo de Esteban Vigo salió muy arriba y el Getafe con la defensa adelantada hasta la línea de medios, el caldo de cultivo necesario para ver un partido abierto a poco que quienes se encargan en ambos equipos de destripar el partido acertaran en sus decisiones. Farinós y, especialmente, Casquero, cumplen con el perfil, aunque el acompañamiento que debían ofrecer sus defensas dejó que desear. La del Getafe fue un laberinto de pasillos por los que entraron en los primeros minutos Thomert, Portillo o Tote. Tanto le cogió el gusto al principio el Hércules a irse hacia arriba que permitió varias salidas al contragolpe de los madrileños. Aunque los de Míchel estuvieron poco solícitos por las bandas, tampoco importó, porque se bastaron con las llegadas de Miku y Colunga por el centro frente a defensores que anduvieron trastabillados por momentos.

Tiene el Getafe una propuesta que no deja indiferente, porque deja al descubierto sus carencias y exhibe sus virtudes. Todo es muy evidente, lo que, paradójicamente convierte en imprevisible el desenlace. No sabes si peca de bisoñez o si te está entrampando cuando parte el campo en dos cual sandía. Y Míchel le metió una marcha más al partido dando entrada a Manu tras la reanudación. A ganar, les debió decir a sus jugadores, que dominaron el espacio frente a los locales, muy mermados por las numerosas bajas que arrastran.

La apuesta del Getafe por la victoria para evitar ser un comparsa de la Liga, a tanta distancia de los puestos europeos como del descenso, les llevó a ni siquiera amedrentarse por las apariciones y claras oportunidades de Trezeguet cuando decidió que había llegado su momento. Los errores del francés, que embocó en las manos de Codina un balón a bocajarro y no supo salvar un mano a mano con el portero rival, escenificaron que ayer era el día de los fallos. Hasta Codina se hizo gigante sacando un par de balones inverosímiles. Porque lo que ofrece el Getafe al atacar con cinco y defender con otros tantos es un abanico de posibilidades para el contragolpe rival.

Y en uno de los ataques finales quedó claro de quién era el protagonismo. Cristian enganchó un zurdazo que dio en la parte interior del larguero, el balón botó en la línea de gol y salió escupido hacia afuera mientras el graderío cantaba el gol. Fue el momento cruel con los locales que ayer se permitió Murphy.